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Antes de partir el sabio le dijo al viajero:
“No te olvides que el viajero se vuelve sabio cuando mantiene en su conciencia constantemente que es un viajero, que está de paso en este mundo, que lo permanente está dentro de él: sus valores, sus cualidades, su propia eternidad.
Toma tus precauciones, a veces se presentan obstáculos. Hay que tener en cuenta que hoy en día muchos se cansaron de ser niños y quisieron crecer abruptamente, y ahora quisieran ser niños otra vez. Que otros perdieron su salud por buscar riqueza y ahora pierden su riqueza para restaurar su salud. Que muchos, por pensar ansiosamente sobre el futuro, se olvidan del presente y acaban no viviendo ni en el futuro ni en el presente. Que otros viven como si nunca se fueran a morir y luego mueren como si nunca hubieran vivido”.
El viajero le dice al sabio:
“Los seres humanos tenemos mucho que aprender en el camino de la vida, dime que necesito saber antes de seguir mi viaje”.
Y el sabio le respondió:
“Los seres humanos tenemos que aprender mucho a cada paso que damos. Aprender que no podemos hacer que alguien nos ame, sino dejarnos amar. Que toma años construir la confianza y solo unos pocos segundos destruirla. Que lo más valioso no es lo que tenemos en la vida sino a quien tenemos en la vida. Que no es bueno compararnos con los demás, habrá siempre quien es mejor o peor. Que la persona rica no es la que más posee sino la que necesita menos. Que debería haber control sobre las actitudes, si no son las actitudes las que nos controlan a nosotros. Que nos toma solo unos segundos abrir heridas muy profundas en las personas que amamos y nos toma muchos años poder curarlas. Que hay que entender que pueda ser que alguien nos ame y, sin embargo, no siempre sucede que sepa expresar sus sentimientos. Que el dinero puede comprar todo menos la felicidad. Que a veces nos podemos molestar por algo, pero eso no nos da el derecho de molestar a otros.
Que a veces no es suficiente con ser perdonados, si no nos sabemos perdonar a nosotros mismos. Que los seres humanos son amos y dueños de lo que poseen, pero son esclavos de lo que dicen. Que siempre cosecharemos lo que plantamos, si plantamos habladurías vamos a cosechar intrigas, si plantamos amor vamos a cosechar felicidad. Que la verdadera felicidad no es lograr metas sino aprender a sentirnos satisfechos con lo que logramos, sin que la envidia o los celos se apoderen de nosotros por lo que nos falta. Aprender que dos personas pueden estar viendo la misma cosa y, sin embargo, están viendo algo totalmente diferente. Que aquel que es honesto consigo mismo a pesar de los obstáculos llegará lejos en su camino.
Para aprender esto y otras muchas cosas necesitas de ocho poderes. Estos son, en realidad, tu capacidad de poner en práctica tus propios valores”.
“No te olvides que el viajero se vuelve sabio cuando mantiene en su conciencia constantemente que es un viajero, que está de paso en este mundo, que lo permanente está dentro de él: sus valores, sus cualidades, su propia eternidad.
Toma tus precauciones, a veces se presentan obstáculos. Hay que tener en cuenta que hoy en día muchos se cansaron de ser niños y quisieron crecer abruptamente, y ahora quisieran ser niños otra vez. Que otros perdieron su salud por buscar riqueza y ahora pierden su riqueza para restaurar su salud. Que muchos, por pensar ansiosamente sobre el futuro, se olvidan del presente y acaban no viviendo ni en el futuro ni en el presente. Que otros viven como si nunca se fueran a morir y luego mueren como si nunca hubieran vivido”.
El viajero le dice al sabio:
“Los seres humanos tenemos mucho que aprender en el camino de la vida, dime que necesito saber antes de seguir mi viaje”.
Y el sabio le respondió:
“Los seres humanos tenemos que aprender mucho a cada paso que damos. Aprender que no podemos hacer que alguien nos ame, sino dejarnos amar. Que toma años construir la confianza y solo unos pocos segundos destruirla. Que lo más valioso no es lo que tenemos en la vida sino a quien tenemos en la vida. Que no es bueno compararnos con los demás, habrá siempre quien es mejor o peor. Que la persona rica no es la que más posee sino la que necesita menos. Que debería haber control sobre las actitudes, si no son las actitudes las que nos controlan a nosotros. Que nos toma solo unos segundos abrir heridas muy profundas en las personas que amamos y nos toma muchos años poder curarlas. Que hay que entender que pueda ser que alguien nos ame y, sin embargo, no siempre sucede que sepa expresar sus sentimientos. Que el dinero puede comprar todo menos la felicidad. Que a veces nos podemos molestar por algo, pero eso no nos da el derecho de molestar a otros.
Que a veces no es suficiente con ser perdonados, si no nos sabemos perdonar a nosotros mismos. Que los seres humanos son amos y dueños de lo que poseen, pero son esclavos de lo que dicen. Que siempre cosecharemos lo que plantamos, si plantamos habladurías vamos a cosechar intrigas, si plantamos amor vamos a cosechar felicidad. Que la verdadera felicidad no es lograr metas sino aprender a sentirnos satisfechos con lo que logramos, sin que la envidia o los celos se apoderen de nosotros por lo que nos falta. Aprender que dos personas pueden estar viendo la misma cosa y, sin embargo, están viendo algo totalmente diferente. Que aquel que es honesto consigo mismo a pesar de los obstáculos llegará lejos en su camino.
Para aprender esto y otras muchas cosas necesitas de ocho poderes. Estos son, en realidad, tu capacidad de poner en práctica tus propios valores”.
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1. El poder de empacar el pasado.
Cuando hacemos el equipaje estamos tomando una parte de nuestra vida para llevarla a otro lugar. Hacemos una selección y lo que elegimos tiene mucho que ver con quiénes somos. Cuanto más necesitemos llevar, más aferrados vamos a estar a lo que dejamos atrás y menos listos para abrirnos a algo nuevo. Los viajeros más experimentados llevan poco.
La mayoría de los seres humanos, sean de la cultura o ideología que sean, pasan gran parte de su tiempo recordando cosas que ya han sucedido. Vuelven a vivir el pasado una y otra vez. Cuando desarrollas el poder de empacar, dejas ir el pasado, dejas que el futuro se desenvuelva como realmente será, podrás dejar que tu corazón se sienta ligero, sin ningún peso; tu mente estará más clara y tú estarás libre para vivir el presente, estarás libre para vivir la experiencia de tu propia vida.
2. El poder de tolerar
Los viajes, como la vida, siempre traen sorpresas. Unas veces son buenas y otras veces inquietantes. No importa lo bien que planeemos las cosas, siempre habrá algo que se salga de nuestro control. Más que en cualquier otra circunstancia, al viajar desarrollamos el poder de la tolerancia a esos cambios que nos invitan a ser flexibles. No podemos elegir todo lo que nos pase, solo podemos elegir la forma en que lo vamos a vivir.
Las cosas que planeamos pueden salirse de su curso inesperadamente con mucha facilidad. No tenemos control sobre otras personas, no tenemos control sobre la naturaleza; tampoco podemos tener control sobre las circunstancias. El Poder de la Tolerancia no es jamás una aceptación no deseada, sino que es la habilidad de aceptar y comprender ante cualquier circunstancia.
3. El poder de adaptarte
Uno de los poderes del viaje es la adaptación. Cambiar de circunstancias y de entorno nos obliga a reajustar nuestra forma de vivir, de comer, de ubicarnos e incluso de hablar y comportarnos. La adaptabilidad es una capacidad humana que nos ayuda a vivir más plenamente. Viajando construimos y nutrimos esa maravillosa habilidad.
La mente humana no tiene límites, el corazón no tiene fronteras. Tenemos capacidad para una variedad infinita de diferentes tipos de pensamientos y amor para tanta gente como queramos. El corazón es un pozo que nunca se seca. Es el Poder Espiritual el que nos permite aceptar las diferencias en la gente, en ideas, en la cultura, en la vida. Al aceptar las diferencias, nuestra mente se abre y nuestro corazón se vuelve generoso. Así, vivir unos con otros se vuelve algo fácil, que nos hace ser felices.
4. El poder de discernir
Uno de los poderes del viaje más importantes es que siempre implica un importante número de elecciones y de decisiones, desde el destino al que nos dirigimos, hasta el tiempo que demorará el trayecto, cómo nos vamos a vestir o dónde vamos a dormir. Todas esas decisiones de viaje, pequeñas y grandes, incrementan nuestra capacidad de discernimiento.
Este poder sirve para que nuestras decisiones sean las correctas, necesitamos ser capaces de discernir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso. Necesitamos la habilidad de ver claramente, no importa qué tan bueno sea el disfraz; esto nos permite dirigir el curso de nuestra vida lo que nos llevará adonde queremos realmente ir.
Cuando hacemos el equipaje estamos tomando una parte de nuestra vida para llevarla a otro lugar. Hacemos una selección y lo que elegimos tiene mucho que ver con quiénes somos. Cuanto más necesitemos llevar, más aferrados vamos a estar a lo que dejamos atrás y menos listos para abrirnos a algo nuevo. Los viajeros más experimentados llevan poco.
La mayoría de los seres humanos, sean de la cultura o ideología que sean, pasan gran parte de su tiempo recordando cosas que ya han sucedido. Vuelven a vivir el pasado una y otra vez. Cuando desarrollas el poder de empacar, dejas ir el pasado, dejas que el futuro se desenvuelva como realmente será, podrás dejar que tu corazón se sienta ligero, sin ningún peso; tu mente estará más clara y tú estarás libre para vivir el presente, estarás libre para vivir la experiencia de tu propia vida.
Los viajes, como la vida, siempre traen sorpresas. Unas veces son buenas y otras veces inquietantes. No importa lo bien que planeemos las cosas, siempre habrá algo que se salga de nuestro control. Más que en cualquier otra circunstancia, al viajar desarrollamos el poder de la tolerancia a esos cambios que nos invitan a ser flexibles. No podemos elegir todo lo que nos pase, solo podemos elegir la forma en que lo vamos a vivir.
Las cosas que planeamos pueden salirse de su curso inesperadamente con mucha facilidad. No tenemos control sobre otras personas, no tenemos control sobre la naturaleza; tampoco podemos tener control sobre las circunstancias. El Poder de la Tolerancia no es jamás una aceptación no deseada, sino que es la habilidad de aceptar y comprender ante cualquier circunstancia.
Uno de los poderes del viaje es la adaptación. Cambiar de circunstancias y de entorno nos obliga a reajustar nuestra forma de vivir, de comer, de ubicarnos e incluso de hablar y comportarnos. La adaptabilidad es una capacidad humana que nos ayuda a vivir más plenamente. Viajando construimos y nutrimos esa maravillosa habilidad.
La mente humana no tiene límites, el corazón no tiene fronteras. Tenemos capacidad para una variedad infinita de diferentes tipos de pensamientos y amor para tanta gente como queramos. El corazón es un pozo que nunca se seca. Es el Poder Espiritual el que nos permite aceptar las diferencias en la gente, en ideas, en la cultura, en la vida. Al aceptar las diferencias, nuestra mente se abre y nuestro corazón se vuelve generoso. Así, vivir unos con otros se vuelve algo fácil, que nos hace ser felices.
Uno de los poderes del viaje más importantes es que siempre implica un importante número de elecciones y de decisiones, desde el destino al que nos dirigimos, hasta el tiempo que demorará el trayecto, cómo nos vamos a vestir o dónde vamos a dormir. Todas esas decisiones de viaje, pequeñas y grandes, incrementan nuestra capacidad de discernimiento.
Este poder sirve para que nuestras decisiones sean las correctas, necesitamos ser capaces de discernir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso. Necesitamos la habilidad de ver claramente, no importa qué tan bueno sea el disfraz; esto nos permite dirigir el curso de nuestra vida lo que nos llevará adonde queremos realmente ir.
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5. El poder de juzgar
Ir a un lugar que no conocemos o con el que no estamos tan familiarizados supone formarnos un conjunto de juicios sobre lo que encontramos en el camino. Descubrimos otras formas de ser y de pensar que pueden llegar a contrastar significativamente con lo que somos y pensamos.
A medida que nos encontramos con lo diferente, ampliamos la mente. Uno de los poderes del viaje es, por tanto, el enriquecimiento del juicio y del criterio.
El Poder de Juzgar nos permite valorar hasta la última consecuencia de nuestras acciones y las acciones de los otros.
6. El poder de afrontar
El tao del viajero dice que todo camino tiene rocas y que todo caminante lleva alguna sombra dentro de sí. Una cosa es afrontar las dificultades en nuestro hábitat actual y otra muy diferente hacerlo en un contexto que nos es ajeno.
Asimismo, muchas “sombras” que llevamos dentro solo emergen cuando nos distanciamos de lo que nos resulta familiar. Un viaje siempre nos invita a mirar a los miedos más directamente a la cara.
Es reconocer nuestras debilidades, afrontar las sombras en el interior de nosotros mismos con honestidad, éste es el poder más elevado en el comportamiento humano. Como dice el Tao del Viajero: “Incluso el Viajero Sabio es asediado por los obstáculos: el Sabio afronta las rocas en el camino y las debilidades dentro de sí, con la misma valentía”.
7. El poder de cooperar
Un viaje siempre implica cooperación. Si viajas con alguien o en grupo, la interacción es mucho mayor que en la vida cotidiana. Los obstáculos del camino se comparten, así como las carencias y los logros.
Cuando viajas solo esa cooperación se manifiesta en todo su esplendor. Estás solo, pero siempre tienes que acudir a otros para avanzar, aunque sean extraños. Descubres que la humanidad está unida por vínculos indestructibles.
Creando alianzas, el Sabio ayuda a sus compañeros. Dos, pueden lograr lo que uno solo no puede; cooperando en todo, él honra a sus compañeros
8. El poder de retirarte o de la introspección
Este es uno de los más bellos poderes del viaje. Toda travesía por el mundo es también un recorrido hacia ti mismo. A veces tenemos que alejarnos de lo cotidiano para lograr acercarnos a nosotros mismos. A veces tenemos que perdernos para poder encontrarnos. O tenemos que apartarnos de la ruta para encontrar el verdadero camino.
En un albergue del Camino de Santiago descubrí este axioma: “No corras peregrino que donde tienes que llegar es a ti mismo”.
En definitiva, el viaje nos recuerda que todo en la vida es transitorio y que lo más importante no es llegar a un lugar, sino disfrutar de cada paso.
Aprender a retirarse es un poder espiritual que podemos llevar con nosotros en cualquier situación. Es una protección que siempre nos acompaña.
Ir a un lugar que no conocemos o con el que no estamos tan familiarizados supone formarnos un conjunto de juicios sobre lo que encontramos en el camino. Descubrimos otras formas de ser y de pensar que pueden llegar a contrastar significativamente con lo que somos y pensamos.
A medida que nos encontramos con lo diferente, ampliamos la mente. Uno de los poderes del viaje es, por tanto, el enriquecimiento del juicio y del criterio.
El Poder de Juzgar nos permite valorar hasta la última consecuencia de nuestras acciones y las acciones de los otros.
El tao del viajero dice que todo camino tiene rocas y que todo caminante lleva alguna sombra dentro de sí. Una cosa es afrontar las dificultades en nuestro hábitat actual y otra muy diferente hacerlo en un contexto que nos es ajeno.
Asimismo, muchas “sombras” que llevamos dentro solo emergen cuando nos distanciamos de lo que nos resulta familiar. Un viaje siempre nos invita a mirar a los miedos más directamente a la cara.
Es reconocer nuestras debilidades, afrontar las sombras en el interior de nosotros mismos con honestidad, éste es el poder más elevado en el comportamiento humano. Como dice el Tao del Viajero: “Incluso el Viajero Sabio es asediado por los obstáculos: el Sabio afronta las rocas en el camino y las debilidades dentro de sí, con la misma valentía”.
Un viaje siempre implica cooperación. Si viajas con alguien o en grupo, la interacción es mucho mayor que en la vida cotidiana. Los obstáculos del camino se comparten, así como las carencias y los logros.
Cuando viajas solo esa cooperación se manifiesta en todo su esplendor. Estás solo, pero siempre tienes que acudir a otros para avanzar, aunque sean extraños. Descubres que la humanidad está unida por vínculos indestructibles.
Creando alianzas, el Sabio ayuda a sus compañeros. Dos, pueden lograr lo que uno solo no puede; cooperando en todo, él honra a sus compañeros
Este es uno de los más bellos poderes del viaje. Toda travesía por el mundo es también un recorrido hacia ti mismo. A veces tenemos que alejarnos de lo cotidiano para lograr acercarnos a nosotros mismos. A veces tenemos que perdernos para poder encontrarnos. O tenemos que apartarnos de la ruta para encontrar el verdadero camino.
En un albergue del Camino de Santiago descubrí este axioma: “No corras peregrino que donde tienes que llegar es a ti mismo”.
En definitiva, el viaje nos recuerda que todo en la vida es transitorio y que lo más importante no es llegar a un lugar, sino disfrutar de cada paso.
Aprender a retirarse es un poder espiritual que podemos llevar con nosotros en cualquier situación. Es una protección que siempre nos acompaña.