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La idea de un “plan de vida” antes de nacer es fascinante y ha sido objeto de reflexión en diversas culturas y creencias. En mi opinión, recorrer el camino de la vida responde, en gran medida, a un plan trazado antes de nacer y que tiene como objetivo evolucionar como seres espirituales que estamos viviendo una experiencia humana. Descubrir tu propósito en la vida es un viaje personal y trascendente.
Según lo anterior, la reencarnación es una creencia en la que el alma pasa por múltiples vidas, y cada encarnación está conectada por un propósito superior. Esta perspectiva es la que daría lugar a la creación de un “plan de vida” antes de nacer. No obstante, como seres humanos con capacidad de decidir en base al libre albedrío, estamos continuamente escribiendo nuestra historia, incluso si no recordamos haberlo hecho antes de nacer.
Hace poco escribí un artículo en estas mismas páginas, acerca de las muchas vidas que se viven a lo largo de ese recorrido y que ponen a prueba nuestra coherencia y nuestra capacidad de superar las dificultades y retos que indefectiblemente se nos van a presentar. Cada una de esas “vidas” son eslabones de una cadena, cada uno independiente de los demás, pero que adquiere su razón de ser al unirse al resto de los eslabones a través de un hilo conductor porque juntos dan forma a la Vida.
Ese recorrido, es una aventura de la que no sabemos apenas nada, tan solo que un día tendremos que abandonarla esperando que no hayamos dejado muchas cosas pendientes de las que teníamos previstas al confeccionar nuestro Plan. A lo largo de él podremos visitar paisajes que nos asombrarán, mantener relaciones que nos harán latir con fuerza nuestro corazón, ocupar nuestro tiempo en desarrollar capacidades que ni siquiera sabíamos que teníamos y que quizás provengan de una vida anterior… En definitiva, atrevernos a ser lo que queremos ser, ése es el reto vital.
Para ayudarnos a recorrer este camino contamos con la inestimable ayuda de la mente, que nos va a ir diciendo qué decisiones tomar, de qué o de quiénes debemos protegernos, cuáles son las relaciones que debemos potenciar, etc. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la mente es limitada, al menos en la etapa evolutiva en la que el ser humano se encuentra actualmente, por lo que la Naturaleza nos ha provisto de otro mecanismo más seguro que nos llevará a tomar el camino correcto en cada momento o situación que el camino nos presente: el Corazón.
Así pues, recorrer el camino de la mano y de las indicaciones del corazón es una garantía de que la coherencia generará el combustible que nos impulse a alcanzar nuestro destino, aunque durante el recorrido no “recordemos” cual es. No obstante, hay una clave para saber si lo estamos recorriendo bien: Si lo que hacemos, pensamos, sentimos y decimos nos hace felices es que la cosa va bien, pero si no hay coherencia entre lo que pensamos y hacemos, por ejemplo, la vida nos hará patente nuestra incoherencia, a veces con problemas físicos.
Según lo anterior, la reencarnación es una creencia en la que el alma pasa por múltiples vidas, y cada encarnación está conectada por un propósito superior. Esta perspectiva es la que daría lugar a la creación de un “plan de vida” antes de nacer. No obstante, como seres humanos con capacidad de decidir en base al libre albedrío, estamos continuamente escribiendo nuestra historia, incluso si no recordamos haberlo hecho antes de nacer.
Hace poco escribí un artículo en estas mismas páginas, acerca de las muchas vidas que se viven a lo largo de ese recorrido y que ponen a prueba nuestra coherencia y nuestra capacidad de superar las dificultades y retos que indefectiblemente se nos van a presentar. Cada una de esas “vidas” son eslabones de una cadena, cada uno independiente de los demás, pero que adquiere su razón de ser al unirse al resto de los eslabones a través de un hilo conductor porque juntos dan forma a la Vida.
Ese recorrido, es una aventura de la que no sabemos apenas nada, tan solo que un día tendremos que abandonarla esperando que no hayamos dejado muchas cosas pendientes de las que teníamos previstas al confeccionar nuestro Plan. A lo largo de él podremos visitar paisajes que nos asombrarán, mantener relaciones que nos harán latir con fuerza nuestro corazón, ocupar nuestro tiempo en desarrollar capacidades que ni siquiera sabíamos que teníamos y que quizás provengan de una vida anterior… En definitiva, atrevernos a ser lo que queremos ser, ése es el reto vital.
Para ayudarnos a recorrer este camino contamos con la inestimable ayuda de la mente, que nos va a ir diciendo qué decisiones tomar, de qué o de quiénes debemos protegernos, cuáles son las relaciones que debemos potenciar, etc. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la mente es limitada, al menos en la etapa evolutiva en la que el ser humano se encuentra actualmente, por lo que la Naturaleza nos ha provisto de otro mecanismo más seguro que nos llevará a tomar el camino correcto en cada momento o situación que el camino nos presente: el Corazón.
Así pues, recorrer el camino de la mano y de las indicaciones del corazón es una garantía de que la coherencia generará el combustible que nos impulse a alcanzar nuestro destino, aunque durante el recorrido no “recordemos” cual es. No obstante, hay una clave para saber si lo estamos recorriendo bien: Si lo que hacemos, pensamos, sentimos y decimos nos hace felices es que la cosa va bien, pero si no hay coherencia entre lo que pensamos y hacemos, por ejemplo, la vida nos hará patente nuestra incoherencia, a veces con problemas físicos.
CONQUISTAR EL TERRITORIO
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Pero ¿por dónde discurre ese camino?, ¿cuál es la dimensión de ese territorio?, ¿quién lo ha diseñado?, ¿con qué dificultades nos vamos a encontrar?, ¿hay áreas de descanso y más personas que lo recorran al mismo tiempo?
Estas preguntas y muchas otras pueden surgir en la mente de quienes recorren el camino conscientemente, de quienes han dado el primer paso sabiendo hacia dónde se dirigían, aunque no supieran con qué dificultades se podrían encontrar antes de alcanzar su meta.
Antes de nacer hemos diseñado ese territorio, aunque es obvio que el mapa no es el territorio. Al hacerlo hemos marcado una serie de variables como el lugar de nacimiento, la fecha, la familia y el rol que vamos a jugar en ella, algunas señales que nos indicarán cuál es el camino correcto, donde vamos a desarrollar nuestras capacidades y con quien vamos a convivir, etc. Todo ello con el objetivo claro de superar algunas deficiencias que hemos ido arrastrando de vidas anteriores y que no queremos volver a vivirlas como, por ejemplo, la soberbia, la envidia y quizás algunos más de los llamados “pecados capitales”, que no son otra cosa más que errores cometidos al ser inconscientes del papel que jugamos en el entramado cósmico.
De eso trata la conquista del territorio. Imagina que en él se alzan diseminados unos castillos fuertemente protegidos, a los que llegan carromatos llenos de lo necesario para su mantenimiento, todos ellos procedentes del “Camino de la Mente”.
Imagina por un momento que en uno de ellos hay un cartel que dice, por ejemplo: “Castillo de la Ira”. Ahora piensa en cómo podrías conquistar ese castillo y poner en el mástil la bandera de la Paz Interior. Seguramente, una de las formas sería cerrar el paso a los carromatos de la mente obsesiva cargada de ira y abrir el camino del corazón para que entren en el castillo carromatos de compasión, de tranquilidad, de empatía…
Se puede lograr conquistar el castillo conociendo las causas de su construcción, en este caso ¿de qué nos queremos defender con nuestra ira?, ¿quién o quiénes han sido los arquitectos que te dieron la idea de que para relacionarte con los demás era necesario generar ira? A veces, el arquitecto que diseñó el Castillo de la Soberbia es el que después diseñó el de la Ira…
En definitiva, alcanzar nuestro destino nos obliga, en muchas ocasiones, a recorrer nuestro territorio con cuidado de no entrar en los caminos de la mente que te pueden llevar a situaciones que te hagan retrasarte y donde tengas que superar dificultades de todo tipo. Conquistar nuestro territorio es el trabajo que hemos querido realizar en esta vida, y el recorrido a través de él será más sencillo teniendo como guía de cuanto pienses, digas, hagas y sientas al corazón.
Recuerda que el futuro no está escrito, que la vida es una escuela donde venimos a aprender a evolucionar, donde no hay una respuesta única o definitiva a nuestras inquietudes. El propósito de nuestra existencia puede evolucionar con el tiempo y con las decisiones que tomemos. Así pues, no te cierres a explorar, aprender y crecer ¡Buena suerte en tu búsqueda!
Estas preguntas y muchas otras pueden surgir en la mente de quienes recorren el camino conscientemente, de quienes han dado el primer paso sabiendo hacia dónde se dirigían, aunque no supieran con qué dificultades se podrían encontrar antes de alcanzar su meta.
Antes de nacer hemos diseñado ese territorio, aunque es obvio que el mapa no es el territorio. Al hacerlo hemos marcado una serie de variables como el lugar de nacimiento, la fecha, la familia y el rol que vamos a jugar en ella, algunas señales que nos indicarán cuál es el camino correcto, donde vamos a desarrollar nuestras capacidades y con quien vamos a convivir, etc. Todo ello con el objetivo claro de superar algunas deficiencias que hemos ido arrastrando de vidas anteriores y que no queremos volver a vivirlas como, por ejemplo, la soberbia, la envidia y quizás algunos más de los llamados “pecados capitales”, que no son otra cosa más que errores cometidos al ser inconscientes del papel que jugamos en el entramado cósmico.
De eso trata la conquista del territorio. Imagina que en él se alzan diseminados unos castillos fuertemente protegidos, a los que llegan carromatos llenos de lo necesario para su mantenimiento, todos ellos procedentes del “Camino de la Mente”.
Imagina por un momento que en uno de ellos hay un cartel que dice, por ejemplo: “Castillo de la Ira”. Ahora piensa en cómo podrías conquistar ese castillo y poner en el mástil la bandera de la Paz Interior. Seguramente, una de las formas sería cerrar el paso a los carromatos de la mente obsesiva cargada de ira y abrir el camino del corazón para que entren en el castillo carromatos de compasión, de tranquilidad, de empatía…
Se puede lograr conquistar el castillo conociendo las causas de su construcción, en este caso ¿de qué nos queremos defender con nuestra ira?, ¿quién o quiénes han sido los arquitectos que te dieron la idea de que para relacionarte con los demás era necesario generar ira? A veces, el arquitecto que diseñó el Castillo de la Soberbia es el que después diseñó el de la Ira…
En definitiva, alcanzar nuestro destino nos obliga, en muchas ocasiones, a recorrer nuestro territorio con cuidado de no entrar en los caminos de la mente que te pueden llevar a situaciones que te hagan retrasarte y donde tengas que superar dificultades de todo tipo. Conquistar nuestro territorio es el trabajo que hemos querido realizar en esta vida, y el recorrido a través de él será más sencillo teniendo como guía de cuanto pienses, digas, hagas y sientas al corazón.
Recuerda que el futuro no está escrito, que la vida es una escuela donde venimos a aprender a evolucionar, donde no hay una respuesta única o definitiva a nuestras inquietudes. El propósito de nuestra existencia puede evolucionar con el tiempo y con las decisiones que tomemos. Así pues, no te cierres a explorar, aprender y crecer ¡Buena suerte en tu búsqueda!