Photo by Matheus Ferrero on Unsplash
Los resultados de investigaciones en todos los sectores de la sociedad y de la vida nos dicen que el Universo ya no funciona como una gran maquinaria donde cada pieza desempeña un papel y donde la sucesión de causas y efectos hace previsible los resultados, como sucedía con el paradigma newtoniano.
Si las partículas tienen comportamientos aleatorios, si lo que antes considerábamos limites infranqueables son traspasados cada instante, si admitimos que el proceso de transformación de cuanto nos rodea es imparable y que continuamente se abren ante nosotros nuevos espacios con posibilidades de avanzar y crecer, no tenemos más remedio que estar de acuerdo en que el ser humano es una unidad de conciencia en evolución y que esa conciencia utiliza todos los planos que están a su alcance para manifestarse, tal como defiende la física cuántica.
Si las partículas tienen comportamientos aleatorios, si lo que antes considerábamos limites infranqueables son traspasados cada instante, si admitimos que el proceso de transformación de cuanto nos rodea es imparable y que continuamente se abren ante nosotros nuevos espacios con posibilidades de avanzar y crecer, no tenemos más remedio que estar de acuerdo en que el ser humano es una unidad de conciencia en evolución y que esa conciencia utiliza todos los planos que están a su alcance para manifestarse, tal como defiende la física cuántica.
Los distintos planos de manifestación del Ser
Photo by Artem Kovalev on Unsplash
Esos planos son desde el más denso al más sutil los siguientes: físico, energético, emocional, mental y espiritual, existiendo entre ellos una correspondencia armónica de tal manera que cualquier alteración en uno de esos campos significa un reacomodo inmediato de los demás. Hoy día la salud se considera como una cuestión de equilibrio, de armonía entre todos ellos pues están tremendamente interrelacionados.
De tal manera que para conseguir ese equilibrio es preciso atender en igual medida a nuestro cuerpo físico, a la canalización de las energías que lo vitalizan, a los pensamientos que generamos y a las creencias que albergamos, y sobre todo a la manifestación de nuestras emociones, y todo ello, además, bajo el inmenso paraguas que es nuestra trayectoria evolutiva espiritual.
Esto, que bajo un punto de vista podría parecer un handicap en realidad puede suponer una fabulosa herramienta de trabajo. De hecho, se ha observado en los últimos años un importante avance de la Medicina Psicosomática, así como de todo tipo de terapias energéticas y, dentro del campo de la psicología nuevas técnicas mentales que proporcionan un abanico mucho más amplio de lo que es un ser humano. De hecho, muchas de las manifestaciones de la personalidad que antes eran consideradas patologías son hoy consideradas con una mayor amplitud de miras como aspectos a estudiar para tener una visión más completa de la persona.
Se nos plantea la posibilidad de trabajar en un plano para sanar el daño producido y que esa sanación repercuta en el resto. Hay que tener en cuenta, además, que cuando la acción se realiza en un plano superior en vibración los resultados son mucho más espectaculares pues las energías de mayor frecuencia modifican a las que están por debajo de ellas produciendo cambios más rápidos y permanentes. Es decir, trabajando desde el plano mental para erradicar un hábito nocivo podremos observar que los pensamientos llevan una carga que transformará nuestro campo energético y que finalmente el cambio terminará operándose en el físico.
De tal manera que para conseguir ese equilibrio es preciso atender en igual medida a nuestro cuerpo físico, a la canalización de las energías que lo vitalizan, a los pensamientos que generamos y a las creencias que albergamos, y sobre todo a la manifestación de nuestras emociones, y todo ello, además, bajo el inmenso paraguas que es nuestra trayectoria evolutiva espiritual.
Esto, que bajo un punto de vista podría parecer un handicap en realidad puede suponer una fabulosa herramienta de trabajo. De hecho, se ha observado en los últimos años un importante avance de la Medicina Psicosomática, así como de todo tipo de terapias energéticas y, dentro del campo de la psicología nuevas técnicas mentales que proporcionan un abanico mucho más amplio de lo que es un ser humano. De hecho, muchas de las manifestaciones de la personalidad que antes eran consideradas patologías son hoy consideradas con una mayor amplitud de miras como aspectos a estudiar para tener una visión más completa de la persona.
Se nos plantea la posibilidad de trabajar en un plano para sanar el daño producido y que esa sanación repercuta en el resto. Hay que tener en cuenta, además, que cuando la acción se realiza en un plano superior en vibración los resultados son mucho más espectaculares pues las energías de mayor frecuencia modifican a las que están por debajo de ellas produciendo cambios más rápidos y permanentes. Es decir, trabajando desde el plano mental para erradicar un hábito nocivo podremos observar que los pensamientos llevan una carga que transformará nuestro campo energético y que finalmente el cambio terminará operándose en el físico.
La terapia regresiva. Anatheoresis
Una de estas técnicas, Anatheoresis, fue desarrollada a lo largo de más de treinta años por Joaquín Grau, periodista e investigador pionero del campo de la parapsicología en España y que publicó de forma exhaustiva el resultado de sus experiencias terapéuticas.
Esta técnica se basa fundamentalmente en tres premisas: primera que no existen las enfermedades, sino los enfermos, segunda que la mayoría de las enfermedades son la respuesta a problemas propios de la persona y tercera que muchos de esos problemas son actualizaciones de daños producidos a partir del momento de la gestación y hasta los 7 o 12 años de vida.
En la terapia se utilizan una serie de estados de percepción mental distintos al de vigilia, que es el que está en funcionamiento normalmente. Estos estados se conocen como estados alterados de conciencia pero que en realidad sería más correcto denominarlos estados no ordinarios de conciencia.
Se usan técnicas de relajación en distinto grado de profundización para llevar al paciente hasta una actividad cerebral donde sus ondas alcancen una frecuencia de 4 Hz, o ciclos por segundo. En ese estado el cerebro emite ondas Theta que activan áreas del hemisferio derecho. La persona está tan relajada que casi está a punto de traspasar el umbral del sueño, pero hay que evitar que llegue a dormirse, pues es importante que no se pierda la consciencia como sucede en la hipnosis.
La sofrosis consiste precisamente en mantenerse ahí: la consciencia está presente pero la persona está tan profundamente relajada que abre las puertas de su mente profunda, de su hemisferio cerebral derecho, del subconsciente. Para ello es preciso utilizar un lenguaje adecuado basado en símbolos y en analogías.
Se trata fundamentalmente de ir desentrañando la biografía personal que comienza desde el momento de la gestación. Se pasa revista a las experiencias perinatales que el bebé vive y quedan grabadas en su psique como impactos emocionales que no sabe colocar pues sus procesos de razonamiento y lógica están aún por desarrollar, ya que los ritmos Beta –propios del razonamiento, la reflexión, la deducción, la lógica, etc.- aún no han aparecido.
La energía de esos impactos queda retenida y provoca traumas que al final son somatizados en enfermedades a lo largo de nuestra vida de adulto. A partir de la adolescencia los impactos ya no son traumáticos por sí mismos, sino que “activan” un daño originado en el pasado y que corresponde casi siempre a un problema emocional y afectivo concreto.
En definitiva, nos encontramos ante una terapia que va a favor de aquella máxima que figuraba en el frontispicio del templo de Delfos: “Conócete a ti mismo y conocerás el Universo”. La tarea de conocerse a sí mismo es algo que ocupa a la persona toda su vida y para hacerlo es preciso conocer todas las vivencias inconscientes que hemos tenido desde nuestro origen, porque sólo desentrañando los misterios de nuestra biografía oculta sabremos que hoy somos la consecuencia de nuestro pasado y que a partir de ese conocimiento estaremos en disposición de proyectar nuestro futuro.
Esta técnica se basa fundamentalmente en tres premisas: primera que no existen las enfermedades, sino los enfermos, segunda que la mayoría de las enfermedades son la respuesta a problemas propios de la persona y tercera que muchos de esos problemas son actualizaciones de daños producidos a partir del momento de la gestación y hasta los 7 o 12 años de vida.
En la terapia se utilizan una serie de estados de percepción mental distintos al de vigilia, que es el que está en funcionamiento normalmente. Estos estados se conocen como estados alterados de conciencia pero que en realidad sería más correcto denominarlos estados no ordinarios de conciencia.
Se usan técnicas de relajación en distinto grado de profundización para llevar al paciente hasta una actividad cerebral donde sus ondas alcancen una frecuencia de 4 Hz, o ciclos por segundo. En ese estado el cerebro emite ondas Theta que activan áreas del hemisferio derecho. La persona está tan relajada que casi está a punto de traspasar el umbral del sueño, pero hay que evitar que llegue a dormirse, pues es importante que no se pierda la consciencia como sucede en la hipnosis.
La sofrosis consiste precisamente en mantenerse ahí: la consciencia está presente pero la persona está tan profundamente relajada que abre las puertas de su mente profunda, de su hemisferio cerebral derecho, del subconsciente. Para ello es preciso utilizar un lenguaje adecuado basado en símbolos y en analogías.
Se trata fundamentalmente de ir desentrañando la biografía personal que comienza desde el momento de la gestación. Se pasa revista a las experiencias perinatales que el bebé vive y quedan grabadas en su psique como impactos emocionales que no sabe colocar pues sus procesos de razonamiento y lógica están aún por desarrollar, ya que los ritmos Beta –propios del razonamiento, la reflexión, la deducción, la lógica, etc.- aún no han aparecido.
La energía de esos impactos queda retenida y provoca traumas que al final son somatizados en enfermedades a lo largo de nuestra vida de adulto. A partir de la adolescencia los impactos ya no son traumáticos por sí mismos, sino que “activan” un daño originado en el pasado y que corresponde casi siempre a un problema emocional y afectivo concreto.
En definitiva, nos encontramos ante una terapia que va a favor de aquella máxima que figuraba en el frontispicio del templo de Delfos: “Conócete a ti mismo y conocerás el Universo”. La tarea de conocerse a sí mismo es algo que ocupa a la persona toda su vida y para hacerlo es preciso conocer todas las vivencias inconscientes que hemos tenido desde nuestro origen, porque sólo desentrañando los misterios de nuestra biografía oculta sabremos que hoy somos la consecuencia de nuestro pasado y que a partir de ese conocimiento estaremos en disposición de proyectar nuestro futuro.