Foto de Matthew Michael en Unsplash
A lo largo de la vida podemos sufrir rasguños emocionales o verdaderas heridas que perduran en el tiempo; heridas que no sabemos e incluso no queremos sanar. Buscamos en nuestro entorno la medicina que nos cure a través de nuevas relaciones, de psicoterapias, de lecturas de libros sobre el amor... pero la herida sigue ahí. No se nos ha ocurrido mirar en el interior, porque no sabemos o no recordamos que a los lados de la herida está la medicina cicatrizante, y lo está en forma de recursos internos que hemos ido guardando para cuando llegase la ocasión, como la autoestima, la inteligencia emocional, las experiencias pasadas, las relaciones familiares o también ese amigo o amiga que nos escucha sin darnos recetillas, esas cosas que, quienes dicen querernos, nos recomiendan como la panacea a nuestros dolores.
El escuchar a nuestro interior, a nuestro corazón, es el primer paso; el segundo es abrirse a quien te sepa escuchar sin juzgar, sin recomendar, sólo escuchar como si estuvieras hablando contigo mismo/a, que es cuando de verdad se descubre el camino para salir de esa situación dolorosa. Cuando sacamos del interior toda la infección que nos atormentaba, nos damos cuenta que hablar sin rencor, como si lo pasado hubiera sido un mal sueño, nos quita la presión, nos sana las heridas emocionales.
En ese proceso la palabra perdón es fundamental; perdón a quién nos hizo daño y perdón a nosotros mismos por habernos castigado tanto tiempo. Un perdón limpio, sin condiciones, sabiendo que en todo proceso donde intervienen dos o más personas todas tienen parte de responsabilidad, nosotros incluidos. Sólo así podremos notar cómo cada día nos duele menos hasta que deja totalmente de doler y podremos "pasar la mano" por la herida con la seguridad de que el recuerdo ya no duele, que se ha difuminado y sólo ha dejado una sensación de liberación, de que todo ha vuelto a su ser, que cada protagonista de la historia sigue su camino y ya no puede volver a herirnos porque somos más fuertes, más seguros, sin miedos, porque si caminas por el camino del corazón nunca más tendrás miedo.
El escuchar a nuestro interior, a nuestro corazón, es el primer paso; el segundo es abrirse a quien te sepa escuchar sin juzgar, sin recomendar, sólo escuchar como si estuvieras hablando contigo mismo/a, que es cuando de verdad se descubre el camino para salir de esa situación dolorosa. Cuando sacamos del interior toda la infección que nos atormentaba, nos damos cuenta que hablar sin rencor, como si lo pasado hubiera sido un mal sueño, nos quita la presión, nos sana las heridas emocionales.
En ese proceso la palabra perdón es fundamental; perdón a quién nos hizo daño y perdón a nosotros mismos por habernos castigado tanto tiempo. Un perdón limpio, sin condiciones, sabiendo que en todo proceso donde intervienen dos o más personas todas tienen parte de responsabilidad, nosotros incluidos. Sólo así podremos notar cómo cada día nos duele menos hasta que deja totalmente de doler y podremos "pasar la mano" por la herida con la seguridad de que el recuerdo ya no duele, que se ha difuminado y sólo ha dejado una sensación de liberación, de que todo ha vuelto a su ser, que cada protagonista de la historia sigue su camino y ya no puede volver a herirnos porque somos más fuertes, más seguros, sin miedos, porque si caminas por el camino del corazón nunca más tendrás miedo.