Hoy, levanta el vuelo



Maria Pinar Merino Martin

02/06/2024

La intensidad de los acontecimientos, la velocidad a la que se suceden los hechos, la incertidumbre que nos sacude a cada momento ante lo nos muestran los medios de comunicación, la sobreinformación, la saturación y el contagio emocional que se da en cualquiera de los grupos naturales en los que nos hallamos inmersos hace que cada vez sea un poco más difícil alzar la mirada, levantar la vista para intentar llegar quizá un poco más lejos, quizá un poco más alto… ¿o quizá un poco más adentro de nosotros mismos?



Foto de Emanuel Antonov en Unsplash
Todos sabemos que el cerebro y nuestras capacidades de reacción se aletargan con la rutina, hemos oído por activa y por pasiva la importancia de hacer cambios continuos de actividad para que nuestras capacidades de reacción estén activas y despiertas, para que las neuronas de nuestro cerebro tengan estímulos que las hagan conectar con sus vecinas y experimentar la sensación de que nos damos cuenta de lo que está pasando.
 
Y en ese proceso de comprensión mediante la racionalización y deducción fundamentalmente, es importante introducir intervalos, pausas en la actividad mental para que las neuronas del hemisferio derecho realicen una labor de depuración de desechos, eliminando lo superfluo, lo espurio, lo que quizás esas neuronas especializadas más en el mundo emocional, crean que no es necesario guardar…
 
Los intervalos son una gran herramienta de la naturaleza, las pausas que sirven para descansar, para mirar hacia dentro, para observar con los ojos del interior… los parpadeos son intervalos, la diferencia en los ritmos respiratorios, la noche y el día… y a mayor escala también la muerte física sería el gran intervalo. Pero volviendo a los del día a día, al simultanear el uso de los dos hemisferios conseguiremos un estado de mayor comprensión y consciencia.
 
Ambos hemisferios son complementarios y realizan funciones bien diferentes, si logramos trasvasar la información de uno a otro conseguiremos lo mejor de ambos mundos. Las neuronas del hemisferio derecho, identificado de alguna manera con el mundo de lo intangible, de lo emocional, de lo interno… tienen una mayor velocidad de procesamiento de la información, ofrecen una comprensión global de lo que nos está sucediendo.
 
Esa valiosa información recogida por las neuronas del hemisferio izquierdo es tratada, analizada, valorada, reordenada y almacenada presta para que pueda salir en cualquier momento en que lo necesitemos.

Herramientas sencillas: La respiración consciente. Sabemos que la respiración es la fuente de la vida. A través de ella recibimos la energía vital tan necesaria para nuestro funcionamiento biológico y también psíquico. Mantrams. El Universo es vibración. Om es la vibración de la creación, de la vida. Se reorganizan las energías y la mente. Prácticas de relajación, visualización, meditación. Dicen que rezar es hablar con el universo y meditar es escuchar al universo. Palmadas. En los momentos de bajada de la atención las palmadas atraen la atención por los tres canales: visual, kinestésico y auditivo. Dibujos. Plasmamos con el inconsciente nuestro estar, nuestro momento actual, sensaciones, sentimientos, etc.

Hacer el viaje de la transformación en grupo

Llevo muchos años asistiendo y participando en congresos, cursos y talleres y mi experiencia personal es que realmente lo más importante no es lo que se aprende sino lo que cada uno vive ante el estímulo que está recibiendo.
 
El trabajo en grupo genera el reencuentro, la sensación de estar en sintonía con otros, de compartir ideas, experiencias, objetivos… de vibrar con los mismos proyectos.
Dicen los expertos en los nuevos paradigmas que “los cambios ya no se operan por el control o la fuerza, sea del tipo que sea, sino por la unión de elementos que vibren con una idea común”.
 
Y ahí está la clave precisamente en esa palabra común, comunicación, comun-union, comunión.
 
La física cuántica nos habla de que “la resultante de la unión de elementos aislados da una entidad de orden superior mayor que la suma de las individualidades”.

EL DESPERTAR DEL CONOCIMIENTO INTERNO

Foto de Júnior Ferreira en Unsplash
En todo proceso de aprendizaje es fundamental contar con estas tres variables: 
Implicación. Es decir, formar parte del proceso. Apertura al cambio. Somos por naturaleza reacios al cambio porque supone un esfuerzo y nuestro cerebro no quiere realizar esfuerzos y prefiere recorrer el camino que ya conoce. Sentirse seguro. Es fundamental sentir confianza en lo y los que nos rodean, saber que vamos a contar de partida con el respeto, la privacidad o confidencialidad si es necesario.
He estado los últimos treinta años dedicada a la enseñanza, a la formación y he comprobado que lo importante no es la información que recibimos del exterior, sea a través del medio que sea: conferencias, libros, cursos, talleres, una charla con un amigo…
 
Lo realmente importante es lo que se elabora a partir de ese estímulo externo, lo que se siente, lo que se percibe, lo que se vivencia… bien es verdad que las palabras, la lectura, las imágenes –todo aquello que recibimos a través de los sentidos- nos sirve como acicate y estímulo para poner en marcha la curiosidad o el deseo de conocer más, y eso es importante, pues son los motores del aprendizaje, pero lo verdaderamente importante es lo que ese estímulo despierta en nosotros.
 
La pedagogía ya empieza a admitir que la inteligencia de una persona no se puede medir por su capacidad para almacenar la información. Ya no es la activación de la memoria –como sucedía antes- la que impera en los sistemas educativos.
 
La verdadera inteligencia se despierta cuando lo que recibimos del exterior hace resonar las cuerdas del alma. Lo verdaderamente interesante es el proceso que se genera dentro de cada uno, pues es un proceso único e irrepetible que no necesita ser asumido como una creencia, sino que está asimilado e incorporado en la propia personalidad.
 
El estímulo puede estar fuera, pero el proceso de transformación y asimilación siempre está dentro, es un fenómeno de resonancia. Los alumnos que mejores resultados sacan son aquellos capaces de relacionar la información que reciben con otros contenidos que hay en su interior o incluso que están llegando o le llegarán en el futuro.
 
Cuando el aprendizaje se realiza en grupo se vuelve un proceso más rico y completo. Cuando las palabras o las ideas que escuchamos despiertan sintonía en nosotros se produce esa “común unión” que nos enriquecerá a todos en mayor medida.
 
Hay un conocido cuento sufí que a mí me gusta especialmente porque ilustra claramente esto que acabo de deciros, seguramente muchos lo conoceréis: Nos habla de dos discípulos ya avezados en las cuestiones del conocimiento interno que se encontraban un día bajo un enorme árbol hablando sobre cuestiones muy trascendentes.
 
Uno de ellos reparó en el sonido que producían las hojas al ser movidas por el viento y así se lo dijo a su compañero: “¿te das cuenta la fuerza que tiene el viento que hace moverse a las hojas sin cesar”. Su amigo, acostumbrado a la dialéctica y a la discusión negó: “No es así, son las hojas las que hacen moverse al viento”.
 
Estuvieron largo rato discutiendo, cada uno argumentaba su postura con mil y un razonamientos y echando mano de cuantos ejemplos conocía, pero ninguno de los dos convencía al otro y no había acuerdo.
 
Pasó por allí un maestro y estuvo escuchando durante unos minutos en silencio. Cuando ellos repararon en su presencia le preguntaron su opinión. El maestro miró a uno y a otro y les dijo: “Ni el viento mueve las hojas, ni estas mueven al viento. Son vuestras mentes lo único que se mueve”.
 
Si aceptamos ese enfoque observaríamos que los estímulos externos (que podemos simbolizar como el viento del cuento) es importante saber que solo cada persona que escucha puede hacer que su mente “se mueva”.






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