Levantar la mirada



Alicia Montesdeoca

10/12/2024

Con esta acción trato de aprender lo que ese simple gesto me puede enseñar.
Por de pronto, cuando la mente se me enreda me doy cuenta que la mirada queda atrapada en un punto, pero, si la levanto, la mente calla y se disuelve la emoción, casi siempre negativa, que su parloteo me produce.
Intuyo, también, que este gesto tiene unas implicaciones mayores, por eso, para descubrirlas es que doy inicio a este especial diario cronológico de un nuevo proceso.



Foto de engin akyurt en Unsplash
Levantar la mirada es también sinónimo de elevar la confianza en el Universo y reconocer que los seres queridos están contenidos en Él. Por lo tanto, todo lo que tienen que vivir cuenta con la protección y los dones necesarios para su evolución. No he de preocuparme de ellos, los riesgos que viven o han de vivir son las oportunidades para su crecimiento espiritual.  Para nutrir la capacidad de elevar la mirada es necesario aplicarme al estudio sobre la complejidad que poseo como ser humano. La Ciencia del Yo me está ayudando en ello.  Levantar la mirada es también dirigirla hacia mi interior, para encontrar aquellas orientaciones que me han de conducir por el sendero de la eternidad. Ese mirar al interior me lleva hoy a comprender que todas las herramientas que necesito ya las tengo; que no he de seguir acumulando más, sino dejarme orientar por la intuición; ella me alumbra los pasos que me llevan al encuentro con la Realidad que siempre me espera…  Elevar la mirada es sintonizar la mente con la vibración del corazón. Con este acto la mente queda impregnada de la sabiduría que guarda el corazón y procederá con coherencia con la información que desde el espíritu llega. Desde ahí, el pensamiento se enriquece, las emociones se armonizan y el actuar se convierte en un acto fluido y sin cargas que lo frenen.  Elevar la mirada es comprender que en todo proceso de toma de conciencia tengo que contar con el cuerpo.  Contar con él es tener presente que la energía que recibe está fluyendo desde los centros energéticos a las glándulas. Contar con él es medir mis fuerzas y considerar el estado en el que se encuentran, no llevarlo hasta su agotamiento. Contar con él es pedirle permiso y cooperación para continuar aprendiendo y elevando la mirada al Universo.  Levantar la mirada es conectar con la compasión que viene desde el Universo y asumirla como fuerza generadora. Hacer llegar la compasión a todos los seres humanos es el objetivo: compadecer es comprender, desde el corazón, el sentido que tiene cada vida humana, aceptando el momento que atraviesa la humanidad en su conjunto.  Recoger solo los aprendizajes. Mientras los seres humanos valoramos y nos recreamos en el anecdotario de lo que vivimos, el Universo recoge, solo, sus aprendizajes y los convierte en materiales de Sí mismo, expresiones de sus leyes. Si los humanos llenáramos nuestros cestos vitales de las flores de lo aprendido, gozaríamos del jardín que se ha diseñado, sembrado y florecido con las experiencias vividas: “El país de las maravillas”.  Levantar la mirada es encontrarte con la Identidad Espiritual, sin apegos temporales: lo pasado no la define; los demás no la condicionan; las circunstancias no la determinan. Soy lo que Soy y me manifiesto en la medida que me reconozco, me libero de los espejismos que se crean con la confusión en la que se vive, al identificar realidad con manifestaciones materiales o mentales. En verdad, soy un espíritu encarnado que ha decidido hacer vivir un sueño a su criatura, para poder expresar lo que es, en un espacio y en un tiempo terrenal. El objetivo de esa decisión sólo Él lo conoce, permanentemente ha estado presente, y siempre ha alimentado los pasos que la criatura ha dado, sus búsquedas, sus decisiones, sus realizaciones, sus sufrimientos y sus ideales. Esta constatación libera la identidad humana temporal y la descubre como lo que siempre ha sido: una expresión más de aquella chispa de lo divino que decidió, desde la eternidad, tomar forma y confundirse con la forma, para así ser expresión sutil en lo denso y elevarlo fecundándolo.  Elevar la mirada es prescindir de todas las ataduras que esta experiencia me ha creado y de todas aquellas realidades que la refuerzan y las sostienen. De la confusión se sale cuando nos distanciamos de las interpretaciones y buscamos en la Identidad las respuestas y los conocimientos que nos la devuelven.  Elevar la mirada es descubrir que la familia terrenal es un espacio, transitorio, de aprendizaje individual y colectivo que refleja todos los procesos que vive la humanidad en su conjunto. En la familia experimentamos la Vida; se desarrollan las herramientas para vivirla; se crean las realidades que configurarán los marcos de relaciones futuras y, durante gran parte del recorrido por la existencia, sirve de referencia para construir las nuevas posibilidades colectivas que van a protagonizar las generaciones que en ella se generen. El patrón familiar impregnará cualquier institución que se cree.  Elevar la mirada, desde y sobre la familia, ayuda a descubrir aquellos recursos útiles, pero, también, aquellos vínculos que se establecieron y que en un momento determinado dejan de ser necesarios por obsoletos. Elevando la mirada, después de un tiempo, se descubre lo que se gestó, lo que se desarrolló, lo que se frustró y lo que se pervirtió. Las posibilidades que se desarrollaron y las que se destruyeron; la generosidad y el amor que fomentó y el control y las carencias que impuso el modelo familiar que se adoptó. Elevando la mirada se descubre que, efectivamente, la familia es la célula básica con la que se construye la sociedad. Así como es ella así es como se reproduce y se complejizan todos los elementos que más tarde, cuando llega el momento de su expansión, se proyectaran a partir de los aprendizajes obtenidos. Elevando la mirada se relativizan los dones, las verdades, los patrones, los roles que en ella se generaron, para situarnos en la realidad social y comprender de dónde venimos y a dónde hemos llegado como sociedad humana. Elevando la mirada sólo el amor, el respeto y la comprensión hacia todo y hacia todos queda como aprendizaje de la experiencia que procede de la relación familiar.  Elevando la mirada observo que he llegado a un punto en que retomo todo lo aprendido y que en esa síntesis descubro a mi Espíritu Creador dirigiendo hacia este momento su obra, Sí mismo. 
Mi conclusión es seguir en la tarea, construyendo paso a paso el objetivo: dejar que el Espíritu se exprese y que se diluya en Él su criatura para pasar a la siguiente etapa, con la conciencia clara de que pertenecemos al Universo y que en Él se expresa todo lo que todos hemos logrado hasta ahora, a través de un ciego y anónimo discurrir humano.






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