La magia de escribir - Parte I



Chary Sánchez Carbonell

08/01/2023

Hace unos años me adentré en la aventura de la escritura creativa, fue a través de unos cursos monográficos que la Universidad ofrecía a los mayores de más de cincuenta y cinco años. De alguna manera siempre la escritura ha estado presente en mi vida, recuerdo con cariño y nostalgia como a la edad de ocho años comencé a escribirle las cartas familiares a mi abuela, estaba casi ciega y toda su familia vivía muy lejos de nosotros.



Foto de Aaron Burden en Unsplash
Así, de tarde en tarde, nos sentábamos las dos en la enorme mesa redonda de la sala de estar, con el calorcito de la lumbre del brasero en nuestros pies, y ahí comenzaba nuestra aventura, ella me dictaba y yo lo escribía, plasmaba sus sentimientos, emociones y anhelos, sus vivencias…porque la escritura tiene esto, no son sólo palabras, sino que esas palabras escritas van vestidas de las vibraciones internas de cada uno, quedan reflejadas, “no se las lleva el viento” y eso es lo maravilloso.
 
Antes era muy común regalar, sobre todo a las niñas, un diario. En mi caso, raro era el año, o bien por mi cumpleaños o por Reyes que no caía alguno. Y para mí era uno de mis mejores regalos, ese cuaderno con unas tapas bien diseñadas de dibujos o labradas, con un candado y una llave, ya simplemente con su apariencia me trasladaba a un mundo reservado sólo para mí, donde plasmar mis emociones, unas alegres, otras tristes, mis aventuras y mis historias, era mi momento, mi momento más íntimo y enriquecedor.
 
Desde siempre, la escritura me ha servido y me sirve para ordenar mis ideas y mis sentimientos, siempre digo que me expreso mejor escribiendo que hablando y es que al escribir todo fluye: la pausa, la información, el desarrollo, la corrección… y algo muy importante de lo que ahora soy totalmente consciente y es que cuando te sumerges en ello, todo contenido mental innecesario, toda historia personal que no esté en sintonía con lo que acontece en ese momento, no aparece, estoy abducida por un eterno presente.

El eterno presente

Foto de Tim Hüfner en Unsplash
Lo mismo pasa con la pintura, con la música, la lectura… el arte tiene la cualidad que en sus múltiples manifestaciones nos lleva hacia ese estado de presencia, dónde yo como Chary y su historia desaparecen y en su lugar aparece la atención presencial. De ahí que se diga que los escritores, grandes y pequeños, conectan con un espacio atemporal dónde la información y lo voy a expresar literal, “les cae” es como tener conexión directa con esos mundos de las ideas dónde fluye un inmenso océano de  creatividad e información.
 
Y esto es debido, en gran parte, a ese ejercicio de introspección en el que nos encontramos a solas con nosotros mismos y precisamente es eso lo que lo hace tan interesante. Con ello me refiero al hecho de que al terminar una página y tras releerla despacio, ya no te parece tuya. Más aún, en ciertas ocasiones me ha sucedido que lo que en ella se cuenta es tan hermoso y profundo que llego a dudar de mi capacidad para redactar algo así de interesante.
 
Es algo mágico, ese instante en el que tu escritura te refleja una imagen con la que alcanzas a comprender el mundo mucho más allá de lo obvio. Escribimos para decir, pero el escribir también nos dice.
 
En palabras del escritor Miguel Ángel Furones: “Puede que algunos textos, por su ínfima calidad, no merezcan ser leídos. Pero todos merecen ser escritos. Porque hasta el peor de ellos servirá a su autor para alejarse de la realidad y así poder contemplarla desde sus propias palabras, mucho más de cerca”.
 
Las cosas que nos suceden en un instante, suceden todas a la vez. Estamos hablando con un amigo en un bar y escuchamos lo que él nos dice. Eso, a su vez, trae a nuestra mente otras historias. Al mismo tiempo nos fijamos en dos personas que están en la mesa de al lado. Casi sin querer, imaginamos quiénes son. Una pareja en la fase inicial de su relación, una chica comunicándole a su novio que está embarazada, dos amigos de la infancia que llevan tiempo sin verse.
 
Al mirar por la ventana vemos como una anciana pasa caminando lentamente. Nos preguntamos cómo ha sido su vida, si vivió una guerra. Mientras tanto, llega la camarera que nos trae la bebida, por el acento parece portuguesa y de repente nuestra mente viaja a ese país que conocimos hace años.

Ideas, emociones, sentimientos…

Foto de Ana Tavares en Unsplash
Cómo si esto fuera poco, nuestras emociones y sentimientos no paran de enviarle información a nuestra mente. Todo a la vez, todo en un preciso instante, mientras el instante siguiente espera su oportunidad para seguir abrumándonos con aquello que sucede y nos sucede.
 
Es una cantidad de información inmanejable y precisamente por ello, apenas conseguimos sacarle provecho. Pero para solucionar ese problema existe una herramienta inmejorable desde hace siglos: La escritura.
 
Y esa valiosa herramienta, por su propia esencia, nos obliga a reconstruir nuestras ideas y emociones de forma lineal. Una palabra detrás de la otra. Y eso tiene la ventaja de que facilita la comprensión de cuanto acontece a nuestro alrededor y en nuestro fuero interno.
 
Por todo ello os animo desde estas simples y sencillas líneas, a que os lancéis a escribir, solo para vosotros, en ese recogimiento externo e interno que nos lleva la escritura.






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