¿Puede una sola persona cambiar el mundo?



Sara Amez

23/03/2019

¡Cuántas veces ha retumbado esa pregunta en mi cabecita, y cuántas veces me he inclinado por el NO en momentos de flaqueza y falta de confianza en la vida y las relaciones personales! Pero ahora ya puedo cambiar mi respuesta por un gran y rotundo ¡SI! Eso es lo que me (nos, si mis amigas de corazón y compañeras de voluntariado me permiten el plural) han enseñado nuestras recientes experiencias. Una persona puede cambiar el mundo de otra, e incluso una sola persona puede cambiar el mundo de muchas otras.



UNA EXPERIENCIA DE VOLUNTARIADO EN MADAGASCAR

Aún me pregunto cómo acabamos dos de mis amigas y yo en junio de 2016 en un lugar tan remoto como Madagascar. El caso es que en el ecuador de nuestro viaje decidimos pasar unos días con María, la tía de una de ellas, en uno de los sitios más recónditos y pobres del planeta, situado al sur del país: Ambovombe.
 
La sonoridad de su nombre iguala los colores y la luz de la gente que allí conocimos y las emociones que nos invadieron aquellos días. Diez monjitas, comandadas en su día por una de ellas, Sor Ángela, habían creado unas instalaciones para dar de comer y escolarizar a más de 2.000 niños y adultos, donde se incluían huertas, cocinas, aulas, pozo… y contribuían también a la formación de las mujeres rurales para que pudieran tener su propia fuente de ingresos en los mercados de la zona. Nuestra protagonista ejercía, si era necesario, de jefa de obra en la construcción del colegio, de enfermera diariamente en un minúsculo hospital que no disponía de las mínimas condiciones de salubridad, de horticultora, profesora de costura, madre “postiza” de niñas huérfanas… ¡Más de 50 años dedicados a mejorar la realidad de muchísimas personas y los que le quedan aún por dar con su vitalidad y compromiso humano!

NUESTRA IMPLICACIÓN

Pues bien, esta experiencia malgache nos inspiró para dar el paso e intentar contribuir en nuestra realidad más cercana. Ya que habíamos conocido a las Hermanas de la Caridad allí, cuando volvimos a España contactamos con la Cocina Económica de Santander, gestionada por la misma institución, en la que atienden a unas 2.500 personas anuales aproximadamente. Hace ya dos años de aquello y jamás pensamos que nuestra ínfima contribución, consistente en el acompañamiento mensual a los usuarios en salidas culturales y lúdicas por la región, pudiera tener impacto, al nivel que fuera, del modo en que nos ha llegado el retorno.
 
Uno de los asistentes habituales a las salidas insistió en vernos fuera del ámbito acostumbrado. No habíamos entendido muy bien las razones, pero, sorteando una rutina diaria que nos comía, por fin conseguimos coordinar nuestras agendas y pasar un rato con él que resultaría inolvidable.
 
Fue una agradable sorpresa verle tan ilusionado por compartir con nosotras y hacernos partícipes de su cambio de vida, al tiempo que nos agradecía el papel que habíamos desempeñado en la motivación que una persona necesita para salir adelante y mejorar su sino.
 
Otra vez me sentí desbordada, como el último día que pasé en Ambovombe, ante esa ebullición de generosidad y cariño local en la despedida de María. Los detalles del homenaje de agradecimiento os los ahorro, solo sé que flotaba alucinada con su generosidad como en aquel rincón malgache… y que si algo he aprendido en ambas ocasiones es que quien menos tiene más agradecido y generoso es. Y que el impacto de un pequeño acto aparentemente nimio por nuestra parte hacia él, como pudiera ser enviar unas palabras de afecto en una postal durante su proceso de recuperación hospitalario o un saludo casual gracias a un encuentro fortuito, resultaron “perturbaciones clave” en el devenir de su vida ¡A partir de aquel día había dejado de ser usuario y se había convertido en un voluntario más! Yo -seguramente todas-, veíamos que sólo gracias a su fuerza de voluntad lo había conseguido, pero parece ser que lo que habíamos juzgado como actos carentes de relevancia sí la habían tenido…

PERO VOLVAMOS A LA PREGUNTA DEL PRINCIPIO...

¿Qué opináis?
 
En mi caso, hace tiempo que la sonrisa de un desconocido fue capaz de cambiar mi mundo por un instante y hacer de él un lugar hermoso. Es por ello, que me gustaría dedicar estas líneas a todas aquellas personas que ponen conciencia en su mirada, coherencia y bondad en sus palabras y el alma en sus manos y sus actos. Gracias de corazón por contribuir a colorear el mundo. Y a vosotros y vosotras, personajes de esta historia, por intensificar e iluminar ese arcoíris...





Si están interesados en apadrinar o amadrinar algun@ de los niñ@s de Ambovombe, ruego se pongan en contacto con COVIDE-AMVE (Cooperación Vicenciana para el Desarrollo – Acción Misionera Vicenciana de España) en el teléfono 91 196 20 80 o en la dirección covideamve@gmail.com , indicando en el asunto “Misión Ambovombe – Madagascar”. ¡Gracias por vuestra generosidad!






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