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El mono Nº 5, como muchos ya conoceréis, relata el experimento donde un grupo de cinco monos es recluido dentro de un habitáculo con una escalera donde se han colocado previamente unos cuantos plátanos en lo alto. No tardan, dadas las circunstancias estresantes para ellos, en querer subir la escalera y alcanzar el alimento... Pero cada vez que uno alcanza la parte más alta de la misma recibe un chorro de agua bien fría como si fuera un castigo.
La consecuencia fue que, a fuerza de baños fríos, los monos dejaron de intentarlo. Llegados a este punto los científicos decidieron sustituir uno de los monos por otro nuevo e ingenuo primate. ¿Cuál fue la sorpresa del novato? pues que al querer alcanzar él solo el premio en lo alto de la escalera fue golpeado y amonestado a gritos por sus congéneres reprendiéndolo para que desistiera.
Ante tal situación, el nuevo mono, se convirtió rápidamente al grupo de los reprimidos. Alcanzado este nivel un nuevo mono veterano fue sustituido por otro nuevo. El resultado fue el mismo: la situación reprodujo fielmente lo que había sucedido anteriormente.
Este hecho se fue repitiendo con todo el grupo por los experimentadores hasta que el quinto mono veterano fue sustituido por un quinto novato lo que dejaba el grupo compuesto sólo por novatos que jamás habían recibido ningún chorro de agua fría pero que, sin embargo, sí que habían sido apaleados y reprimidos cuando intentaron ascender por la escalera para conseguir los plátanos. Todos los monos siguieron reproduciendo la misma conducta.
¿De dónde venía tanta agresividad y miedo si jamás estos novatos habían recibido el castigo del chorro de agua fría?
La consecuencia fue que, a fuerza de baños fríos, los monos dejaron de intentarlo. Llegados a este punto los científicos decidieron sustituir uno de los monos por otro nuevo e ingenuo primate. ¿Cuál fue la sorpresa del novato? pues que al querer alcanzar él solo el premio en lo alto de la escalera fue golpeado y amonestado a gritos por sus congéneres reprendiéndolo para que desistiera.
Ante tal situación, el nuevo mono, se convirtió rápidamente al grupo de los reprimidos. Alcanzado este nivel un nuevo mono veterano fue sustituido por otro nuevo. El resultado fue el mismo: la situación reprodujo fielmente lo que había sucedido anteriormente.
Este hecho se fue repitiendo con todo el grupo por los experimentadores hasta que el quinto mono veterano fue sustituido por un quinto novato lo que dejaba el grupo compuesto sólo por novatos que jamás habían recibido ningún chorro de agua fría pero que, sin embargo, sí que habían sido apaleados y reprimidos cuando intentaron ascender por la escalera para conseguir los plátanos. Todos los monos siguieron reproduciendo la misma conducta.
¿De dónde venía tanta agresividad y miedo si jamás estos novatos habían recibido el castigo del chorro de agua fría?
¿Es un experimento falso?
Photo by Thought Catalog on Unsplash
Bien, según algunas fuentes parece ser que este experimento se atribuye a un tal Stephenson en el año 1967, pero otras apuntan a que dicho estudio parece ser que jamás se realizó, no al menos como aquí se relata. Recientes estudios demuestran que las Fake News (noticias falsas) circulan hasta seis veces más rápido por las redes que las noticias reales. Sin embargo, hay una lectura que nos puede llevar a aprender algo interesante en estos momentos.
Muchos de los estudios que venimos comentando son publicados por el Instituto de Investigación de Massachusetts (MIT) y vienen a querer demostrar que la distopia es el intento de confundir, manipular y conseguir cambiar a las personas, desplazar su centro de interés por otros que les vienen impuestos. Las distopías a menudo se caracterizan por la deshumanización, los gobiernos tiránicos, los desastres ambientales u otras características asociadas con un declive en la sociedad.
Pues enfocándonos en la situación que estamos viviendo desde que comenzara la pandemia de la Covid19, todos hemos sido testigos de la reacción que se produce cuando alguien camina sin mascarilla por la calle o cuando discrepa de las medidas que se están tomando tanto a nivel político como sanitario o cuando aporta otras informaciones no oficiales no tardarán en llegar miradas reprobatorias, preguntas inquisitorias, comentarios y muestras de rechazo.
Hay personas que sólo toman en consideración la información que se difunde por las fuentes consideradas "oficiales". Informaciones focalizadas, sobre todo, en la generación de alarma sobre lo que nos pone en peligro como especie. La consecuencia inmediata es una respuesta mediatizada en el miedo (como los monos temían al chorro de agua fría).
Otros en cambio se “alimentan” de la información que se vierte en las redes sociales. Hay una gran fragmentación de posturas y, como consecuencia, de ello tendemos a convencer, adoctrinar e incluso a someter, insultar y humillar a todos/as aquellos que piensan diferente. No amigos/as luchadores del cambio de conciencia, este experimento incierto es un espejo que refleja algo tan real como la vida misma.
Algunos hablan del gen de la obediencia, que responde al impulso gregario del ser humano por una cuestión de supervivencia evolutiva y nada más... Las creencias son esas estructuras de pensamiento arraigadas que han producido profundos surcos en nuestras sendas neuronales. Creo que fue muy acertada la frase de Einstein quien dijo: "Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio".
Muchos de los estudios que venimos comentando son publicados por el Instituto de Investigación de Massachusetts (MIT) y vienen a querer demostrar que la distopia es el intento de confundir, manipular y conseguir cambiar a las personas, desplazar su centro de interés por otros que les vienen impuestos. Las distopías a menudo se caracterizan por la deshumanización, los gobiernos tiránicos, los desastres ambientales u otras características asociadas con un declive en la sociedad.
Pues enfocándonos en la situación que estamos viviendo desde que comenzara la pandemia de la Covid19, todos hemos sido testigos de la reacción que se produce cuando alguien camina sin mascarilla por la calle o cuando discrepa de las medidas que se están tomando tanto a nivel político como sanitario o cuando aporta otras informaciones no oficiales no tardarán en llegar miradas reprobatorias, preguntas inquisitorias, comentarios y muestras de rechazo.
Hay personas que sólo toman en consideración la información que se difunde por las fuentes consideradas "oficiales". Informaciones focalizadas, sobre todo, en la generación de alarma sobre lo que nos pone en peligro como especie. La consecuencia inmediata es una respuesta mediatizada en el miedo (como los monos temían al chorro de agua fría).
Otros en cambio se “alimentan” de la información que se vierte en las redes sociales. Hay una gran fragmentación de posturas y, como consecuencia, de ello tendemos a convencer, adoctrinar e incluso a someter, insultar y humillar a todos/as aquellos que piensan diferente. No amigos/as luchadores del cambio de conciencia, este experimento incierto es un espejo que refleja algo tan real como la vida misma.
Algunos hablan del gen de la obediencia, que responde al impulso gregario del ser humano por una cuestión de supervivencia evolutiva y nada más... Las creencias son esas estructuras de pensamiento arraigadas que han producido profundos surcos en nuestras sendas neuronales. Creo que fue muy acertada la frase de Einstein quien dijo: "Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio".
Construir un mundo mejor
Photo by Everton Vila on Unsplash
Son momentos para desarrollar un criterio personal firme, pero a la vez flexible, para mirar con amplitud, recoger y filtrar lo que nos llegue, ya sea por los canales oficiales o por las redes sociales. Ambas vías están cargadas de contenidos donde se muestran gran cantidad de incongruencias médicas, científicas, pero también de medidas políticas y organizativas injustificadas.
No es momento para tener miedo pues eso acarreará unas consecuencias que nos llevarán indefectiblemente al estrés, a la depresión, a la rabia, a la impotencia… y a sus efectos directos en nuestro organismo: la bajada de nuestras defensas y el colapso de nuestro sistema inmunológico. No es este virus como nos lo cuentan, no es el fin de nuestra especie, es la oportunidad de alcanzar una nueva sociedad más despierta, atenta, justa, pacífica y sostenible.
Nuestro planeta Tierra no podía ya soportar la carga a la que estaba sometido, no sólo a nivel medioambiental sino también social, económico, de justicia social… las pandemias del hambre, la guerra, el terrorismo, el que una gran parte de nuestra humanidad no tenga sus necesidades básicas cubiertas, las catástrofes como consecuencia del cambio climático apuntaban a la urgencia de un gran cambio. Teóricamente, a finales de la primavera ya habíamos consumido los recursos que debían durarnos hasta final de año. Es decir, estamos hipotecando nuestro futuro y comprometiendo seriamente el desarrollo de la vida.
Pero también a nivel individual, el modo de vida en el que nos habíamos instalado tampoco es sostenible, necesitamos practicar un consumo responsable, hábitos de vida más saludables, recuperar el contacto con la naturaleza como fuente de vida y salud, rediseñar nuestras relaciones, nuestras prioridades y nuestra escala de valores… todo ello nos aboca a un cambio necesario. Lo que estamos viviendo es una oportunidad para revisar todos esos aspectos, unos lo harán desde su trabajo personal, desde la individualidad, otros avanzarán hacia la creación de pequeños grupos o asociaciones con personas que compartan los mismos criterios, otros formarán parte de movimientos sociales que busquen recuperar la libertad. Cada uno lo hará a través del camino que elija.
Es fundamental que afrontemos este reto que no es otro que el cambio de paradigmas, algo que evidentemente no sucederá de la noche a la mañana, atravesaremos momentos duros, difíciles y de gran complejidad en los que no podemos caer víctimas del pánico. Tendremos que acostumbrarnos a vivir en la incertidumbre, a focalizarnos en el presente para afrontar lo que vaya llegando y podamos gestionarlo de la mejor manera posible.
Constantemente nos llegan noticias de distintas facciones que se van radicalizando cada vez más, es algo que está presente y visible no sólo en la sociedad, sino en el ámbito familiar. Ante esta situación os rogamos prudencia, observación, análisis y sentido común, y que generéis ese estado de coherencia tan necesario para que la mente y el corazón trabajen juntos aportando soluciones a las crisis que se suceden y seamos capaces de mantener esa coherencia cada uno en su espacio vital, con su familia, con sus amigos, en el entorno en el que se desenvuelve su vida.
No es momento para tener miedo pues eso acarreará unas consecuencias que nos llevarán indefectiblemente al estrés, a la depresión, a la rabia, a la impotencia… y a sus efectos directos en nuestro organismo: la bajada de nuestras defensas y el colapso de nuestro sistema inmunológico. No es este virus como nos lo cuentan, no es el fin de nuestra especie, es la oportunidad de alcanzar una nueva sociedad más despierta, atenta, justa, pacífica y sostenible.
Nuestro planeta Tierra no podía ya soportar la carga a la que estaba sometido, no sólo a nivel medioambiental sino también social, económico, de justicia social… las pandemias del hambre, la guerra, el terrorismo, el que una gran parte de nuestra humanidad no tenga sus necesidades básicas cubiertas, las catástrofes como consecuencia del cambio climático apuntaban a la urgencia de un gran cambio. Teóricamente, a finales de la primavera ya habíamos consumido los recursos que debían durarnos hasta final de año. Es decir, estamos hipotecando nuestro futuro y comprometiendo seriamente el desarrollo de la vida.
Pero también a nivel individual, el modo de vida en el que nos habíamos instalado tampoco es sostenible, necesitamos practicar un consumo responsable, hábitos de vida más saludables, recuperar el contacto con la naturaleza como fuente de vida y salud, rediseñar nuestras relaciones, nuestras prioridades y nuestra escala de valores… todo ello nos aboca a un cambio necesario. Lo que estamos viviendo es una oportunidad para revisar todos esos aspectos, unos lo harán desde su trabajo personal, desde la individualidad, otros avanzarán hacia la creación de pequeños grupos o asociaciones con personas que compartan los mismos criterios, otros formarán parte de movimientos sociales que busquen recuperar la libertad. Cada uno lo hará a través del camino que elija.
Es fundamental que afrontemos este reto que no es otro que el cambio de paradigmas, algo que evidentemente no sucederá de la noche a la mañana, atravesaremos momentos duros, difíciles y de gran complejidad en los que no podemos caer víctimas del pánico. Tendremos que acostumbrarnos a vivir en la incertidumbre, a focalizarnos en el presente para afrontar lo que vaya llegando y podamos gestionarlo de la mejor manera posible.
Constantemente nos llegan noticias de distintas facciones que se van radicalizando cada vez más, es algo que está presente y visible no sólo en la sociedad, sino en el ámbito familiar. Ante esta situación os rogamos prudencia, observación, análisis y sentido común, y que generéis ese estado de coherencia tan necesario para que la mente y el corazón trabajen juntos aportando soluciones a las crisis que se suceden y seamos capaces de mantener esa coherencia cada uno en su espacio vital, con su familia, con sus amigos, en el entorno en el que se desenvuelve su vida.
Luis Arribas de la Rubia