Foto de Alessandro Erbetta en Unsplash
Muchas de estas instituciones religiosas defendían que la mortificación o el sufrimiento corporal acercaba a sus seguidores al Cielo, Nirvana o Paraíso, pero hoy día todo se ve de otro color gracias a la difusión del conocimiento libre.
No obstante, en la mente profunda de muchos seres humanos, aún queda la impronta dejada por esas creencias religiosas y de ahí se derivan actitudes y formas de pensar restrictivas y fanáticas.
La psicología nos habla de que hay dos movimientos fundamentales en los seres humanos, ambos producen avances, pero tienen un significado profundo muy diferente: alejarnos del dolor o acercarnos al placer. Dependiendo de qué opción elijamos se generarán en nosotros emociones y sentimientos muy diferentes, pues nuestra mente focalizará su atención en la huida de todo aquello que puede hacernos daño o, por el contrario, la focalizará en la búsqueda de la gratificación, del placer.
Y todos sabemos, que aquello donde ponemos nuestro foco de atención nos lleva a atraerlo, a hacerlo realidad en nuestra vida porque eso es lo que nuestra mente está esperando encontrar.
No obstante, en la mente profunda de muchos seres humanos, aún queda la impronta dejada por esas creencias religiosas y de ahí se derivan actitudes y formas de pensar restrictivas y fanáticas.
La psicología nos habla de que hay dos movimientos fundamentales en los seres humanos, ambos producen avances, pero tienen un significado profundo muy diferente: alejarnos del dolor o acercarnos al placer. Dependiendo de qué opción elijamos se generarán en nosotros emociones y sentimientos muy diferentes, pues nuestra mente focalizará su atención en la huida de todo aquello que puede hacernos daño o, por el contrario, la focalizará en la búsqueda de la gratificación, del placer.
Y todos sabemos, que aquello donde ponemos nuestro foco de atención nos lleva a atraerlo, a hacerlo realidad en nuestra vida porque eso es lo que nuestra mente está esperando encontrar.
El peso del pasado
Foto de Anne Nygård en Unsplash
Los comienzos de la psicología nos hablaban de que la personalidad se iba creando a partir de que el niño/a tenía una maduración neurológica/cerebral… Se estimaba que eso se producía a nivel físico alrededor de los dos años de edad. Esa creencia se mantuvo hasta Freud. Sin embargo, los avances tecnológicos y científicos nos han permitido descubrir que hay “registros” emocionales incluso en el periodo intrauterino y que existe una determinada conciencia que al principio no está anclada en las neuronas, sino en campos energéticos sutiles.
Pues bien, desde ese momento podríamos comparar la creación de nuestra personalidad con la construcción de un edificio. Las primeras experiencias (habitualmente de carácter emocional) conforman los cimientos, la base donde se irán depositando nuevos bloques que serán las experiencias vividas, en los primeros años de forma inconsciente y después dando paso paulatinamente a la consciencia.
Distintas escuelas de psicología, de autoconocimiento, de crecimiento personal, etc. defienden la necesidad de buscar en ese pasado inconsciente del periodo intrauterino y de los tres primeros años de vida, las causas de nuestros comportamientos, formas de pensar y de ver la vida. Hay un ejemplo, muy utilizado, es el de un bloque de hielo, un enorme iceberg, flotando en el mar. Bajo la superficie se oculta una gran masa de hielo, en cambio lo que aparece sobre la superficie es apenas un 10% del total del bloque. Es decir, ese 90% de hielo sumergido representaría las vivencias inconscientes que van a condicionar nuestra personalidad. Se trataría de hacer bajar el nivel de las aguas para que afloraran a la consciencia todas las experiencias y vivencias que han dejado su “poso” en nuestra biografía oculta.
El exhumar ese pasado, sacarlo para observarlo a la luz del presente, revivir las emociones ancladas ahí, mediante herramientas de introspección, de autoconocimiento, de sofrosis, etc., pero sin perder la consciencia en ningún momento, es algo altamente recomendable que todos deberíamos hacer en algún momento de nuestra vida. De esa manera, la persona, puede “ver” los episodios del pasado con un nuevo enfoque, amparada por el nivel de consciencia que tiene en el momento actual.
Pues bien, desde ese momento podríamos comparar la creación de nuestra personalidad con la construcción de un edificio. Las primeras experiencias (habitualmente de carácter emocional) conforman los cimientos, la base donde se irán depositando nuevos bloques que serán las experiencias vividas, en los primeros años de forma inconsciente y después dando paso paulatinamente a la consciencia.
Distintas escuelas de psicología, de autoconocimiento, de crecimiento personal, etc. defienden la necesidad de buscar en ese pasado inconsciente del periodo intrauterino y de los tres primeros años de vida, las causas de nuestros comportamientos, formas de pensar y de ver la vida. Hay un ejemplo, muy utilizado, es el de un bloque de hielo, un enorme iceberg, flotando en el mar. Bajo la superficie se oculta una gran masa de hielo, en cambio lo que aparece sobre la superficie es apenas un 10% del total del bloque. Es decir, ese 90% de hielo sumergido representaría las vivencias inconscientes que van a condicionar nuestra personalidad. Se trataría de hacer bajar el nivel de las aguas para que afloraran a la consciencia todas las experiencias y vivencias que han dejado su “poso” en nuestra biografía oculta.
El exhumar ese pasado, sacarlo para observarlo a la luz del presente, revivir las emociones ancladas ahí, mediante herramientas de introspección, de autoconocimiento, de sofrosis, etc., pero sin perder la consciencia en ningún momento, es algo altamente recomendable que todos deberíamos hacer en algún momento de nuestra vida. De esa manera, la persona, puede “ver” los episodios del pasado con un nuevo enfoque, amparada por el nivel de consciencia que tiene en el momento actual.
Llega el momento de pasar página
Foto de Zack Minor en Unsplash
El problema surge cuando la persona no es capaz de dejar atrás el pasado y sigue trayéndolo al presente una y otra vez, reactivando las viejas heridas, generando resentimiento hacia aquellas situaciones y hacia los protagonistas de aquellos episodios. En ocasiones, es necesaria la ayuda de un terapeuta, de un acompañante, que ayude a soltar esos lastres que impiden a la persona mirar al futuro con una mirada limpia de condicionantes y creencias ancladas en el pasado.
En el Camino del Corazón, que es un viaje de transformación apasionante, y del que ya hemos hablado en esta revista en varias ocasiones, se plantea un viaje en el que el caminante se va deteniendo en diferentes “posadas” que no son otra cosa que escenarios que muestran distintos aspectos de la personalidad, para ver cómo la persona los tiene integrados o asimilados… y una vez que se responde al reto que plantea la “posada”, se pasa página y viene una nueva ficha con otra posada diferente.
Mientras el escenario de la posada está abierto la persona lo vive con toda intensidad, pero cuando se ha gestionado y cada uno ha dado su respuesta, llega el momento de “pasar página” y el hecho de hacerlo físicamente, de guardar la ficha de lo que acabamos de transitar en la carpeta es un símbolo, pero muy efectivo, de que nos abrimos a lo que está por llegar.
El equilibrio entre la revisión de esas creencias y plantearnos una mirada limpia de condicionantes en el presente es a veces difícil de conseguir. En principio, podríamos decir que todo aquello que tenemos integrado y sigue influyéndonos en el día a día, sólo debería ser revisado si produce daño… porque si lo integrado, lo ha sido después de revivirlo emocionalmente, de una profunda reflexión y de un análisis objetivo, entonces deberíamos estar satisfechos del trabajo personal realizado y pasar página.
En definitiva, se trata de conseguir que las experiencias vividas sean asimiladas e integradas como conocimiento, algo que no “pesa” sino que supone un valioso bagaje que nos permitirá responder de forma más adecuada a lo que el presente nos vaya trayendo.
Esta actitud es especialmente recomendable cuando surgen dificultades de relación. Las relaciones interpersonales, ya sean familiares, laborales o sociales, son la pista de prueba para desarrollar una actitud abierta, serena y con confianza en la vida, confianza en que dentro de cada Ser hay una Fuerza Interior capaz de ayudarnos a gestionar y resolver cualquier situación que la vida nos presente.
En el Camino del Corazón, que es un viaje de transformación apasionante, y del que ya hemos hablado en esta revista en varias ocasiones, se plantea un viaje en el que el caminante se va deteniendo en diferentes “posadas” que no son otra cosa que escenarios que muestran distintos aspectos de la personalidad, para ver cómo la persona los tiene integrados o asimilados… y una vez que se responde al reto que plantea la “posada”, se pasa página y viene una nueva ficha con otra posada diferente.
Mientras el escenario de la posada está abierto la persona lo vive con toda intensidad, pero cuando se ha gestionado y cada uno ha dado su respuesta, llega el momento de “pasar página” y el hecho de hacerlo físicamente, de guardar la ficha de lo que acabamos de transitar en la carpeta es un símbolo, pero muy efectivo, de que nos abrimos a lo que está por llegar.
El equilibrio entre la revisión de esas creencias y plantearnos una mirada limpia de condicionantes en el presente es a veces difícil de conseguir. En principio, podríamos decir que todo aquello que tenemos integrado y sigue influyéndonos en el día a día, sólo debería ser revisado si produce daño… porque si lo integrado, lo ha sido después de revivirlo emocionalmente, de una profunda reflexión y de un análisis objetivo, entonces deberíamos estar satisfechos del trabajo personal realizado y pasar página.
En definitiva, se trata de conseguir que las experiencias vividas sean asimiladas e integradas como conocimiento, algo que no “pesa” sino que supone un valioso bagaje que nos permitirá responder de forma más adecuada a lo que el presente nos vaya trayendo.
Esta actitud es especialmente recomendable cuando surgen dificultades de relación. Las relaciones interpersonales, ya sean familiares, laborales o sociales, son la pista de prueba para desarrollar una actitud abierta, serena y con confianza en la vida, confianza en que dentro de cada Ser hay una Fuerza Interior capaz de ayudarnos a gestionar y resolver cualquier situación que la vida nos presente.