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Según las investigaciones realizadas en las últimas décadas por la neuropsicología se ha comprobado que el uso continuado de palabras negativas produce una alteración en los niveles hormonales y en los neurotransmisores. En cambio, las palabras positivas fortalecen nuestros lóbulos frontales y favorecen el rendimiento cognitivo general del cerebro.
Un “NO” no es igual a un “SÍ” y no sólo porque expresen contenidos completamente diferentes.
Cuando escuchamos la palabra “NO”, el cerebro comienza a liberar cortisol, la hormona del estrés, que es la encargada de ponernos en alerta, lo que hace decaer nuestras funciones lógicas y nos dispara un mecanismo mental de pre-juicio hacia la persona con la que estamos conversando.
Esta es una herencia que mantenemos activa desde tiempos ancestrales y que nos ayudaba a superar situaciones peligrosas que ponían en juego nuestra supervivencia. En aquellos tiempos tenía mucho sentido, sin embargo, hoy día donde lo que prima es el razonamiento, las palabras negativas bloquean nuestra mente dificultando los procesos de pensamiento y la capacidad de razonar, influyendo además en los ritmos del sueño, el apetito, etc. afectando también al funcionamiento de la memoria y a la correcta gestión de sentimientos y emociones. Además, en las aplicaciones dentro del campo de la pedagogía se ha podido comprobar que el lenguaje negativo puede reducir el cociente intelectual.
Tengamos en cuenta que nuestro cerebro produce una respuesta bioquímica ante lo que escuchamos, sea cierto o no. Lo hace activando la amígdala que reacciona como si la amenaza fuese real.
Un “NO” no es igual a un “SÍ” y no sólo porque expresen contenidos completamente diferentes.
Cuando escuchamos la palabra “NO”, el cerebro comienza a liberar cortisol, la hormona del estrés, que es la encargada de ponernos en alerta, lo que hace decaer nuestras funciones lógicas y nos dispara un mecanismo mental de pre-juicio hacia la persona con la que estamos conversando.
Esta es una herencia que mantenemos activa desde tiempos ancestrales y que nos ayudaba a superar situaciones peligrosas que ponían en juego nuestra supervivencia. En aquellos tiempos tenía mucho sentido, sin embargo, hoy día donde lo que prima es el razonamiento, las palabras negativas bloquean nuestra mente dificultando los procesos de pensamiento y la capacidad de razonar, influyendo además en los ritmos del sueño, el apetito, etc. afectando también al funcionamiento de la memoria y a la correcta gestión de sentimientos y emociones. Además, en las aplicaciones dentro del campo de la pedagogía se ha podido comprobar que el lenguaje negativo puede reducir el cociente intelectual.
Tengamos en cuenta que nuestro cerebro produce una respuesta bioquímica ante lo que escuchamos, sea cierto o no. Lo hace activando la amígdala que reacciona como si la amenaza fuese real.
El lenguaje positivo
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En cambio, cuando escuchamos la palabra “SI”, se produce en nuestro sistema endocrino una liberación de dopamina, la hormona que regula el mecanismo de recompensa del cerebro, y nos deja con una sensación de bienestar y apertura frente a la comunicación.
Abundando en la investigación, se llevó a cabo un experimento en el que se pidió a un grupo de adultos de entre 35 y 54 años que anotasen tres cosas que les habían salido bien ese día y que explicaran el por qué. Tras tres meses de repetición, disminuyó la depresión y aumentó la autoestima de los participantes, algo que se mantuvo aún cuando habían terminado el experimento.
Esa es la aplicación que algunas escuelas de psicología y psicoterapia aplican con la formulación de decretos o afirmaciones positivas, pues se ha demostrado que centrarnos en el uso de un lenguaje positivo puede mejorar nuestro bienestar emocional.
Asimismo, se ha comprobado que determinadas palabras como AMOR, PAZ, o GRATITUD crean estructuras neuronales en nuestros lóbulos frontales y mejoran nuestra capacidad de gestión y la toma de decisiones para alcanzar resultados más correctos y beneficiosos para la persona.
En otras investigaciones se utilizaron listas de palabras positivas, negativas y neutras para medir el tiempo de reacción de los estudiantes y se descubrió que el cerebro prefiere el lenguaje positivo porque reacciona más rápidamente que cuando escucha una palabra negativa, es decir, la velocidad de procesamiento de la información aumentó cuando se trataba de palabras positivas… Eso significa mejora de la atención, la concentración y aumento de la creatividad en el ser humano.
Abundando en la investigación, se llevó a cabo un experimento en el que se pidió a un grupo de adultos de entre 35 y 54 años que anotasen tres cosas que les habían salido bien ese día y que explicaran el por qué. Tras tres meses de repetición, disminuyó la depresión y aumentó la autoestima de los participantes, algo que se mantuvo aún cuando habían terminado el experimento.
Esa es la aplicación que algunas escuelas de psicología y psicoterapia aplican con la formulación de decretos o afirmaciones positivas, pues se ha demostrado que centrarnos en el uso de un lenguaje positivo puede mejorar nuestro bienestar emocional.
Asimismo, se ha comprobado que determinadas palabras como AMOR, PAZ, o GRATITUD crean estructuras neuronales en nuestros lóbulos frontales y mejoran nuestra capacidad de gestión y la toma de decisiones para alcanzar resultados más correctos y beneficiosos para la persona.
En otras investigaciones se utilizaron listas de palabras positivas, negativas y neutras para medir el tiempo de reacción de los estudiantes y se descubrió que el cerebro prefiere el lenguaje positivo porque reacciona más rápidamente que cuando escucha una palabra negativa, es decir, la velocidad de procesamiento de la información aumentó cuando se trataba de palabras positivas… Eso significa mejora de la atención, la concentración y aumento de la creatividad en el ser humano.
Elige tus palabras con consciencia
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Estos son sólo algunos ejemplos de los descubrimientos de dos estadounidenses, Mark Waldman y Andrew Newberg, autores del libro: “Las palabras pueden cambiar tu cerebro”, en el que proponen una revolucionaria teoría:
“Las palabras son capaces de cambiar nuestro cerebro. Tanto, que en los efectos hasta ahora poco conocidos de ciertas palabras o ciertas entonaciones al hablar, podría estar la razón de que muchas veces no logremos comprender a los demás o de que ni siquiera seamos capaces de entendernos con otros”.
En sus investigaciones demuestran los efectos de una nueva comunicación, a la que llaman “compasiva”. Esta, para ellos, se traduce en una forma de contactarnos con los otros que contempla tanto el debido respeto por los demás como la sinceridad. Y en la cual resulta indispensable la aplicación de todo lo que hasta la fecha ha descubierto la ciencia sobre el impacto de las palabras.
No todas las palabras “valen”, lo mismo por eso deben utilizarse de una manera determinada… es necesario crear una red de seguridad en el lenguaje. Es necesario auto observarse durante varios días para descubrir el uso que damos a las palabras, después erradicar aquellas que produzcan efectos negativos tanto en nosotros como en los demás y, por último, sustituirlas eligiendo otras de signo contrario.
El lenguaje negativo es más amplio porque nos ayudó a sobrevivir, pero ahora es el momento de abordar emociones más evolucionadas en base a buscar y utilizar un lenguaje positivo.
“Las palabras son capaces de cambiar nuestro cerebro. Tanto, que en los efectos hasta ahora poco conocidos de ciertas palabras o ciertas entonaciones al hablar, podría estar la razón de que muchas veces no logremos comprender a los demás o de que ni siquiera seamos capaces de entendernos con otros”.
En sus investigaciones demuestran los efectos de una nueva comunicación, a la que llaman “compasiva”. Esta, para ellos, se traduce en una forma de contactarnos con los otros que contempla tanto el debido respeto por los demás como la sinceridad. Y en la cual resulta indispensable la aplicación de todo lo que hasta la fecha ha descubierto la ciencia sobre el impacto de las palabras.
No todas las palabras “valen”, lo mismo por eso deben utilizarse de una manera determinada… es necesario crear una red de seguridad en el lenguaje. Es necesario auto observarse durante varios días para descubrir el uso que damos a las palabras, después erradicar aquellas que produzcan efectos negativos tanto en nosotros como en los demás y, por último, sustituirlas eligiendo otras de signo contrario.
El lenguaje negativo es más amplio porque nos ayudó a sobrevivir, pero ahora es el momento de abordar emociones más evolucionadas en base a buscar y utilizar un lenguaje positivo.