El miedo, como herramienta de Sanación Social “Una mirada Irracional” - Parte 2



Jesús Acevedo Alemán

11/09/2019

El único camino para liberarse de los miedos es hacerles frente. El problema es que existen tantos caminos para enfrentarse a ellos como miedos pueda haber. Tan sólo podemos experimentar siguiendo los pasos de aquellos que transitaron por el camino de la autoexploración, los que libraron sus propias cruzadas épicas, los que se enfrentaron a sus miedos y los superaron. Podemos seguir sus consejos, esbozar nuestras propias estrategias, reflexionar sobre los resultados y rediseñar nuevamente actitudes hasta que consigamos alcanzar la paz interior que buscamos.



Hay que afrontar los miedos

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Lo contrario del amor, no es el odio, ni el dolor, es el miedo.
Flabián Nievas

Para vencer los miedos en principio, se debe hablar de ellos, escribirlos, o visibilizarlos de alguna manera, ya que, con ello se tendrá un punto de origen y de referencia que nos permitirá estar atentos a esa emoción. En segundo lugar, se debe encontrar algún grupo de apoyo que represente un espacio de soporte emocional o espiritual en donde la interacción con otras personas de la misma edad contribuya a disminuir el sufrimiento que puede generar el mismo miedo. Destacando, que cuando los miedos son superados, aparece una persona con proyectos, con un entusiasmo y optimismo para emprender lo que sea que se proponga en la vida, incluso hay mejor manejo del tiempo y se presenta una mayor disposición para disfrutar aquellos momentos de la vida que le permitirán encontrar su felicidad (Uribe, Valderrama y López, 2007).
 
Formas para afrontar el miedo pueden existir muchas, pero de manera puntual se sugieren tres estrategias para superar situaciones que nos provocan miedo:
 
la primera comprende intentos para cambiar la situación estresante (resolución del problema); la segunda incluye la búsqueda de apoyo espiritual o social; y la tercera se presenta cuando se evita la situación estresante (Sánchez, 2004; Nievas, 2014).
 
Al final, independientemente la manera en que se afronte el miedo, lo importante es que te permite liberarte y encontrar tu propio camino a la felicidad, incluso si te consideras un ser Irracional, lograrás en plenitud reconocer el gran maestro que representa el mismo miedo (Acevedo y Arteaga, 2019). 

​Para afrontar los miedos, se tiene que ser Irracional

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Ahora bien, al margen de lo anterior, se me podría preguntar ¿Que si tengo miedo?, ¡claro que lo tengo!, me queda claro que, aunque no los genere por mí mismo, los agentes externos me bombardean incesantemente. Pero imaginemos por un segundo, que puedo enfrentar a esos dragones o monstruos de mil cabezas, o mi propia Hidra de Lerna,  y logro minimizar su embate o influencia hacia mi persona, o en el mejor de los casos, estoy blindado para mantener mi felicidad, y tranquilidad. Logrando eso, por mi resiliencia de vida, o por mi tolerancia a la violencia que se ha ido incrementando volviéndome un ser insensible a tragedia humana o las condiciones adversas. Ante tal blindaje, me preguntaría entonces ¿Que estaría pasando con mis miedos internos? Aquellos que están ocultos, o que habitan en lo más profundo de mí ser, aquellos que no dejo ver a las personas; que me despiertan en la noche, que me generan insomnio, intranquilidad; aquellos que por más que los hable, o los manifieste de alguna manera, no existe persona, o palabras, o tratamientos que los puedan curar, o aliviar. 

Sí, me refiero a esos fantasmas del pasado, o monstruos que ocultamos debajo del colchón en el presente; esos pecados que no revelamos en nuestras confesiones, o dentro de nuestras oraciones, por el simple hecho de que no nos arrepentimos, pero que en el disfrute viene la penitencia. Esos miedos que nos mantienen alerta, pero también en la zozobra del ¿qué pasará? Es posible que no sepas de lo que hablo y si es así, me alegro por ti, pero en el caso de que entiendas a la perfección de lo que hablo, te diría “bienvenido a mi mundo”.

Ser consciente de lo que haces, y ser aún más consciente de lo que no haces, representa una vereda de altibajos, y de muchos matices, diría que es como andar en un sendero de agridulces momentos. En donde, disfrutas el andar, pero sabes que terminaras con ampollas en los pies, agobiado por el sol o hasta te puede costar todo lo que has construido. Recuerdo la película de Forrest Gump,  hay una escena en donde el protagonista después de enterarse de una “noticia” sale corriendo sin ninguna dirección, y sigue corriendo, y corriendo durante días, semanas, meses, e incluso años. 

En su andar, mucha gente lo empieza a seguir, formándose cada uno su propio juicio, u opinión del porque corre Forrest, algunos piensan que es por la paz mundial, por alguna causa política, inclusive hasta por cuestiones religiosas. Lo curioso es que el personaje solo lo que quería era correr, hasta sacar de su sistema lo que le dolía, lo que tenía en su sentir. Cuantas veces no quisiéramos solo correr, y correr sin mirar atrás, y dejar que todo siguiera su curso. Lamentablemente si uno lo hace, puede haber personas que lo empiecen a seguir, y a depositar expectativas sobre uno, y convertir un simple deseo de oxigenarse, en toda una cruzada épica.

El miedo y la falta de libertad

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¿Que si tengo miedo?, ¡claro que lo tengo, todos los días de mi vida!, ¿que si vivo con miedo? yo diría que no, más bien reconozco su poder, reconozco su capacidad para construir o destruir, para atar a la persona, o para dinamizarla lo que le permitirá moverse hacia mejores escenarios. En tal sentido, Alejandro Jodorowsky (2012) expresaba “debemos vencer nuestros miedos, debemos alejarnos de ellos, para ser libres, y lo primero, es ser libre de tus propios miedos”. En teoría, coincido totalmente con la idea, podemos lograr la libertad cuando dejamos de tener miedo: Ya no tener miedo a vivir, a sentir, a amar, a cubrir expectativas, a morir, a pecar, a hacer lo que nos gusta, a disfrutar la vida con plenitud, a enfermarnos, a ser pobres, a vivir solos, a estar alejados de la familia, a las nuevas experiencias, a no cumplir sueños, a no vivir el cuento de “vivieron felices para siempre”. Ya no tener miedo a algo tan simple, como el vivir en la mejor plenitud, en tu propia versión de felicidad. 

Sin embargo, reconozco que hablar de miedo es como eslabonar una cadena, o como aceitar un engranaje, que puede tener dos usos. El primero, para atarte y ponerle un límite a tu alcance, y el segundo, para darte tracción y la fuerza para combatir todos tus desafíos. Siendo precisamente este segundo el uso con el cual empatizo, y se ha convertido en mi mayor deseo. Transformar mis miedos, en energía que me dinamice y que me lleve a cumplir mis anhelos y sueños. ¿Que si he logrado eso?, honestamente te diría que aún no, sigo trabajando en ello, y considero que seguiré haciéndolo toda mi vida, porque pasa algo curioso con el tema de los miedos, cada día se presentan nuevos. 

Por ejemplo, tengo miedo a ser pobre, entonces me pongo a trabajar; tengo miedo a quedarme sin dinero, entonces invierto en patrimonio que me garantice mi vejez; tengo miedo a envejecer, por consecuencia compro productos milagro, hago dietas, compro cremas para combatir las arrugas; y sucede lo inesperado empiezo a envejecer, y mis funciones corporales y motrices empiezan a fallar, entonces tengo miedo a morir, y me apego a la iglesia para mi tranquilidad y resurrección. Tengo miedo a irme al infierno, y comienzo a hacer obras de caridad. Tengo miedo de que no me alcance la vida para poder vivirla adecuadamente y con amor, entonces comienzo a tomar decisiones por miedo que me llevan a más vacíos existenciales. Entonces vuelvo a tener miedo, por el simple hecho de que el miedo es parte de mi vida.

En este punto me pregunto ¿entonces, el miedo es y debe ser parte de nuestra vida?, se lo que me dirían los Iluminados, o los budas, o maestros zen, definitivamente “el miedo es un resultado de nuestros propios vacíos, de nuestros propios demonios, de nuestras propias crisis existenciales, y no es parte del ser feliz, ni de la propia vida”. Sin embargo, dentro del plano Lego,  o mundo Matrix,  espacio en donde me muevo, reconozco que todos los días ese sentimiento de miedo me persigue, incluso me atormenta en mis puntos más débiles, me despierta en las noches y no me deja respirar; me roba mi tranquilidad, y hasta mi paz. 

El miedo, lo estoy llegando a ver como un familiar, uno no deseado, como aquel indeseable, que por ser familia lo tengo que ver en las celebraciones, en los días festivos, en las fiestas, y funerales, o en toda actividad donde nos tengamos que reunir. Recuerdo una expresión que mi mamá tenía para este tipo de familiar, decía “la familia no deseada, como el sol, mientras más lejos mejor”. Pero, a fin de cuentas, familia, y esos vínculos no se rompen, por mucho que nos distanciemos de ellos, porque entendí, que hay rasgos genéticos, y linajes de personalidad que nos persiguen siempre. Y pasa lo más irónico de la vida, que hasta físicamente nos parecemos a ese familiar incomodo, y lo vemos todos los días que nos miramos al espejo.

Cuatro pasos para vencer el miedo

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Por todo lo anterior, mi reflexión la llevo a un plano más terrenal, más básico por así decirlo, la cuestión es “aprender a convivir con los miedos, y la manera de transformar su energía negativa, en acciones positivas”. Siento que ahí radica la fuerza, en abrazar a nuestros miedos, y cultivarlos en actividades, acciones, palabras, emociones que nos lleven a cumplir nuestros sueños, metas y anhelos. 
 
Si me preguntan ¿Cómo lograr eso?, me parece que no hay una metodología como tal, o una serie de pasos, o una receta para hacerlo, depende mucho del tipo de miedo, así como de la persona, y sus propias fortalezas emocionales, intelectuales, sensoriales, espirituales, como se dice, de su “roca”. Ese punto de soporte, que le dé el equilibrio, el vértice, el punto de inicio y de referencia, que le impida perderse, o naufragar en el océano de las emociones y crisis. 
 
Como mucho que puedo identificar algunos pasos que pueden contribuir a tal aventura, como son: 1) identifica el miedo, y racionalízalo; 2) oxigena el miedo, y busca soluciones, o mínimamente verbalizarlo para liberar la tensión; 3) actúa en función del miedo, que no te paralice, sino que represente un motor para salir adelante; 4) no temas al fracaso, ni mucho menos a no conseguirlo a la primera, o como dirían los grandes pensadores “no ver el fracaso, reconocer en todo caso, las formas en las que no se deben hacer las cosas, pero seguir buscando los caminos hasta encontrar el correcto”.
 
1) Identifica el miedo, y racionalízalo
 
En una ocasión estuve en un grupo de autoayuda de mujeres, autodenominadas “supervivientes del cáncer” recuerdo mucho cómo compartían sus experiencias de vida, pero sobre todo cómo se enteraron de su diagnóstico cancerígeno. Una de las mujeres que daba su testimonio decía “agradezco el haberme enterado que tenía cáncer, porque ese fue el principio de mi cura”. Me parece que la idea es clara, el cáncer ya estaba en el cuerpo de esa mujer; sin embargo, si no lo hubiera sabido a través de un diagnóstico oportuno, no habría tomado las decisiones que le llevaron a luchar por su vida. 
 
El miedo es como un cáncer, que invade nuestro cuerpo y nuestro corazón, llega a cada fibra de nuestro ser, carcome nuestro espíritu, nos aterra por las noches, es insaciable en sus premisas. Sin embargo, en la medida que tengamos el diagnóstico, o mejor dicho identificado que es lo que nos da miedo, podemos enfrentarlo, le podemos ver el rostro al adversario; y en la medida que lo reflexionemos o lo racionalicemos podemos encontrarle salidas a ese laberinto de emociones y poco a poco salir adelante.
 
2) Oxigena el miedo, y busca soluciones
 
No siempre uno puede vencer al enemigo, el gigante no siempre cae con una piedra, como nos lo narra la historia bíblica de David y Goliat. Hay ocasiones en que ni con una pistola, o con un cañón podemos salir victoriosos del enfrentamiento con nuestros miedos porque son tan fuertes como nosotros mismos los hayamos hecho crecer o los hayamos alimentado. Oxigenar el tema de los miedos representa muchas cosas, que pueden ir desde hablar de eso que nos aterra con alguien hasta buscar orientación profesional o simplemente dejar que la tranquilidad llegue a nuestra vida. Recuerdo una expresión que mi papa decía en este tema “si el problema tiene solución, resuélvelo, si no la tiene, déjalo que se resuelva solo, lo que esté en ti hazlo, lo que le toque a otro lo hará o no en su momento”. Todo en esta vida tiene solución, pero no la encontraremos si estamos dentro del ojo del huracán, a veces necesitamos dejar que el huracán pase, para ver el tamaño del daño y también el tamaño de las soluciones. 
 
3) Actúa en función del miedo
 
Como anteriormente señalaba, el miedo te puede hundir o te puede ayudar a dinamizar las cosas y darte la fuerza o valentía para combatir tus retos. Esa decisión dependerá de ti, siempre de ti. Recuerdo una de las mis tantas noches donde el miedo me abrazaba y me quitaba la tranquilidad, me paralizaba y hacia sus estragos en mi estómago. No sabía qué hacer, hasta que tome una decisión, absorber el miedo en todo mi cuerpo. Es decir, yo sabía que ese temor que sentía directamente en mi estómago, no lo podía evitar, entonces lo distribuí en todo mi cuerpo. 
 
Tal ejercicio lo aprendí en un video, de un hombre que recibía una bala de cañón en el estómago —o al menos así lo percibí—, y como la energía del cañonazo la distribuía en todo su cuerpo, haciendo como oleadas de energía para distribuir el duro golpe en todo su cuerpo, e incluso en su cara y en sus brazos, y lo más sorpréndete, como transformo esa energía acumulada y la pudo expulsar fuera de su organismo. Tal vez, el ejercicio es complejo, o se pudiera ver fantasioso, pero al menos te comparto que mi miedo, absorbido en todo mi cuerpo, me permitió expulsarlo en esto que estoy escribiendo. Motivo real, por el cual te comparto estas líneas, mi manera en la cual transformo y expuso mi miedo en algo positivo. Busca entonces tu propia manera de expulsarlo, la que mejor te funcione.
 
4) No temer al fracaso
 
El temor al fracaso es tan común, como el mismo miedo al éxito, diría que son dos caras de una misma moneda. Con el éxito llega el protagonismo, la atención, las expectativas de tener aciertos y logros. Sin embargo, no siempre es así, por cada diez, o cien, o mil intentos hay un logro, dirían los expertos. Pero pueden suceder los tiros de suerte, y al primer intento lograr el acierto esperado; cuando esto sucede no se vive adecuadamente los procesos de aprendizaje, o las curvas de prueba y error, que le darán fortaleza, los cimientos necesarios para formar el carácter, o, mejor dicho, la plataforma de su propia estructura resiliente, y de madurez. No temer al fracaso es el principio para lograr vencer los miedos, no temer al fracaso es el comienzo para lograr el éxito en todo aquello que se desee emprender.  
 
Continuará...

Jesús Acevedo Alemán
Doctor en Trabajo Social, Facultad de Trabajo Social, Universidad Autónoma de Coahuila, México. email.jesusaceve@hotmail.com   
 






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