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Suelen ser personas que han entrado en contacto con su propia espiritualidad, con un sentido trascendente de su existencia que les cuesta compartir con quienes les rodean, a sabiendas de que no serían bien comprendidas. Son personas sensibles, inteligentes, bien integradas socialmente pero que, llegado el momento, se preguntan si lo que están viviendo es lo que habían previsto vivir.
A estas personas sólo puedo decirles que, para recuperar su destino, no es necesario destruir lo que has construido hasta ahora, se trata de apoyarse en ello y sentar las bases de una nueva forma de enfocar la vida, donde escuchar al corazón a la hora de tomar decisiones o desarrollar proyectos es el sistema más adecuado, porque así está propuesto por la propia naturaleza.
Un día, más o menos a partir de los 30 años, uno va y se pregunta si además de lo que nos han enseñado nuestros padres, nuestros profesores, nuestros compañeros de trabajo y los sacerdotes, habrá algo más que no nos hayan contado y que dé por fin respuestas a nuestras inquietudes internas. Y es entonces cuando uno empieza a leer libros, a ir a conferencias, a hacer cursos... todo para ver si entre unos y otros le aplacan la comezón interna de saber más acerca de sí mismo y, por extensión, del ser humano.
Con lo que uno generalmente no cuenta es con las consecuencias de esa búsqueda, en lo que se refiere a las relaciones con los demás. Te empiezan a mirar raro y a preguntarte si no estarás metido en una secta. Si tu pareja no ha sentido las mismas inquietudes que tú, puede suceder que cada día os encontréis más distanciados y la cosa termine en ruptura o, por el contrario, que tengáis inquietudes similares y vuestra convivencia sea una bendición.
En cualquier caso, entrar en el camino de la búsqueda de uno mismo (hay quien la llama búsqueda espiritual) trae siempre consecuencias que debemos estar dispuestos a afrontar.
A medida que vas entrando en contacto con una realidad distinta a la que siempre te habían contado y tú habías creído, vas teniendo una visión más sutil de todo cuanto te rodea y ya no estás dispuesto a «tragar» con las mismas cosas que antes ni te cuestionabas; ni tampoco estás dispuesto a aguantar los mismos rollos ni a los mismos rollistas de siempre; te haces más selectivo a la hora de comer, de beber, de escuchar música, de ver películas o leer libros y cada día sientes que vas depurando tanto tu físico como tu mente y tus energías.
Por supuesto, hay que tener mucho cuidado con el ego, porque conozco a unos cuantos que por el hecho de haber estado en algunos cursillos, se creen seres superiores al resto de los mortales y alardean de sus conocimientos, que son más teóricos que prácticos, como si fueran maestros avezados en las antiguas técnicas a las que han accedido durante un fin de semana.
Tampoco aconsejo meterse en ninguna secta, sea del tipo que sea, incluyendo las oficialmente reconocidas, todas son exclusivas y excluyentes. Mejor es ir poco a poco, con el radar abierto y seleccionando lo que te llegue, que será mucho, para no equivocarte en lo que te «comas».
El corazón tiene toda la información relativa a ti -actor de tu obra de teatro personal-, y también tiene información sobre el personaje que estás interpretando en esta vida, sobre todo para que no confundas actor con personaje, que es lo que nos despista y nos hace sentirnos como el corredor de fondo, solo, aislado y con pensamientos obsesivos y recurrentes. Pregunta a tu corazón CÓMO puedes llenar tu vacío existencial, él tiene la respuesta.
En fin, amigos, que el camino espiritual no es un camino de rosas, que trae quebraderos de cabeza, que el entorno nos hará flaquear y cuestionarnos nuestro objetivo en más de una ocasión, poniendo injustamente en la balanza nuestra estabilidad emocional/familiar y nuestras inquietudes de búsqueda interior, como si ambas no fueran perfectamente compatibles. Seguro que algunos o muchos de vosotros/as habéis pasado por esto. Que sepáis que no estáis solos/as, que somos muchos los que antes de nacer nos pusimos en la cola de la ventanilla de los que queríamos vivir el cambio de paradigmas en este planeta y, poco a poco, nos vamos reconociendo. Bienvenidos al club.
A estas personas sólo puedo decirles que, para recuperar su destino, no es necesario destruir lo que has construido hasta ahora, se trata de apoyarse en ello y sentar las bases de una nueva forma de enfocar la vida, donde escuchar al corazón a la hora de tomar decisiones o desarrollar proyectos es el sistema más adecuado, porque así está propuesto por la propia naturaleza.
Un día, más o menos a partir de los 30 años, uno va y se pregunta si además de lo que nos han enseñado nuestros padres, nuestros profesores, nuestros compañeros de trabajo y los sacerdotes, habrá algo más que no nos hayan contado y que dé por fin respuestas a nuestras inquietudes internas. Y es entonces cuando uno empieza a leer libros, a ir a conferencias, a hacer cursos... todo para ver si entre unos y otros le aplacan la comezón interna de saber más acerca de sí mismo y, por extensión, del ser humano.
Con lo que uno generalmente no cuenta es con las consecuencias de esa búsqueda, en lo que se refiere a las relaciones con los demás. Te empiezan a mirar raro y a preguntarte si no estarás metido en una secta. Si tu pareja no ha sentido las mismas inquietudes que tú, puede suceder que cada día os encontréis más distanciados y la cosa termine en ruptura o, por el contrario, que tengáis inquietudes similares y vuestra convivencia sea una bendición.
En cualquier caso, entrar en el camino de la búsqueda de uno mismo (hay quien la llama búsqueda espiritual) trae siempre consecuencias que debemos estar dispuestos a afrontar.
A medida que vas entrando en contacto con una realidad distinta a la que siempre te habían contado y tú habías creído, vas teniendo una visión más sutil de todo cuanto te rodea y ya no estás dispuesto a «tragar» con las mismas cosas que antes ni te cuestionabas; ni tampoco estás dispuesto a aguantar los mismos rollos ni a los mismos rollistas de siempre; te haces más selectivo a la hora de comer, de beber, de escuchar música, de ver películas o leer libros y cada día sientes que vas depurando tanto tu físico como tu mente y tus energías.
Por supuesto, hay que tener mucho cuidado con el ego, porque conozco a unos cuantos que por el hecho de haber estado en algunos cursillos, se creen seres superiores al resto de los mortales y alardean de sus conocimientos, que son más teóricos que prácticos, como si fueran maestros avezados en las antiguas técnicas a las que han accedido durante un fin de semana.
Tampoco aconsejo meterse en ninguna secta, sea del tipo que sea, incluyendo las oficialmente reconocidas, todas son exclusivas y excluyentes. Mejor es ir poco a poco, con el radar abierto y seleccionando lo que te llegue, que será mucho, para no equivocarte en lo que te «comas».
El corazón tiene toda la información relativa a ti -actor de tu obra de teatro personal-, y también tiene información sobre el personaje que estás interpretando en esta vida, sobre todo para que no confundas actor con personaje, que es lo que nos despista y nos hace sentirnos como el corredor de fondo, solo, aislado y con pensamientos obsesivos y recurrentes. Pregunta a tu corazón CÓMO puedes llenar tu vacío existencial, él tiene la respuesta.
En fin, amigos, que el camino espiritual no es un camino de rosas, que trae quebraderos de cabeza, que el entorno nos hará flaquear y cuestionarnos nuestro objetivo en más de una ocasión, poniendo injustamente en la balanza nuestra estabilidad emocional/familiar y nuestras inquietudes de búsqueda interior, como si ambas no fueran perfectamente compatibles. Seguro que algunos o muchos de vosotros/as habéis pasado por esto. Que sepáis que no estáis solos/as, que somos muchos los que antes de nacer nos pusimos en la cola de la ventanilla de los que queríamos vivir el cambio de paradigmas en este planeta y, poco a poco, nos vamos reconociendo. Bienvenidos al club.