¿Qué es el ego?



Maria Pinar Merino Martin

21/06/2024

Todo el mundo habla del ego, es una palabra que se repite con frecuencia en las conversaciones, pero me gustaría profundizar un poco más en su significado con objeto de identificarlo para poder desarrollar herramientas internas que nos permitan gestionarlo de la mejor manera posible para que podamos alcanzar nuestros objetivos internos desde una mayor consciencia y en un estado de mayor bienestar.



Foto de Obie Fernandez en Unsplash
El ego es un concepto complejo que se puede entender de diversas maneras dependiendo del contexto, podemos verlo desde un enfoque psicológico, filosófico e incluso espiritual.
 
Desde el punto de vista de la psicología, aparece en la teoría del Psicoanálisis de Sigmund Freud, que identifica en la psique humana tres aspectos: el id, el ego, y el superego.
 
El Id es la parte más primitiva de la mente, está presente en el ser desde su nacimiento, es el origen de los impulsos y los instintos. Se mueve por el principio del placer y busca una gratificación inmediata a sus necesidades o deseos… sin tener en cuenta el contexto, la realidad, o las normas sociales que nos rigen.
 
El Ego se desarrolla a partir del Id y surge como mediador entre los impulsos de éste y la realidad exterior. Es la parte racional y consciente que media entre las demandas del id, las normas sociales y la realidad del entorno para lograr una conducta adaptativa. Es decir, busca formas realistas y socialmente aceptables para satisfacer los deseos del Id. En términos simples, el ego es la parte de nuestra mente que gestiona nuestra identidad consciente y se encarga de lidiar con la realidad.
 
El Superego es la parte de la mente que incorpora la ética, las normas y los valores morales aprendidos de los padres, la cultura y la sociedad. Su trabajo consiste en inhibir los impulsos incontrolados del Id y convencer al ego para que actúe de manera moralmente correcta.
 
Desde el punto de vista de la filosofía cuando se habla del ego nos referimos a la autoconciencia, es decir a la percepción que una persona tiene de su propia identidad y existencia. René Descartes, por ejemplo, exploró este concepto con su famoso aforismo "Cogito, ergo sum" ("Pienso, luego existo").
 
Desde el punto de vista de la espiritualidad y la religión también encontramos que el ego aparece en muchas tradiciones espirituales que lo definen como una falsa identidad que uno construye sobre sí mismo, está basada en pensamientos, creencias y experiencias de la persona. Este ego es considerado un obstáculo para la verdadera realización y conexión con la esencia espiritual. Por ejemplo, en el budismo, el ego es visto como una fuente de sufrimiento debido a su naturaleza ilusoria y apegada.

Características del Ego

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Independientemente del contexto, el ego generalmente tiene ciertas características comunes:
 
Autodefinición: El ego crea una identidad basada en experiencias, logros, roles sociales y características personales. Conforma la idea que tenemos de nosotros mismos.
 
Defensa: El ego tiende a protegerse a sí mismo contra las amenazas que percibe, lo que puede manifestarse en actitud defensiva, orgullo, rechazo a las críticas, prepotencia, etc.
 
Comparación: El ego suele compararse con los demás, lo que puede llevar a la persona a generar sentimientos de superioridad o de inferioridad.
 
Apego: El ego se apega a las cosas, es selectivo con personas y experiencias que considera importantes para su identidad y bienestar.

Reconociendo y Gestionando el Ego

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Reconocer el ego implica volverse consciente de estos patrones de pensamiento y comportamiento que definen nuestra identidad. Gestionar el ego no significa eliminarlo, sino reconocerlo, tomar consciencia de cuando aparecen comportamientos que afectan a nuestras acciones y decisiones causándonos algún perjuicio. El camino a recorrer consiste en apoyarse en técnicas de introspección, como la meditación, la observación, la reflexión, la empatía… de manera que alcancemos una mayor autoconciencia… todas ellas son formas efectivas que nos ayudarán a gestionar el ego y a promover un sentido de identidad más saludable y equilibrado.
 
El ego es una parte integral de nuestra mente que nos ayuda a navegar por el mundo, pero también puede convertirse en un obstáculo si no se gestiona adecuadamente. Comprender su naturaleza y sus manifestaciones puede ayudar a llevar una vida más consciente y equilibrada.
 
Podemos considerar que estamos siendo “manejados” por el ego cuando aparece, por ejemplo, la resistencia al cambio o mostramos actitudes de autodefensa ante opiniones de los demás o ante circunstancias que vivimos. También cuando manifestamos necesidad de reconocimiento o buscamos la aprobación del otro para sentirnos bien con nosotros mismos. Igualmente, cuando detectamos actitudes de comparación con los demás y damos paso a la necesidad competitiva de ser mejor que el otro.
 
Una manifestación de ego se produce también cuando nos apegamos a roles, títulos o etiquetas comunes en la sociedad, por ejemplo: “el jefe”, “el artista”, “el experto” … la persona siente que pierde valor sin esos títulos. La dificultad para admitir errores propios porque pueden hacer que afloran sentimientos de superioridad o inferioridad, el ego puede hacernos pensar que somos mejores que los demás o por el contrario que no somos lo suficientemente buenos. El miedo al fracaso o al rechazo también son dos señales a tener en cuenta porque percibimos la realidad como amenazas a nuestra identidad o nuestra valía.  La preocupación excesiva por nuestra imagen o el orgullo excesivo por los logros alcanzados hasta el punto de llegar a menospreciar a los demás, es claramente una señal del ego.
 
Hay una forma sencilla para identificar el ego y es, además de esas practicas como la introspección, la meditación, la autoobservación, la reflexión, la empatía, etc. y es realizar con personas de confianza, amigos, gente que nos quiere lo que hemos dado en llamar: labor de espejo, es decir, buscar el feedback honesto de esas personas cercanas que nos ofrecerán otra interpretación de la realidad, objetivarnos con opiniones de aquellos que forman parte de nuestro entorno, de los grupos naturales a los que pertenecemos (familia, amigos, compañeros de trabajo, etc.) de esta forma podemos desarrollar la humildad y la empatía… En definitiva, centrarnos en el crecimiento personal y en el bienestar interno más que en el reconocimiento externo, para ir poco a poco modificando comportamientos reactivos y generando relaciones interpersonales satisfactorias.






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