Photo by Joshua Earle on Unsplash
Esto lo escribí en julio de 2013 y han pasado ocho años desde entonces, ocho años en que el discurrir de los acontecimientos nos ha traído algunas experiencias -unas buenas y otras no tanto-, que quizás nos pueden haber servido para caminar con pasos un poco más seguros por este sendero que llamamos Vida.
Sin embargo, hace aproximadamente año y medio, apareció en nuestro horizonte una cosa llamada “Pandemia”. Pero entonces no nos percatamos de lo que podría suceder a partir del momento en que las autoridades tomaron la iniciativa de enfrentarse a esa pandemia. Y todas las medidas que se fueron adoptando consistían básicamente en cortarnos las alas.
“Quédate en tu jaula”, “no vueles, que te puedes contagiar”, “tápate la boca y así no cantarás, porque sabemos que si cantas puedes contaminar a otros”, “mira con recelo a quienes se crucen contigo, pueden ser peligrosos, aléjate de ellos” y así un largo etcétera… hasta llegar a lo último: la vacunación.
Las vacunas experimentales, que dentro de poco van a ser obligatorias, conculcan principios fundamentales de los derechos humanos, como es el la libertad de elección. La base fundamental de la evolución humana consiste, fundamentalmente, en la utilización del libre albedrío, algo que no se ha tenido en cuenta bajo el lema “seguridad o libertad”, como si ambas no pudieran ser compatibles.
Poco a poco, hemos sido adoctrinados para tener la boca cerrada y no escuchar a quienes opinan distinto a lo “oficialmente propuesto”. Quienes opinan distinto no son cuatro locos sin estudios ni preparación, por el contrario, son médicos, científicos expertos en biología o en inmunología entre otros, que han investigado sobre los efectos negativos de las vacunas pero a los que no se les ha escuchado, porque si se preocuparan de ver cuáles son sus conclusiones, tendrían que poner en tela de juicio lo que una organización, tan poco independiente en sus planteamientos como la OMS propugna, con el agravante además de haber ido cambiando de criterio cada dos por tres sobre la manera de atajar la pandemia.
Pero lo que se propusieron las autoridades sanitarias con sus medidas restrictivas (algunas de las cuales no soportarían un análisis objetivo del sentido común) lo han conseguido. El miedo ha hecho mella en la mayoría de los ciudadanos, sobre todo los de más edad, y va a ser muy difícil que desaparezca, algo que hace que las multinacionales farmacéuticas se estén frotando las manos. Y lo curioso del caso es que, después de todas las restricciones, confinamientos, toques de queda, vacunaciones, etc. se siguen produciendo contagios. Lo que no nos dicen es cuántos de esos contagiados son asintomáticos, cuántos han sido dados de alta, cuántos pasan la cuarentena tomando solo un analgésico… Si nos informaran de esas cifras bajaría el nivel de miedo en la población, algo que no se puede consentir ¿verdad?
Si en lugar de tantas restricciones, las autoridades se preocuparan de educar a los ciudadanos a base de aumentar sus sistemas de defensas, con los elementos conocidos por todos, incluidos los gobernantes, no nos afectarían tanto las pandemias, ni el Covid ni ninguna otra, pero claro eso es muy barato. La humanidad saldrá adelante con vacunas o sin vacunas, porque la naturaleza humana tiene recursos internos para hacer frente a los generadores del miedo: LA LIBERTAD.
Sin embargo, hace aproximadamente año y medio, apareció en nuestro horizonte una cosa llamada “Pandemia”. Pero entonces no nos percatamos de lo que podría suceder a partir del momento en que las autoridades tomaron la iniciativa de enfrentarse a esa pandemia. Y todas las medidas que se fueron adoptando consistían básicamente en cortarnos las alas.
“Quédate en tu jaula”, “no vueles, que te puedes contagiar”, “tápate la boca y así no cantarás, porque sabemos que si cantas puedes contaminar a otros”, “mira con recelo a quienes se crucen contigo, pueden ser peligrosos, aléjate de ellos” y así un largo etcétera… hasta llegar a lo último: la vacunación.
Las vacunas experimentales, que dentro de poco van a ser obligatorias, conculcan principios fundamentales de los derechos humanos, como es el la libertad de elección. La base fundamental de la evolución humana consiste, fundamentalmente, en la utilización del libre albedrío, algo que no se ha tenido en cuenta bajo el lema “seguridad o libertad”, como si ambas no pudieran ser compatibles.
Poco a poco, hemos sido adoctrinados para tener la boca cerrada y no escuchar a quienes opinan distinto a lo “oficialmente propuesto”. Quienes opinan distinto no son cuatro locos sin estudios ni preparación, por el contrario, son médicos, científicos expertos en biología o en inmunología entre otros, que han investigado sobre los efectos negativos de las vacunas pero a los que no se les ha escuchado, porque si se preocuparan de ver cuáles son sus conclusiones, tendrían que poner en tela de juicio lo que una organización, tan poco independiente en sus planteamientos como la OMS propugna, con el agravante además de haber ido cambiando de criterio cada dos por tres sobre la manera de atajar la pandemia.
Pero lo que se propusieron las autoridades sanitarias con sus medidas restrictivas (algunas de las cuales no soportarían un análisis objetivo del sentido común) lo han conseguido. El miedo ha hecho mella en la mayoría de los ciudadanos, sobre todo los de más edad, y va a ser muy difícil que desaparezca, algo que hace que las multinacionales farmacéuticas se estén frotando las manos. Y lo curioso del caso es que, después de todas las restricciones, confinamientos, toques de queda, vacunaciones, etc. se siguen produciendo contagios. Lo que no nos dicen es cuántos de esos contagiados son asintomáticos, cuántos han sido dados de alta, cuántos pasan la cuarentena tomando solo un analgésico… Si nos informaran de esas cifras bajaría el nivel de miedo en la población, algo que no se puede consentir ¿verdad?
Si en lugar de tantas restricciones, las autoridades se preocuparan de educar a los ciudadanos a base de aumentar sus sistemas de defensas, con los elementos conocidos por todos, incluidos los gobernantes, no nos afectarían tanto las pandemias, ni el Covid ni ninguna otra, pero claro eso es muy barato. La humanidad saldrá adelante con vacunas o sin vacunas, porque la naturaleza humana tiene recursos internos para hacer frente a los generadores del miedo: LA LIBERTAD.