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La vida no para de darnos oportunidades para que podamos evaluar si hemos llegado adonde queríamos ir, si estamos en el camino o nos hemos desviado, si aquello que nos impulsaba ahora ya ha dejado de hacerlo, si conviene dar algún paso atrás. Incluso si hay que acelerar un poco. Y lo hace siempre de una forma gradual. Con avisos que, si no hemos ido atendiendo a los anteriores, se irán haciendo cada vez más intensos, cada vez más firmes hasta llegar a ser verdaderamente estridentes e imposibles de ignorar por muy ajenos que pretendamos estar a ellos.
Esta crisis del coronavirus no es el fin de nuestra civilización pero sí es un buen aviso, a nivel general, de que por el camino que vamos no va a florecer en el planeta una sociedad armónica, que nosotros y las próximas generaciones andaremos tan ocupados en un continuo “sálvese quien pueda” que no avanzaremos en los temas verdaderamente importantes a nivel global, en los objetivos que marcan la diferencia entre una civilización avanzada de otra primitiva: justicia, paz, respeto al planeta y felicidad.
Hemos ido postergando la consecución de esos objetivos globales justificándonos en que no era el momento adecuado, en que los demás no estaban preparados para ello -nosotros sí, por supuesto- y que hasta que los demás no se pusieran en marcha nosotros no podríamos hacer nada, en que a mí no me afectan esas cosas porque todo eso sucede lejos y a otras personas, en que son problemas tan grandes que yo no puedo hacer nada para solventarlos…
Y así, continuamos en una repetición cíclica de situaciones que, a pesar de los avances evidentes en los terrenos científicos y tecnológicos, se van haciendo cada vez más graves y acuciantes, cada vez las soluciones se complican más, cada vez el margen de respuesta o claridad para afrontarlos es más estrecho y oscuro. Pero sigue habiendo esperanza. Sobre todo, si a la esperanza le unimos la puesta en marcha de una multitud de personas que ya no podemos esperar, ni queremos, a que las soluciones nos caigan llovidas del cielo porque sabemos que eso nunca ha sido así. Siempre ha habido héroes, siempre han existido pioneros que no se arredraban ante el orden establecido de las cosas y se levantaron indicando nuevos caminos. Sólo que ahora hay una infinidad de esos pioneros y héroes. Y ha llegado el momento de salir a la luz.
Existe últimamente en la mente de todos -y desde siempre en el corazón-, la convicción de que hay que construir un mundo mejor. El quid de la cuestión es cómo hacerlo ¿Cómo haremos para mejorarlo, o sanarlo, o reconstruirlo, o hacer que se parezca a ese mundo que figura en muchas de esas declaraciones universales de derechos que se han ido sucediendo a lo largo de la historia? Sabiendo que existen bastantes caminos, en este colectivo queremos aportar uno de esos “cómos” sabiendo que es el interrogante principal que al resolverlo nos situará de nuevo en el camino correcto. Para ello hemos pensado en una serie de medidas, recogidas en este manifiesto, que queremos aportar a nuestra comunidad global con la convicción de que serían una buena manera de afrontar los próximos tiempos.
Sí, estamos siendo afectados por una pandemia que tenemos que solucionar poniendo en ello todo nuestro saber, que se vería significativamente aumentado si hubiera una coordinación y cooperación, pero no debemos perder de vista cual es la verdadera pandemia global que nos asola desde hace ya demasiados cientos de años: el hambre.
En diversos estudios realizados por organizaciones internacionales se comprueba que el hambre ha afectado a más de 800,000.000 de personas en cada uno de los últimos tres años. ¡Ochocientos millones de personas! ¿Cómo se nos ocurre llamarnos sociedad civilizada? ¿Cómo podemos acallar la conciencia de especie, que se supone que anida en nosotros como especie más evolucionada de las que pueblan la Tierra? ¿No son de los nuestros? ¿Eso no va con nosotros? ¡¡Ochocientos millones!! Es absolutamente prioritario atajar esa pandemia. Es lo importante y lo urgente todo a la vez.
Esos mismos estudios señalan que esta pandemia del hambre, aparte de ser por sí misma lo suficientemente grave y dolorosa, se ha visto incrementada en los últimos años por los conflictos armados, las guerras, y los fenómenos meteorológicos extremos (sequías e inundaciones) que se aceleran como consecuencia de los desequilibrios medio-ambientales. Ahí está enunciado el triángulo real e imperiosamente sangrante que nos impide avanzar hacia esa meta de dejar un mundo mejor al que encontramos ¿Que es imposible atajar estos tres dramas porque son demasiado grandes para nosotros? ¿Que quizá para el 2030 estaremos en mejores condiciones? Imposible es sólo aquello que no se intenta. Y el momento es ahora.
Esta crisis del coronavirus no es el fin de nuestra civilización pero sí es un buen aviso, a nivel general, de que por el camino que vamos no va a florecer en el planeta una sociedad armónica, que nosotros y las próximas generaciones andaremos tan ocupados en un continuo “sálvese quien pueda” que no avanzaremos en los temas verdaderamente importantes a nivel global, en los objetivos que marcan la diferencia entre una civilización avanzada de otra primitiva: justicia, paz, respeto al planeta y felicidad.
Hemos ido postergando la consecución de esos objetivos globales justificándonos en que no era el momento adecuado, en que los demás no estaban preparados para ello -nosotros sí, por supuesto- y que hasta que los demás no se pusieran en marcha nosotros no podríamos hacer nada, en que a mí no me afectan esas cosas porque todo eso sucede lejos y a otras personas, en que son problemas tan grandes que yo no puedo hacer nada para solventarlos…
Y así, continuamos en una repetición cíclica de situaciones que, a pesar de los avances evidentes en los terrenos científicos y tecnológicos, se van haciendo cada vez más graves y acuciantes, cada vez las soluciones se complican más, cada vez el margen de respuesta o claridad para afrontarlos es más estrecho y oscuro. Pero sigue habiendo esperanza. Sobre todo, si a la esperanza le unimos la puesta en marcha de una multitud de personas que ya no podemos esperar, ni queremos, a que las soluciones nos caigan llovidas del cielo porque sabemos que eso nunca ha sido así. Siempre ha habido héroes, siempre han existido pioneros que no se arredraban ante el orden establecido de las cosas y se levantaron indicando nuevos caminos. Sólo que ahora hay una infinidad de esos pioneros y héroes. Y ha llegado el momento de salir a la luz.
Existe últimamente en la mente de todos -y desde siempre en el corazón-, la convicción de que hay que construir un mundo mejor. El quid de la cuestión es cómo hacerlo ¿Cómo haremos para mejorarlo, o sanarlo, o reconstruirlo, o hacer que se parezca a ese mundo que figura en muchas de esas declaraciones universales de derechos que se han ido sucediendo a lo largo de la historia? Sabiendo que existen bastantes caminos, en este colectivo queremos aportar uno de esos “cómos” sabiendo que es el interrogante principal que al resolverlo nos situará de nuevo en el camino correcto. Para ello hemos pensado en una serie de medidas, recogidas en este manifiesto, que queremos aportar a nuestra comunidad global con la convicción de que serían una buena manera de afrontar los próximos tiempos.
Sí, estamos siendo afectados por una pandemia que tenemos que solucionar poniendo en ello todo nuestro saber, que se vería significativamente aumentado si hubiera una coordinación y cooperación, pero no debemos perder de vista cual es la verdadera pandemia global que nos asola desde hace ya demasiados cientos de años: el hambre.
En diversos estudios realizados por organizaciones internacionales se comprueba que el hambre ha afectado a más de 800,000.000 de personas en cada uno de los últimos tres años. ¡Ochocientos millones de personas! ¿Cómo se nos ocurre llamarnos sociedad civilizada? ¿Cómo podemos acallar la conciencia de especie, que se supone que anida en nosotros como especie más evolucionada de las que pueblan la Tierra? ¿No son de los nuestros? ¿Eso no va con nosotros? ¡¡Ochocientos millones!! Es absolutamente prioritario atajar esa pandemia. Es lo importante y lo urgente todo a la vez.
Esos mismos estudios señalan que esta pandemia del hambre, aparte de ser por sí misma lo suficientemente grave y dolorosa, se ha visto incrementada en los últimos años por los conflictos armados, las guerras, y los fenómenos meteorológicos extremos (sequías e inundaciones) que se aceleran como consecuencia de los desequilibrios medio-ambientales. Ahí está enunciado el triángulo real e imperiosamente sangrante que nos impide avanzar hacia esa meta de dejar un mundo mejor al que encontramos ¿Que es imposible atajar estos tres dramas porque son demasiado grandes para nosotros? ¿Que quizá para el 2030 estaremos en mejores condiciones? Imposible es sólo aquello que no se intenta. Y el momento es ahora.
1ª MEDIDA: ERRADICACIÓN DEL HAMBRE EN EL MUNDO
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El hambre, en un planeta con recursos suficientes para todos como es el nuestro es, junto con las guerras, un indicador aberrante de cómo nos podemos abandonar a la oscuridad en una civilización que se reconoce avanzada y luminosa como la actual. No hay ningún avance grande o pequeño en la humanidad que se pueda considerar como tal si antes no hemos solucionado este problema que muchísimos de nosotros consideramos como el generador de la gran mayoría de los que le siguen.
Hay espacio suficiente, hay recursos suficientes, hay un número suficiente de seres para solucionarlo, entonces, ¿por qué no lo hacemos? ¿Cómo vamos a solucionar la mayor de las pandemias que han existido hasta ahora en la historia de nuestra civilización? He aquí una forma de hacerlo.
Cada uno de los 30 países más ricos del mundo se asociará de una forma muy estrecha con dos de los que figuren de entre los 60 más pobres. Estos 30 mentores se encargarán primero de erradicar el hambre como objetivo absolutamente prioritario y urgente en sus dos países asociados, y después de eso se centrarán en un desarrollo económico, social y de libertad que los vaya igualando. Se pondrá especial cuidado en no exportar recursos naturales y/o fabricados si previamente no han contribuido al desarrollo de esos países más empobrecidos. Se podrá establecer un flujo de recursos humanos, procedimientos, técnicas y avances dentro de cada una de esas asociaciones de tal forma que cada uno de los países integrantes resulte beneficiado, empezando primero por los más desfavorecidos. Todos los planes de desarrollo que se pongan en marcha cumplirán los criterios de sostenibilidad, protección del medio ambiente, justicia social y laboral que ya estén implantados en los países que ejerzan de mentores Hay espacio suficiente, hay recursos suficientes, hay un número suficiente de seres para solucionarlo, entonces, ¿por qué no lo hacemos? ¿Cómo vamos a solucionar la mayor de las pandemias que han existido hasta ahora en la historia de nuestra civilización? He aquí una forma de hacerlo.
El hambre debería estar erradicada de una forma efectiva para el último día del año próximo.
2ª MEDIDA: UNA CIVILIZACIÓN DE PAZ. FIN DE LAS GUERRAS
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¿Has nacido tan sólo a 1 km de distancia, o algunos más, y entonces ya por ello tienes que odiar a ese vecino? ¿Los intereses de tu país son distintos de los de otro y por ello tienes que combatirlo a muerte? ¿Arrastras conflictos o afrentas del pasado, aunque sea un pasado cercano, y por ello vas a aniquilar a otro ser humano? ¿Cuándo vamos a comprender que no hay nada más antinatural que eliminar a otro ser de tu especie por motivos de diferencias culturales, religiosas, del pasado, económicas, de pensamiento o de ubicación dentro del mismo planeta?
Es hora ya que pasemos página de esta vergüenza que por miedo o egoísmo nos ha lastrado a lo largo de toda nuestra historia. El momento es ahora. No cuando se den mejores circunstancias, no cuando hayamos ajustado alguna cuenta pendiente (nunca llega ese momento en que todos hayamos ajustado cuentas, porque esos ajustes generan a su vez nuevas cuentas pendientes), no, ¡Ya!.
Creemos que una buena solución podría ser implementar una declaración de perdón universal lo suficientemente amplia y firme que se adoptaría por cada una de las partes afectadas en todos y cada uno de los conflictos bélicos existentes en el mismo momento en que se firme, por cada uno de los bandos enfrentados, una declaración de paz con la asistencia de al menos otros dos grupos ajenos al conflicto como observadores o notarios de dichas declaraciones de paz. Nada de treguas. Serían declaraciones de paz en toda regla para dejar atrás cualquier lacra del pasado y comenzar una nueva era de cooperación y avance común. Es hora ya que pasemos página de esta vergüenza que por miedo o egoísmo nos ha lastrado a lo largo de toda nuestra historia. El momento es ahora. No cuando se den mejores circunstancias, no cuando hayamos ajustado alguna cuenta pendiente (nunca llega ese momento en que todos hayamos ajustado cuentas, porque esos ajustes generan a su vez nuevas cuentas pendientes), no, ¡Ya!.
Esta nueva Era de Paz tiene que comenzar a nivel planetario el último día del año próximo.
3ª MEDIDA: CUIDADO REAL Y URGENTE DEL MEDIO AMBIENTE
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Son ya innumerables los estudios y tratados de todo tipo de científicos y especialistas que nos han ido advirtiendo en las últimas décadas de que estábamos en el filo de la navaja, en los últimos compases antes de sufrir un colapso ambiental que hemos avivado con nuestro desprecio –y, a veces, negación- sobre la importancia real del mismo. Y aunque ya hemos sobrepasado los límites en cuanto a hacer irreversible ese proceso, hemos de hacer un intento último y desesperado para no hacer del nuestro un planeta estéril y yermo para los próximos siglos o quizá milenios. Y este es el momento de ese intento desesperado. La última pandemia que estamos sufriendo arroja un punto de esperanza en el sentido de que, si actuamos globalmente y con conciencia de que nos va la vida en ello, de un día para otro podemos tomar medidas y ejecutarlas de tal forma que ese proceso de depuración del planeta, que podría ser dramático y angustioso, se vea mermado en cuanto a la intensidad y dureza de sus efectos ¿Cómo podríamos empezar?
Paralización inmediata de la fabricación y uso de plásticos de un solo uso o cuya función sea meramente servir de envase o recipientes de cualquier otro producto. Las fábricas de plásticos de ese tipo deberían transformarse de tal forma que sólo se fabriquen plásticos de uso prolongado o duradero como producto en sí (muebles, calzado, ropa, objetos o aparatos…) y estando obligadas a establecer a la vez una línea de reciclado de dichos productos paralela a la de la fabricación de los mismos, incentivando al consumidor para que se les hiciera llegar de vuelta esos productos una vez que por el uso o desgaste dejasen de cumplir su cometido. Los plásticos de un solo uso se sustituirían por materiales biodegradables que supusieran un riesgo cero de contaminación de cualquier medio natural. Mientras se ponen en marcha esas iniciativas, cuyo horizonte temporal debería estar muy cercano, podríamos establecer un día a la semana en que por parte de todos no se utilizará o consumirá ningún tipo de producto que para su preparación, fabricación o generación haya necesitado consumir algún componente no sustentable.
4ª MEDIDA: EL MUNDO LABORAL Y DE LA EMPRESA
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Ganar más, producir para consumir más, hace ya mucho tiempo que dejó de ser un indicativo fiel de aumento del bienestar o la felicidad. Acumular cosas materiales (casas, coches, ropa, zapatos, joyas, aparatos e incluso libros, cuadros, música u otros objetos artísticos) por el simple hecho de tenerlos sin que cumplan su verdadera misión de cubrir una necesidad real, nos ha traído a este momento en que la creencia de ser mejores por tener más ha nublado el verdadero sentido de la evolución del ser humano: ser más. Y mucho más cuando sabemos que ese “tener más” alocado basa gran parte de su mecanismo de generación en que otros sufran unas carencias que exceden en mucho a las carencias mínimas soportables para una vida normal. En base a ello proponemos:
Supresión de cualquier tipo de mercado de carácter eminentemente especulativo que no aporte un valor real a la economía. Esos que sólo sirven para que se aumente artificialmente la riqueza de algunos en detrimento de otros (bolsas de valores, mercados de divisas y capitales, mercados de oro y piedras preciosas…). Las empresas que necesiten financiación lo harían a través de organismos oficiales que sólo aprobarían esos fondos para financiar bienes de consumo o necesidad general, limitando los beneficios exagerados en dichas empresas. Fomento del transporte y una red de distribución oficiales, integrando en este sector los excedentes de trabajadores de las industrias que se abandonen y evitando así la multiplicación de intermediarios que no aportan valor a lo que se produce o transforma.
5ª MEDIDA: UNA SOCIEDAD COHESIONADA, JUSTA Y PACÍFICA
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La división de nuestro planeta por países, religiones, creencias políticas o culturales, razas…, no puede ser, ni ha sido nunca, un proceso natural. Si observamos la naturaleza o el mismo proceso de la vida, de partes u organismos sencillos se van conformando otros más grandes, más estables y más avanzados conforme se van agregando y uniendo unos con otros. No quiere eso decir que desaparezcan esas unidades individuales, sino que se integran, colaboran y aumentan sus potenciales al cohesionarse unos con otros y amplían así su campo de actuación y los resultados satisfactorios ante problemas que, de otro modo, resultarían imposibles o cuando menos difíciles de resolver.
Debemos dejar ya de abogar por individualismos, separatismos, nacionalismos y procesos de ese estilo que lo único que demuestran es un ego, individual o colectivo, que ha perdido el norte en cuanto a observar la vida en un planeta común a una gran cantidad de seres. Para eso se podría:
Dejar de utilizar himnos y banderas en todo tipo de actos oficiales y en fachadas de instituciones y organismos. Todo lo que sirve para separar no sirve en realidad. Se elegirá un himno oficial para todo el mundo, si acaso. Igual con las banderas. Debemos dejar ya de abogar por individualismos, separatismos, nacionalismos y procesos de ese estilo que lo único que demuestran es un ego, individual o colectivo, que ha perdido el norte en cuanto a observar la vida en un planeta común a una gran cantidad de seres. Para eso se podría:
Pd: Tenemos que ir pensando en cómo queremos que sea la nueva generación de responsables a nivel político. Personas que se muevan sobre todo por el bien común más que por intereses de grupos, personas sabias en lugar de hábiles en retórica, personas con experiencia vital acumulada en lugar de con ansias de ascender o acumular poder. Invitamos a los que cumplan ese perfil a ir planteándose dar un paso al frente porque en realidad os necesitamos para ese mundo mejor común.