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Que un río se desborda, las consecuencias en forma de daños materiales o la culpa de su desbordamiento es del río o del clima, nunca de no haber canalizado adecuadamente el curso del río por las autoridades competentes. Que un toro da una cornada a un torero, la culpa es del toro no del torero; que un tenista arroja al suelo su raqueta y la rompe porque ha perdido un punto o el partido, la culpa obviamente es de la raqueta; que un barco se hunde en medio de un temporal, la culpa es del mar, no del capitán del barco que decidió salir a navegar con un tiempo borrascoso, generalmente anunciado por la Agencia Estatal de Meteorología. Que un virus de origen desconocido contagia a mucha gente y hay muchos fallecimientos con desbastadoras consecuencias a nivel social y económico, la culpa es claramente del virus, que tiene la facultad de destruir el entramado económico de un país, nunca de quienes deciden imponer restricciones y medidas caóticas para combatirlo, con resultados claramente ineficaces, que acarrean nefastas consecuencias para la población en forma de aumento del paro, pobreza, colas del hambre…
Que hay que cerrar bares, hoteles, salas de cine o de teatro, campos de fútbol, tiendas de ropa o todo tipo de negocios… la culpa es del virus, un elemento inerte que solo adquiere vida cuando infecta a una célula y que, al parecer, tiene como misión eliminar personas y cargarse la economía de un país, es decir, la culpa del “empedrado”.
Los noticiarios no dejan de repetir que la causa de todos nuestros males es de la pandemia, del “bicho” que campa a sus anchas por todos los lugares y que se transmite por culpa de la irresponsabilidad de la gente, cuando la gente generalmente se está comportando responsablemente. Y si hablamos de las fiestas “ilegales” tenemos una excusa importante para declarar nuevas restricciones y confinamientos. Y todo ello no ha conseguido cargarse al virus, antes al contrario, los contagios aumentan cada día porque la pandemia ha encontrado una vía de contagio estupenda: el miedo.
El miedo rebaja la efectividad de nuestro sistema inmune, el que realmente puede eliminar al virus. Por tanto, la verdadera vacuna sería aumentar la capacidad de ese sistema diseñado por la Naturaleza para protegernos de virus como el Coronavirus, como superaríamos esta crisis pero para ello, en lugar de meternos miedo con noticias cargadas de amenazas, contagiados y muertos, deberían darnos esperanzas y soluciones a través de noticias como, por ejemplo, la cantidad de personas contagiadas que no presentan síntomas –más del 50%- o de las personas que después de presentar síntomas son dadas de alta por haber superado la enfermedad, que también son muchas ¿Por qué no nos dan esas noticias? Yo creo que el Gobierno central y los de las Autonomías piensan que si nos dicen que no hay por qué alarmarse demasiado, nos relajaríamos y tendríamos más contagios. Puede ser, pero también podría ser que si rebajamos nuestro nivel de miedo aumentaría nuestro sistema de defensas, y si lo complementamos con una saludable alimentación, con elementos potenciadores del sistema inmune como los complejos vitamínicos y, sobre todo, con relaciones abiertas con nuestros semejantes –manteniendo un cierto grado de protección- iría descendiendo el nivel de contagios, como ha ocurrido siempre con otro tipo de virus, como el de la gripe estacional, por poner un ejemplo.
Lo cierto es que el miedo ha hecho carne entre las personas mayores. Casi todas las que conozco han decidido no salir de casa, ni siquiera para hacer la compra; no se atreven a moverse de casa porque la santa televisión ha dicho “quédate en casa” y hablan de los muertos en residencias –lugares cerrados- que son personas mayores como ellas, muchas con el sistema inmune deprimido por no poder recibir las visitas de sus familiares o al ver cómo muere gente de su entorno. Por otra parte, el tomarse un café en la terraza de un bar “al aire libre” también está restringido a ciertos horarios porque, como sabe todo el mundo, el virus contagia más a unas horas que a otras (cosa que también saben los responsables de Sanidad) y que estando en la calle, al aire libre, se puede contagiar uno más que quedándose en casa. Y como ésas otras muchas disposiciones que, en mi opinión no están dando resultado porque da la impresión de que no saben muy bien cómo se contagia el virus y que, como medida segura, lo mejor es que no nos acerquemos a nadie, por si acaso…
Yo vivo en una urbanización y, generalmente, cuando salgo a pasear con el perro por la noche, no me encuentro con nadie. Esto me permite quitarme la mascarilla para respirar mejor, porque mi inteligencia me dice que estando al aire libre, sin nadie por las calles y en una zona donde el aire de la sierra limpia todo a su paso, es imposible que me contagie ni que contagie a nadie, ni del Coronavirus ni de ningún otro tipo de virus. El miedo, sin embargo, hace que algunas personas, que pasean con su perro por en medio del monte, sin que haya nadie a su alrededor a más de un kilómetro de distancia, vayan todo el rato con la mascarilla puesta, como si los árboles tuvieran la capacidad de contagiar todo tipo de enfermedades…
En fin amigos, que en mi opinión, este virus terminará desapareciendo y solo cabe esperar que, hasta que eso ocurra, nuestros representantes políticos no terminen por arruinar a un país como el nuestro, lleno de gente con un espíritu de superación envidiable. Que así sea.
Que hay que cerrar bares, hoteles, salas de cine o de teatro, campos de fútbol, tiendas de ropa o todo tipo de negocios… la culpa es del virus, un elemento inerte que solo adquiere vida cuando infecta a una célula y que, al parecer, tiene como misión eliminar personas y cargarse la economía de un país, es decir, la culpa del “empedrado”.
Los noticiarios no dejan de repetir que la causa de todos nuestros males es de la pandemia, del “bicho” que campa a sus anchas por todos los lugares y que se transmite por culpa de la irresponsabilidad de la gente, cuando la gente generalmente se está comportando responsablemente. Y si hablamos de las fiestas “ilegales” tenemos una excusa importante para declarar nuevas restricciones y confinamientos. Y todo ello no ha conseguido cargarse al virus, antes al contrario, los contagios aumentan cada día porque la pandemia ha encontrado una vía de contagio estupenda: el miedo.
El miedo rebaja la efectividad de nuestro sistema inmune, el que realmente puede eliminar al virus. Por tanto, la verdadera vacuna sería aumentar la capacidad de ese sistema diseñado por la Naturaleza para protegernos de virus como el Coronavirus, como superaríamos esta crisis pero para ello, en lugar de meternos miedo con noticias cargadas de amenazas, contagiados y muertos, deberían darnos esperanzas y soluciones a través de noticias como, por ejemplo, la cantidad de personas contagiadas que no presentan síntomas –más del 50%- o de las personas que después de presentar síntomas son dadas de alta por haber superado la enfermedad, que también son muchas ¿Por qué no nos dan esas noticias? Yo creo que el Gobierno central y los de las Autonomías piensan que si nos dicen que no hay por qué alarmarse demasiado, nos relajaríamos y tendríamos más contagios. Puede ser, pero también podría ser que si rebajamos nuestro nivel de miedo aumentaría nuestro sistema de defensas, y si lo complementamos con una saludable alimentación, con elementos potenciadores del sistema inmune como los complejos vitamínicos y, sobre todo, con relaciones abiertas con nuestros semejantes –manteniendo un cierto grado de protección- iría descendiendo el nivel de contagios, como ha ocurrido siempre con otro tipo de virus, como el de la gripe estacional, por poner un ejemplo.
Lo cierto es que el miedo ha hecho carne entre las personas mayores. Casi todas las que conozco han decidido no salir de casa, ni siquiera para hacer la compra; no se atreven a moverse de casa porque la santa televisión ha dicho “quédate en casa” y hablan de los muertos en residencias –lugares cerrados- que son personas mayores como ellas, muchas con el sistema inmune deprimido por no poder recibir las visitas de sus familiares o al ver cómo muere gente de su entorno. Por otra parte, el tomarse un café en la terraza de un bar “al aire libre” también está restringido a ciertos horarios porque, como sabe todo el mundo, el virus contagia más a unas horas que a otras (cosa que también saben los responsables de Sanidad) y que estando en la calle, al aire libre, se puede contagiar uno más que quedándose en casa. Y como ésas otras muchas disposiciones que, en mi opinión no están dando resultado porque da la impresión de que no saben muy bien cómo se contagia el virus y que, como medida segura, lo mejor es que no nos acerquemos a nadie, por si acaso…
Yo vivo en una urbanización y, generalmente, cuando salgo a pasear con el perro por la noche, no me encuentro con nadie. Esto me permite quitarme la mascarilla para respirar mejor, porque mi inteligencia me dice que estando al aire libre, sin nadie por las calles y en una zona donde el aire de la sierra limpia todo a su paso, es imposible que me contagie ni que contagie a nadie, ni del Coronavirus ni de ningún otro tipo de virus. El miedo, sin embargo, hace que algunas personas, que pasean con su perro por en medio del monte, sin que haya nadie a su alrededor a más de un kilómetro de distancia, vayan todo el rato con la mascarilla puesta, como si los árboles tuvieran la capacidad de contagiar todo tipo de enfermedades…
En fin amigos, que en mi opinión, este virus terminará desapareciendo y solo cabe esperar que, hasta que eso ocurra, nuestros representantes políticos no terminen por arruinar a un país como el nuestro, lleno de gente con un espíritu de superación envidiable. Que así sea.