Progresando en el amor



Rufo Cantalapiedra

31/07/2015



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Sonó el despertador como cada mañana y Anabel, instintivamente, se despertó y lo apagó, aún no había amanecido. Ese nuevo despertar era completamente distinto a todos los días de su vida anterior.

Ella nunca había tenido ese sentimiento de amor que llenaba todas las cosas. Hoy su vida era plena y estaba completa. Sentía música en su alma y eso le llevó a encender la radio y localizar una emisora que emitía canciones de amor.

Se sentía tan diferente que se daba cuenta que en ese momento no tenía miedo a nada. Desde niña los pequeños miedos le hacían que no pudiera disfrutar del momento presente. Y si pasara esto…., y si pasara lo otro….. Vivía en un mundo de posibles situaciones imaginarias, en ningún momento nada buenas, que le hacían vivir en el miedo a la vida. 

Ayer por la tarde estuvo con Mario en el cine, estuvieron viendo una película en la que ella se identificaba con la protagonista femenina y a él lo identificaba con el protagonista masculino ¡Eran las situaciones de la película tan bellas e imitables por ellos!

En el transcurso de la película Anabel apoyó su cabeza en el hombro de Mario, se sentía segura, protegida, amada. Mario buscó su mano y se la apretó con fuerza, sin palabras.

A la salida cenaron una hamburguesa en el Mac Donalds, cerca del cine. Las miradas tan llenas les hacían brillar los ojos a los dos con mucha intensidad ¡Era todo tan especial!, ¡ tan único!

Finalmente, se despidieron los dos en el coche a la puerta de la casa donde vivía Anabel, sus bocas se buscaron y se dieron un beso suave, intenso, apasionado y lleno de amor ¡Separarse era tan difícil!

Esta mañana Anabel puso el despertador para despertarse más pronto. Quería vivir despierta su vida, disfrutarla y ponerse al timón de ella. Había decidido irse esta mañana andando a la universidad. Su segundo año como universitaria estaba siendo tan especial…

Preparándose el desayuno ya oyó a la vecina. Una mujer mayor que la martirizaba poniendo el televisor a todo volumen porque era sorda. Llevaba año y medio en que cada tarde que se ponía a estudiar no se podía concentrar por el volumen tan alto que tenía. Pero esta mañana sin saber porqué ni cómo, fue Anabel la que se puso en lugar de esa mujer mayor y solitaria, comprendió su soledad, sintió su sordera y, por primera vez, le pareció que todo era normal, todo estaba bien. Anabel también amaba a su vecina.

A la entrada de clase coincidió con la compañera, esa que siempre le pedía los apuntes de clase, pero que ella cuando se los solicitaba no los compartía. Era una compañera muy poco solidaria, centrada en sí misma y exigía a los demás lo que ella no daba. Pero esa mañana la vio con ojos nuevos. Comprendió que no era amada y ella no era culpable de nada, sólo hacía lo que podía o sabía hacer, que era ser dominante y controladora. Sus miedos le hacían separarse de los demás, no confiar en nadie. No quería ser herida y, por lo tanto, ponía distancia en su amistad.

Anabel, al mirarla le sonrió y su compañera pareció cambiar su rostro que se volvió luminoso y pareció preguntarse: ¿Por qué me sonríes a mí? Se sintió especial y buscó un lugar al lado de Anabel para sentarse, algo que habitualmente no hacía, siempre se sentaba en los últimos lugares, no fuese a suceder que alguien le hiciese daño y así poder controlar bien a todos los compañeros.

El profesor comenzó su clase, era un hombre desordenado, poco trabajador, sus quejas sobre la vida, la sociedad, los políticos, los alumnos, la universidad, eran más abundantes que las explicaciones de la asignatura.

Anabel intentó comprenderlo, alguna vez más anteriormente lo había intentado, pero no pudo. Hoy sí, hoy lo amaba a él también. No sabía casi nada de la vida de ese profesor, pero sintió compasión por él. Lo vio como un niño pequeño que poco a poco se hizo mayor, pero que reclamaba la atención de todos como si no hubiera crecido.

Así transcurrió el día, Anabel se sentía tan distinta… Se dio cuenta de cómo el AMOR cambia a una persona cuando se deja poseer por él. Segundo a segundo se iba abriendo a la vida desde una gran contemplación.

Mario había sido el catalizador, el medio por el cual Anabel había sacado lo mejor de ella misma. Cuando se vive desde el AMOR se pierde el miedo y confiamos, no hay pieza del puzzle que no encuentre su sitio. Las explicaciones y la comprensión de la vida y de la humanidad es tan sencilla que pierde su misterio.

Si Anabel supiera que toda su vida puede vivirla desde el AMOR, si no se dejara llevar por la rutina y el miedo, viviría en ese estado hasta el final de sus días. Hay que ser muy consciente para permanecer en AMOR continuo, pero sabemos que muchos lo han vivido y lo viven. Anabel y nosotros también podemos.






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