Photo by Mufid Majnun on Unsplash
Poco se invoca el diario y exigente autocuidado más allá de la "todopoderosa" inyección, la responsabilidad inherente al gobierno de un cuerpo. Echo en falta algún tertuliano que glose la alimentación sana, ecológica y natural como auténtico freno ante los ataques de los virus. Extrañamos expertos en salud que se refieran en los telediarios a los elementos del fuego, el agua, el aire y su profilaxis desestimada.
El telediario canta nueva y potente ola ¿Cuántas van ya empapando todos nuestros planes y propósitos? Ante la dimensión otorgada a una crisis, ahora agravada con la variante del “ómicron”, no se debiera escatimar información. Si se nos requiere la “pauta completa”, por favor que se nos muestre también el “menú completo”. Hay vacunas que no llevan denominaciones raras, que no se apellidan con el nombre de interesadas farmacéuticas. Por ejemplo, hay protección en el paseo a la orilla del mar o de los ríos, en el baño de bosque, en la sauna caliente, en la inmersión en el agua fría, en las esencias de las plantas, en el agradecimiento a la vida, en la armonía con quienes nos rodean, en la actitud compasiva, en la mirada positiva, en la dieta sin dolor y sangre de animal… Hay mucha inmunidad en la meditación de la mañana, en el taichí de la tarde, en la paz de la noche.
No podemos, ni debemos ponderar públicamente sobre lo que no entendemos, menos sobre un tema tan controvertido y de tanta trascendencia como es la vacuna anti Covid. Cada quien ha de tomar en su fuero interno su muy respetable decisión ante tan pertinaz polémica. Lo que sí estamos en condiciones de pronunciarnos es sobre las fuentes de la salud y, por lo tanto, de inmunidad ante las enfermedades, porque lo hemos comprobado en nosotros y porque lo hemos constatado a nuestro alrededor.
Las defensas merman con los miedos que tanto se airean pero, de cualquier forma, no combatiremos la vacuna. No la gozamos a la contra. No podríamos nunca pelear contra lo que significa alivio, contra lo que para tantas personas cobra el color de una esperanza pero, por favor, que en las pantallas de la tele se muestre el menú completo. Junto al anuncio de la Pfizer, Moderna, Janssen y AstraZeneca, se podría también anunciar la tierra cálida, la luz clara, el fuego sanador, la playa inmensa, el río bravo, el zumo verde, la ensalada cruda, el viento amable, las esencias florales, la tisana depurativa, el aceite penetrante, el sudor liberador…; también correr, nadar, ayudar, danzar, saltar, amar, reír y llorar… Porque si nos tenemos que ir, si tenemos que dejar de forma acelerada este bendito cuerpo que tanto nos ha servido, que no sea sin haber apurado esos y otros muchos más verbos cargados de gozo, compromiso y vida.
Los caminos amenazan de nuevo con cerrarse, los mandatarios con confinar de nuevo humanidades. Imposible frotarse las manos ante el descanso que otra vez se anuncia. Las noticias hablan ya de distancias cortas y tenaz techo; saben a pequeña y recogida paz, a largas tardes de fuego y suspirada lectura, pero no podremos alegrarnos.
No conseguimos calentarnos las manos, templarnos junto a la llama. El dulce té del anunciado retiro aún sabe muy amargo. No podremos hallar verdadera paz a la vera del fuego, mientras este trance sin fronteras no contribuya al madurar colectivo, mientras no hallemos un sentido profundo a toda esta ya prolongada situación, mientras no apuntemos a la verdadera causa de tanto padecimiento: nuestro asfalto descontrolado, nuestra contaminación disparada, nuestro alejamiento de la tierra y del sol, nuestra destrucción de la Madre Naturaleza.
El telediario canta nueva y potente ola ¿Cuántas van ya empapando todos nuestros planes y propósitos? Ante la dimensión otorgada a una crisis, ahora agravada con la variante del “ómicron”, no se debiera escatimar información. Si se nos requiere la “pauta completa”, por favor que se nos muestre también el “menú completo”. Hay vacunas que no llevan denominaciones raras, que no se apellidan con el nombre de interesadas farmacéuticas. Por ejemplo, hay protección en el paseo a la orilla del mar o de los ríos, en el baño de bosque, en la sauna caliente, en la inmersión en el agua fría, en las esencias de las plantas, en el agradecimiento a la vida, en la armonía con quienes nos rodean, en la actitud compasiva, en la mirada positiva, en la dieta sin dolor y sangre de animal… Hay mucha inmunidad en la meditación de la mañana, en el taichí de la tarde, en la paz de la noche.
No podemos, ni debemos ponderar públicamente sobre lo que no entendemos, menos sobre un tema tan controvertido y de tanta trascendencia como es la vacuna anti Covid. Cada quien ha de tomar en su fuero interno su muy respetable decisión ante tan pertinaz polémica. Lo que sí estamos en condiciones de pronunciarnos es sobre las fuentes de la salud y, por lo tanto, de inmunidad ante las enfermedades, porque lo hemos comprobado en nosotros y porque lo hemos constatado a nuestro alrededor.
Las defensas merman con los miedos que tanto se airean pero, de cualquier forma, no combatiremos la vacuna. No la gozamos a la contra. No podríamos nunca pelear contra lo que significa alivio, contra lo que para tantas personas cobra el color de una esperanza pero, por favor, que en las pantallas de la tele se muestre el menú completo. Junto al anuncio de la Pfizer, Moderna, Janssen y AstraZeneca, se podría también anunciar la tierra cálida, la luz clara, el fuego sanador, la playa inmensa, el río bravo, el zumo verde, la ensalada cruda, el viento amable, las esencias florales, la tisana depurativa, el aceite penetrante, el sudor liberador…; también correr, nadar, ayudar, danzar, saltar, amar, reír y llorar… Porque si nos tenemos que ir, si tenemos que dejar de forma acelerada este bendito cuerpo que tanto nos ha servido, que no sea sin haber apurado esos y otros muchos más verbos cargados de gozo, compromiso y vida.
Los caminos amenazan de nuevo con cerrarse, los mandatarios con confinar de nuevo humanidades. Imposible frotarse las manos ante el descanso que otra vez se anuncia. Las noticias hablan ya de distancias cortas y tenaz techo; saben a pequeña y recogida paz, a largas tardes de fuego y suspirada lectura, pero no podremos alegrarnos.
No conseguimos calentarnos las manos, templarnos junto a la llama. El dulce té del anunciado retiro aún sabe muy amargo. No podremos hallar verdadera paz a la vera del fuego, mientras este trance sin fronteras no contribuya al madurar colectivo, mientras no hallemos un sentido profundo a toda esta ya prolongada situación, mientras no apuntemos a la verdadera causa de tanto padecimiento: nuestro asfalto descontrolado, nuestra contaminación disparada, nuestro alejamiento de la tierra y del sol, nuestra destrucción de la Madre Naturaleza.