Foto de Johannes Plenio en Unsplash
Durante los años de investigación sobre la interconexión, el Instituto Heart Math en California, ha estudiado también la actividad eléctrica de los árboles, conscientes de que ellos también tienen claves que nos permitirán avanzar en esta área.
Por ejemplo, los árboles tienen una sorprendentemente compleja gama de actividad eléctrica y ritmos. Ahora los estudios del Instituto están dirigidos a medir esa actividad en grupos de árboles. Al observar la actividad de los árboles en huertos y en diferentes ubicaciones en un bosque, esperamos demostrar que, los árboles no sólo pueden estar comunicándose entre sí, sino también la forma en que pueden responder como grupo a las emociones humanas.
Los científicos saben que los árboles, como los humanos y otros seres vivos, tienen un ritmo circadiano o día-noche y otros ritmos y actividad. Por ejemplo, estos ritmos eléctricos están producidos en parte por el Sol y también por la atracción gravitatoria de la Luna sobre la Tierra.
Hay mucho más que aprender sobre los árboles, sobre todo la forma en que pueden responder a las emociones humanas, pero también cómo el hecho de estar en contacto con los campos biológicos que emiten los árboles puede tener un efecto estimulante y saludable sobre las personas. De hecho, en Japón los médicos recetan a sus pacientes “baños” de salud a través de un paseo por el bosque durante al menos 20 minutos.
Los objetivos que se plantea el HMI en su labor de investigación sobre los árboles son:
Proporcionar una comprensión más profunda de cómo las personas (incluyendo también a los demás seres vivos) y los árboles están conectados energéticamente. La recopilación de información acerca de cómo los árboles responden a las emociones humanas en general, y cómo responden a las emociones humanas positivas, en particular. La recopilación de datos antes de los terremotos para ayudar en la predicción y así salvar vidas. El establecimiento de una red de espacios de observación de los árboles y un sitio web con datos en tiempo real desde un bosque de madera roja que permita la interacción del público con los árboles en cualquier momento. Por ejemplo, los árboles tienen una sorprendentemente compleja gama de actividad eléctrica y ritmos. Ahora los estudios del Instituto están dirigidos a medir esa actividad en grupos de árboles. Al observar la actividad de los árboles en huertos y en diferentes ubicaciones en un bosque, esperamos demostrar que, los árboles no sólo pueden estar comunicándose entre sí, sino también la forma en que pueden responder como grupo a las emociones humanas.
Los científicos saben que los árboles, como los humanos y otros seres vivos, tienen un ritmo circadiano o día-noche y otros ritmos y actividad. Por ejemplo, estos ritmos eléctricos están producidos en parte por el Sol y también por la atracción gravitatoria de la Luna sobre la Tierra.
Hay mucho más que aprender sobre los árboles, sobre todo la forma en que pueden responder a las emociones humanas, pero también cómo el hecho de estar en contacto con los campos biológicos que emiten los árboles puede tener un efecto estimulante y saludable sobre las personas. De hecho, en Japón los médicos recetan a sus pacientes “baños” de salud a través de un paseo por el bosque durante al menos 20 minutos.
Los objetivos que se plantea el HMI en su labor de investigación sobre los árboles son:
Los árboles del bosque se comunican entre sí
Foto de Michael Krahn en Unsplash
Las últimas investigaciones confirman algo que muchas comunidades indígenas de nuestro planeta creen desde tiempos inmemoriales: Los árboles del bosque están conectados entre sí. Hoy sabemos que existe una red subterránea de micorrizas (mico= hongo, riza= raíz), son hongos que se conectan entre ellos y también con las raíces de los árboles, gracias a ellos comparten recursos e información.
La Doctora Suzanne Simard, Investigadora y Profesora de Ecología Forestal en la Universidad de Columbia Británica en Canadá junto a su equipo de trabajo descubrieron que los árboles y las plantas se comunican e interactúan entre sí mediante esa red subterránea de hongos que conectan a todos los individuos de un ecosistema. A través de esta simbiosis, las plantas pueden contribuir al desarrollo y crecimiento mutuo y ayudar a los diferentes ejemplares del bosque, así que no sólo se comunican, sino que se ayudan.
Estas investigaciones confirman que los árboles de un bosque, sean de la misma o de distinta especie, están conectados entre sí y que las micorrizas les permiten traspasarse recursos vitales como carbono, agua, nitrógeno y fósforo, pero también comparten información más compleja y establecen distintos tipos de relaciones que les permite alertarse ante posibles peligros e incluso ayudarse entre sí cuando alguno está en condiciones menos favorables.
La doctora Simard sostiene que “un bosque tiene más resiliencia al funcionar como una comunidad, existiendo sinergias entre sus interacciones. Un bosque con conexiones entrelazadas por el suelo, tiene la capacidad de colaborar y de ser más fuerte”.
La comunicación entre los árboles se realiza tanto entre los que están próximos como los que están a grandes distancias, formando una verdadera red de comunicación. En esta relación tienen importancia la jerarquía que cada ejemplar tiene, por eso es importante cuidar los árboles viejos, los verdaderos guardianes del conocimiento, como siguen creyendo los pueblos de la Amazonia. O los árboles Madre, que considera la investigadora canadiense: “Si perdemos estos árboles más viejos (por una sequía, lo ataca un escarabajo o los cortamos para hacer casas), toda la red puede colapsar, porque son los nodos centrales del sistema”.
Por eso, enfatiza en la importancia de protegerlos. Un aspecto llamativo que detectaron durante las investigaciones es que cuando un árbol madre va a morir acelera la transferencia de carbono a sus árboles más pequeños y a otros árboles vecinos, dirigiendo esa energía a ciertos individuos dentro de su comunidad. "Yo interpreto que hay una inteligencia, una sabiduría, una protección que se trasmite de una generación a la otra. Estas plantas están conectadas en el tiempo y en el espacio, y a través de las generaciones", expone Suzanne.
Ésta inteligencia y sabiduría acumulada de la naturaleza a la que se refiere la Doctora, nos lleva una ventaja de casi 4.000 millones de años de experiencia. ¿Cómo es posible que, como "especie inteligente", no nos detengamos a escucharla? Somos nosotros, los seres humanos, quienes debemos tomar conciencia y comenzar a entablar conversaciones de tú a tú con la Madre Naturaleza. Sólo así, aprendiendo de ella y entendiendo cuáles son sus ritmos y necesidades, lograremos estar más cerca de la naturaleza, de la vida, y por ende, de un futuro sostenible.
María Pinar Merino
Fuentes: Instituto Heart Math y Empresas por el Clima
La Doctora Suzanne Simard, Investigadora y Profesora de Ecología Forestal en la Universidad de Columbia Británica en Canadá junto a su equipo de trabajo descubrieron que los árboles y las plantas se comunican e interactúan entre sí mediante esa red subterránea de hongos que conectan a todos los individuos de un ecosistema. A través de esta simbiosis, las plantas pueden contribuir al desarrollo y crecimiento mutuo y ayudar a los diferentes ejemplares del bosque, así que no sólo se comunican, sino que se ayudan.
Estas investigaciones confirman que los árboles de un bosque, sean de la misma o de distinta especie, están conectados entre sí y que las micorrizas les permiten traspasarse recursos vitales como carbono, agua, nitrógeno y fósforo, pero también comparten información más compleja y establecen distintos tipos de relaciones que les permite alertarse ante posibles peligros e incluso ayudarse entre sí cuando alguno está en condiciones menos favorables.
La doctora Simard sostiene que “un bosque tiene más resiliencia al funcionar como una comunidad, existiendo sinergias entre sus interacciones. Un bosque con conexiones entrelazadas por el suelo, tiene la capacidad de colaborar y de ser más fuerte”.
La comunicación entre los árboles se realiza tanto entre los que están próximos como los que están a grandes distancias, formando una verdadera red de comunicación. En esta relación tienen importancia la jerarquía que cada ejemplar tiene, por eso es importante cuidar los árboles viejos, los verdaderos guardianes del conocimiento, como siguen creyendo los pueblos de la Amazonia. O los árboles Madre, que considera la investigadora canadiense: “Si perdemos estos árboles más viejos (por una sequía, lo ataca un escarabajo o los cortamos para hacer casas), toda la red puede colapsar, porque son los nodos centrales del sistema”.
Por eso, enfatiza en la importancia de protegerlos. Un aspecto llamativo que detectaron durante las investigaciones es que cuando un árbol madre va a morir acelera la transferencia de carbono a sus árboles más pequeños y a otros árboles vecinos, dirigiendo esa energía a ciertos individuos dentro de su comunidad. "Yo interpreto que hay una inteligencia, una sabiduría, una protección que se trasmite de una generación a la otra. Estas plantas están conectadas en el tiempo y en el espacio, y a través de las generaciones", expone Suzanne.
Ésta inteligencia y sabiduría acumulada de la naturaleza a la que se refiere la Doctora, nos lleva una ventaja de casi 4.000 millones de años de experiencia. ¿Cómo es posible que, como "especie inteligente", no nos detengamos a escucharla? Somos nosotros, los seres humanos, quienes debemos tomar conciencia y comenzar a entablar conversaciones de tú a tú con la Madre Naturaleza. Sólo así, aprendiendo de ella y entendiendo cuáles son sus ritmos y necesidades, lograremos estar más cerca de la naturaleza, de la vida, y por ende, de un futuro sostenible.
María Pinar Merino
Fuentes: Instituto Heart Math y Empresas por el Clima