Lo que la naturaleza nos enseña



Gloria Lanzo Cobos

21/02/2022

La Tierra es un ser vivo en constante evolución que, aunque lentos, sus latidos son constantes. Todos los procesos y fenómenos naturales del planeta han de contemplarse en un sentido muy amplio, ya que forman parte de la evolución cósmica y planetaria de cuyos orígenes y destino nos queda aún mucho por conocer. Esos procesos, al igual que las piezas de un puzle, se integran y encajan en dicha evolución. Su horizonte es el mundo del futuro, en donde cuanto ahora pasa tendrá un sentido mañana.



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La humildad es uno de los valores que la naturaleza nos ayuda a cultivar, en nuestra sociedad los seres humanos vivimos  pensando en: “mi negocio”, “mi casa”, “mi trabajo”, “mis posesiones materiales”…y  no nos paramos a reflexionar que todo cuanto poseemos se lo debemos a la Madre Tierra, a la naturaleza, la cual en un momento dado es capaz de recobrarlo todo para sí y transformarlo.
 
Pero en caso de catástrofe natural, ¿Qué pasaría si viviéramos en una comunidad en armonía con la naturaleza y cuyas bases se apoyarán en el bien común?
 
Es posible que cuando acontecieran fenómenos naturales como la erupción del volcán Cumbre Vieja de la Palma que se dio en el otoño de 2021, así como inundaciones, terremotos, huracanes, tornados, etc., la comunidad, gracias a los avances científicos y tecnológicos, podría prevenir eficazmente algunos de los daños personales y materiales, principalmente no dejando construir en lugares de alto riesgo, aunque las predicciones fueran una erupción cada 30, 50, 100 años o más. Así se evitaría al máximo posible las pérdidas humanas y de seres vivos, el sufrimiento de las personas que pierden sus casas y modos de vida, pues daría igual si esa circunstancia se diera en mucho tiempo porque dicha comunidad tendría en cuenta el bienestar de las futuras generaciones y valoraría que no vale la pena arriesgarse, poniendo en primer lugar a las personas y no a las cosas.

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Y aún así, pese a todas las previsiones, si por esas circunstancias hubiera pérdidas como la vivienda o el trabajo, se les proporcionarían los mismos de nuevo para que pudieran rehacer su vida, y las personas tendrían la seguridad de que en casos así siempre habría esa respuesta. La comunidad global apoyaría al 100% a todas las personas afectadas de todos los modos posibles: a nivel psicológico, emocional, personal, laboral, sanitario, educativo… de modo que disminuiría en gran parte el sentimiento de pérdida y el posterior sufrimiento. Ese proceso se iría puliendo con el tiempo gracias al avance de la sociedad, y así se actuaría en todo el planeta.

CAMBIO DE ENFOQUE

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Aún nos queda mucho por aprender, pero estamos inmersos en ese proceso de cambio. El amor que se genera entre las familias y las comunidades es la energía de unión y cohesión que puede con todo. En momentos así en los que se dan las pérdidas de hogares, trabajos y recuerdos de toda una vida, nos ayudará si cambiamos nuestro foco de atención de manera que, en lugar de pensar en todo lo que podamos haber perdido en una catástrofe de esa índole, pongamos nuestro pensamiento en la vida tan preciada que nos queda por vivir, en las experiencias nuevas que vendrán, en los momentos que seguiremos compartiendo con nuestros seres queridos y nuestras amistades, en como lograremos otros objetivos que quizás antes ni imaginábamos.

REFLEXIÓN

Ante los fenómenos naturales podemos reflexionar sobre lo siguiente:
Nada material es verdaderamente nuestro, siempre es una parte pasajera de nuestra existencia. Lo importante lo tenemos en nuestro interior, nuestras herramientas y potencialidades, el amor, nuestros valores, la salud, la amistad, y la certeza de que todo ello compartiéndolo con los demás engrandece nuestra alma y es lo que hace que sintamos que, pese a todo, la vida merece la pena vivirla.
Siempre hay un motivo, todo que tiene su sentido, pero para encontrarlo hemos de observarlo desde un plano global más amplio de la existencia.






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