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Ideaste otra forma de comunicarte. Inventaste primaveras y así recordarnos que todo vuelve en entrega, todo retorna en servicio. Danza el trigal a ritmo de tus vientos, despiertan en los troncos los brotes de nuevos brazos, se despereza otra simiente bajo tu suelo mullido... En medio de tanta maravilla, ensayan estos torpes labios un profundo agradecimiento.
Tú renuevas la vida, mientras que los humanos nos empeñamos a veces en sofocarla. Llueven misiles sobre tus cielos, no calla aún la barbarie que se atreve a evocar incluso tu nombre. No muy lejos de nosotros, se alza aún el alarido de quienes imaginan poseerte, de quienes te plantan bandera y creen enseñorearte. Por ello, en estos tiempos de todavía fuego y estruendo, entre batalla y batalla, queremos ofrendarte.
Gracias por tantos miles de años sosteniéndonos, abrigándonos, cobijándonos... Gracias por la vida, por la salud, por el inmenso océano verde que estos días acuna mi valle, por los atardeceres desde la falda de Belastegi que empañan mis ojos. Gracias por las verduras y ensaladas que adornan las mesas y serenan los estómagos; por el abrigo que nos permitió sonreír al invierno y retozar en la pureza de tu nieve; por el techo que protege nuestros sueños y burla los aguaceros. Gracias porque diste cobijo a nuestros padres, a los padres de nuestros padres, y más allá a quienes no conozco, pero me consta que les trataste con igual aprecio y ternura.
Gracias por tus colores que encienden nuestra vista y los perfumes que elevan nuestra alma; por tus ríos que se llevan las penas y las montañas que nos hacen sentirnos fuertes e inalterables. Gracias por ese sol a quien has desposado, porque entre ambos nos enseñáis la dualidad en todo lo creado. Gracias por tu luna que ilumina nuestras noches y que tú guías por los cielos.
Hoy no hablaremos de contaminación y de mermadas capas de ozono, no hurgaremos en tus heridas, ni bucearemos en los mares que ennegrecimos. No mentaremos, Madre, nuestros errores pasados y presentes. Soplamos sobre tus llagas y nos unimos a tus vientos que mecen árboles y desplazan nubes, que mueven nuestros molinos y fecundan flores, precipitan frutos...
Que sepas, tan sólo, que ya han nacido los hombres y mujeres que reverenciarán tu nombre, que escucharán con sagrado respeto tu latido y tu llamada. Que sepas que se extiende una nueva conciencia, una civilización más amable que te privará de futuros desafueros. Maduran quienes volverán a celebrar tus lunas, tus cambios de ropaje, tus días de cosecha y ofrenda... Ocuparán ya pronto sus puestos y responsabilidades quienes bañarán tus llagas y frenarán tu expolio.
¡Aguanta, Madre, un poco más! Se estrenan en la escuela de la vida quienes no dispararán sobre tus aves, no maltratarán a tus animales en infiernos que llaman granjas; quienes no abrirán con avidez tus entrañas para hinchar su patrimonio... Invaden ya tu geografía quienes no se matarán por un pedazo de tu manto, quienes saben que eres de todos y de nadie, quienes atenderán tus leyes de armonía y equilibrio, tu máxima de darse sin espera de cambio. Florece ya una nueva humanidad que te privará de disgustos, huracanes, terremotos y otros catarros y sarpullidos.
Concluirá la batalla por arañarte lo que no nos corresponde, el error de haberte humillado, la ilusión de haberte querido gobernar, la pesadilla de haberte querido atrapar ¡Aguanta un poco más, querida Amalurra, Tonantzin, Pachamama, Gaia, Gea..., o cualquiera de los nombres con que aquí y allí glorificamos tu perpetua compañía! Pasa página, olvida desatinos. Sanarás de "humanitis", de la larga enfermedad de haber soportado nuestra depredadora presencia.
Sembraremos y cultivaremos sin química que te enferma, a la medida de todas las bocas del mundo. Echaremos las justas redes, de respetuosos agujeros. Te pediremos metales ya sólo para la paz, no más para carros blindados y mortíferos cañones. Te sorberemos el justo combustible hasta que tus mareas enciendan las futuras bombillas, hasta que enormes molinos de viento muevan los motores del mañana. Prenderán de nuevo danzas y hogueras en tu honor.
Retornarán tus anchos bosques, tu fresco manto verde, cantarán alegres y limpios tus ríos. Volverán tus hijos de todos los reinos, las especies que partieron. Brillarán de nuevo los piélagos, nuestros rostros se asomarán a su límpido espejo y tus ballenas ya no se lanzarán sobre las arenas, no serán confundidas en su itinerario oceánico...
Atardece en Zubielki. Suave y templada brisa peina tus campos, mientras apuro la carta y desgrano los últimos anhelos. Apago por fin la pantalla, salgo a caminarte con silente gratitud, a hollar tus veredas que me ejercitan por fuera y deleitan por dentro ¡Que serían nuestros días, no ya sin tus alimentos, no ya sin tu agua y tu templada brisa de primavera; que serían nuestras tardes sin poderte mirar cuando te recuestas, cuando te acurrucas bajo la protectora mirada de tus insomnes montañas! El sol lanza sus últimas caricias sobre las desnudas peñas de Lokitz, mientras retumba en el valle el eco de una ancestral profecía: "¡aguanta un poco más, Madre, que ya llegan los floridos, los pacíficos guerreros, que ya antes de nacer, al otro lado del velo habían acordado defenderte!".
Cierra por un instante tus infinitos ojos y siente nuestro amoroso abrazo.
Tú renuevas la vida, mientras que los humanos nos empeñamos a veces en sofocarla. Llueven misiles sobre tus cielos, no calla aún la barbarie que se atreve a evocar incluso tu nombre. No muy lejos de nosotros, se alza aún el alarido de quienes imaginan poseerte, de quienes te plantan bandera y creen enseñorearte. Por ello, en estos tiempos de todavía fuego y estruendo, entre batalla y batalla, queremos ofrendarte.
Gracias por tantos miles de años sosteniéndonos, abrigándonos, cobijándonos... Gracias por la vida, por la salud, por el inmenso océano verde que estos días acuna mi valle, por los atardeceres desde la falda de Belastegi que empañan mis ojos. Gracias por las verduras y ensaladas que adornan las mesas y serenan los estómagos; por el abrigo que nos permitió sonreír al invierno y retozar en la pureza de tu nieve; por el techo que protege nuestros sueños y burla los aguaceros. Gracias porque diste cobijo a nuestros padres, a los padres de nuestros padres, y más allá a quienes no conozco, pero me consta que les trataste con igual aprecio y ternura.
Gracias por tus colores que encienden nuestra vista y los perfumes que elevan nuestra alma; por tus ríos que se llevan las penas y las montañas que nos hacen sentirnos fuertes e inalterables. Gracias por ese sol a quien has desposado, porque entre ambos nos enseñáis la dualidad en todo lo creado. Gracias por tu luna que ilumina nuestras noches y que tú guías por los cielos.
Hoy no hablaremos de contaminación y de mermadas capas de ozono, no hurgaremos en tus heridas, ni bucearemos en los mares que ennegrecimos. No mentaremos, Madre, nuestros errores pasados y presentes. Soplamos sobre tus llagas y nos unimos a tus vientos que mecen árboles y desplazan nubes, que mueven nuestros molinos y fecundan flores, precipitan frutos...
Que sepas, tan sólo, que ya han nacido los hombres y mujeres que reverenciarán tu nombre, que escucharán con sagrado respeto tu latido y tu llamada. Que sepas que se extiende una nueva conciencia, una civilización más amable que te privará de futuros desafueros. Maduran quienes volverán a celebrar tus lunas, tus cambios de ropaje, tus días de cosecha y ofrenda... Ocuparán ya pronto sus puestos y responsabilidades quienes bañarán tus llagas y frenarán tu expolio.
¡Aguanta, Madre, un poco más! Se estrenan en la escuela de la vida quienes no dispararán sobre tus aves, no maltratarán a tus animales en infiernos que llaman granjas; quienes no abrirán con avidez tus entrañas para hinchar su patrimonio... Invaden ya tu geografía quienes no se matarán por un pedazo de tu manto, quienes saben que eres de todos y de nadie, quienes atenderán tus leyes de armonía y equilibrio, tu máxima de darse sin espera de cambio. Florece ya una nueva humanidad que te privará de disgustos, huracanes, terremotos y otros catarros y sarpullidos.
Concluirá la batalla por arañarte lo que no nos corresponde, el error de haberte humillado, la ilusión de haberte querido gobernar, la pesadilla de haberte querido atrapar ¡Aguanta un poco más, querida Amalurra, Tonantzin, Pachamama, Gaia, Gea..., o cualquiera de los nombres con que aquí y allí glorificamos tu perpetua compañía! Pasa página, olvida desatinos. Sanarás de "humanitis", de la larga enfermedad de haber soportado nuestra depredadora presencia.
Sembraremos y cultivaremos sin química que te enferma, a la medida de todas las bocas del mundo. Echaremos las justas redes, de respetuosos agujeros. Te pediremos metales ya sólo para la paz, no más para carros blindados y mortíferos cañones. Te sorberemos el justo combustible hasta que tus mareas enciendan las futuras bombillas, hasta que enormes molinos de viento muevan los motores del mañana. Prenderán de nuevo danzas y hogueras en tu honor.
Retornarán tus anchos bosques, tu fresco manto verde, cantarán alegres y limpios tus ríos. Volverán tus hijos de todos los reinos, las especies que partieron. Brillarán de nuevo los piélagos, nuestros rostros se asomarán a su límpido espejo y tus ballenas ya no se lanzarán sobre las arenas, no serán confundidas en su itinerario oceánico...
Atardece en Zubielki. Suave y templada brisa peina tus campos, mientras apuro la carta y desgrano los últimos anhelos. Apago por fin la pantalla, salgo a caminarte con silente gratitud, a hollar tus veredas que me ejercitan por fuera y deleitan por dentro ¡Que serían nuestros días, no ya sin tus alimentos, no ya sin tu agua y tu templada brisa de primavera; que serían nuestras tardes sin poderte mirar cuando te recuestas, cuando te acurrucas bajo la protectora mirada de tus insomnes montañas! El sol lanza sus últimas caricias sobre las desnudas peñas de Lokitz, mientras retumba en el valle el eco de una ancestral profecía: "¡aguanta un poco más, Madre, que ya llegan los floridos, los pacíficos guerreros, que ya antes de nacer, al otro lado del velo habían acordado defenderte!".
Cierra por un instante tus infinitos ojos y siente nuestro amoroso abrazo.