El efecto de los iones



Luis Arribas Mercado

19/06/2019

¿Por qué nos sentimos en muchas ocasiones cansados cuando el cielo está nublado y con más energía después de que descarga la tormenta? ¿Por qué la permanencia en un edificio con aire acondicionado o calefacción central nos provoca un cansancio especial o una cierta irritabilidad? ¿Por qué sentimos una extraña caída del tono vital después de un viaje en automóvil aunque sea corto? En definitiva, ¿qué causa algunas de las enfermedades que nos aquejan y que a veces los médicos no saben explicar?



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La respuesta a muchas de estas situaciones parece estar en el efecto que causan los iones, diminutas partículas del aire cargadas de electricidad. Los estudios realizados a partir de principios del siglo XX han demostrado que cuando el aire tiene una carga excesiva de iones positivos adquiere efectos perturbadores que afectan a la salud y al estado anímico de las personas y que, por el contrario, cuando la carga es de iones negativos se favorece el relax, el equilibrio y el funcionamiento armónico de todos los sistemas.
Que la pureza o contaminación del aire que respiramos influye en nuestra salud es algo sobradamente conocido pero no lo es tanto que la “carga eléctrica” de esas pequeñas partículas presentes en el aire puede producir dolores de cabeza, depresión, irritabilidad, letargo, insomnio, migraña, malestar general y una amplia gama de enfermedades respiratorias como asma, bronquitis, fiebre del heno o catarros.

IONES POSITIVOS Y NEGATIVOS

El aire está formado por átomos cada uno de los cuales tiene un núcleo o centro de protones -partículas de carga positiva- alrededor del cual giran electrones -partículas de carga negativa-. Pues bien, la Naturaleza, en su constante búsqueda del equilibrio, intenta que exista el mismo número de protones y electrones a fin de que se anulen mutuamente y así crear un ambiente estable. Es lo que se llama “estado fundamental del átomo”. Sin embargo, los electrones son ligeros y se desplazan con mucha facilidad provocando una ruptura del equilibrio y creándose entonces una molécula “vagabunda” o ión que puede tener una carga positiva o negativa. Es decir, cuando un átomo neutro pierde electrones -partículas de carga negativa- queda cargado positivamente y se convierte en un ión positivo. Si lo que ocurre es que el átomo neutro capta electrones adquiere mayor carga negativa y, por tanto, queda convertido en un ión negativo.
Así pues, el aire siempre tiene una determinada concentración de iones, una carga electrostática muy pequeña pero, sin embargo, tremendamente importante en la vida de los seres vivos. En este sentido, distintos experimentos llevados a cabo sobre vegetales y animales sometidos a atmósferas sin electricidad estática demostraron que las plantas no se desarrollaban y algunos animales llegaban a morir al cabo de cierto tiempo.
Pues bien, el equilibrio de la carga eléctrica del aire puede perderse bien a causa de fenómenos atmosféricos naturales o bien debido a los efectos del uso de aparatos eléctricos en nuestro hogar o centro de trabajo. De tal manera que la proximidad de un vendaval o de una tormenta, el aire viciado de las ciudades, los aparatos de aire acondicionado, los calefactores, el polvo, las fibras sintéticas, los aparatos eléctricos, etc., destruyen los iones negativos y hacen proliferar los positivos, lo que provocan que la atmósfera sea asfixiante en muchas casas y oficinas.
En cambio, la presencia de iones negativos en el aire despeja la mente, levanta el ánimo y produce una sensación de alivio y bienestar tanto físico como psicológico. Pero, ¿cómo se adquiere esa carga negativa? Pues a veces por efecto de la radiación solar y estelar, la influencia de los relámpagos, las olas del mar, las corrientes de agua... Se ha comprobado que el aire fresco de las montañas y las costas contiene muchos iones negativos y que sus efectos beneficiosos se pueden observar cuando, por ejemplo, pasamos un día en el campo.

LA INFLUENCIA DE LOS VIENTOS

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Otro de los problemas detectados ha sido la presencia de determinados vientos que provocan también esa descompensación en las cargas eléctricas del aire. Son conocidos genéricamente como los “vientos de las brujas” y se ha estudiado su influencia sobre la salud de las personas, comprobándose que una de cada cuatro se ve fuertemente afectada. Así, es conocido el Foehn, viento seco del Sur que sopla en los Alpes y que afecta a Suiza y al sur de Alemania provocando en muchas zonas de centroeuropa que los cirujanos retrasen sus operaciones cuando las previsiones atmosféricas lo anuncian, ya que han comprobado sus efectos en los sistemas cardiovasculares y respiratorios. Otro tanto ocurre con el Mistral, que sopla en la Costa Azul. En las Montañas Rocosas, al Oeste de Estados Unidos y Canadá, cuando sopla el Chinook aparecen brotes de resfriados y problemas respiratorios en gran parte de la población, además de estados de ansiedad y depresión. En el Sur de California, el Santa Ana sopla seco y tórrido por las montañas costeras y se ha comprobado que cuando aparece aumentan los delitos, los brotes de violencia y los suicidios.
En Oriente Medio algunos tribunales admiten incluso como atenuante del crimen que el Sharav estuviera soplando. En Arizona, la mitología local india habla de gente sensible a la “enfermedad del viento” y muchas culturas sostienen que algunos seres humanos son auténticos baremos que se desequilibran en respuesta a los cambios atmosféricos. En España, este efecto se produce sobre todo en la cordillera cantábrica cuando soplan vientos del sur, aunque también puede aparecer en otras regiones como en los Pirineos, en la Sierra de Gredos o en las islas Canarias. Recordemos que en el antiguo Código Penal que se aplicaba en España se recogía el Efecto Foehn, "eximiendo de la culpabilidad de un delito si la falta había sido cometida en días de viento sur".
En las horas o días precedentes a una tormenta eléctrica el aire está cargado con exceso de iones positivos y eso afecta a los animales -que se muestran inquietos-, a los insectos -que se convierten en una auténtica plaga haciéndose más agresivos-, etc. En definitiva, hoy nadie duda -basándose en los estudios realizados- que un exceso de iones positivos afecta a la química del cuerpo de los organismos vivos (plantas, animales y personas). Sin embargo, una vez pasada la tormenta el aire está fresco, limpio, vigorizante y conteniendo una carga extra de iones negativos que produce tranquilidad, alivio de tensiones y aumento de la energía en los seres vivos.

LA CONTAMINACIÓN ELÉCTRICA EN EL MUNDO CIVILIZADO

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Aunque desde hace años se conoce la interrelación existente entre la electricidad del aire y el bienestar de las personas, no ha sido hasta la segunda mitad del siglo XX cuando se han empezado a desarrollar en distintas zonas de la Tierra enfermedades que parecen estar relacionadas con las cargas eléctricas producidas por el uso de aparatos eléctricos. Tal es el caso de países como Suecia, en donde se han desencadenado verdaderas “epidemias” de personas que no pueden vivir en las ciudades porque han desarrollado una especie de “alergia” a la electricidad, que les impide desarrollar una normal actividad profesional y deben retirarse a vivir a lugares inmersos en la naturaleza, alejados de todo signo de civilización. En los casos más graves de intolerancia se otorga la baja laboral permanente a personas de cualquier edad aquejadas de este mal, casos que van en aumento progresivo de forma bastante alarmante.
¿Puede un edificio causar síntomas similares a los producidos por los vientos? ¿Pueden crear los sistemas de aire acondicionado “vientos de las brujas” en pleno siglo XXI? Según lo que se conoce sobre termodinámica no solo esto es cierto sino que el medio ambiente hecho por el ser humano constituye una amenaza en potencia para todo el mundo, no solo para aquellos que son sensibles a las condiciones atmosféricas.
En las áreas húmedas parte de las molestias se deben a que el aire se queda escaso de iones. Los días realmente húmedos son extenuantes para cualquiera que sufra de asma o alergia respiratoria. Hemos visto como los iones positivos hacen difícil la respiración y disminuyen la facultad del cuerpo para absorber oxígeno y como los iones negativos ayudan a respirar y mejoran la absorción de oxígeno.

LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA

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El doctor Félix Gad Sulman -jefe del Departamento de Farmacología Aplicada de la Universidad Hebrea de Jerusalén- y su equipo acumularon desde 1957 una amplísima casuística que evidencia que el equilibrio de los iones es crítico para el bienestar emocional y físico de las personas. El doctor Sulman explica: “Aunque el exceso de iones positivos en el aire afecta a todas las personas hay una cuarta parte de la humanidad que es extraordinariamente sensible a su influencia; afectando sobre todo a los sistemas respiratorio, nervioso y hormonal”.
Por su parte, el doctor Albert Krueger, patólogo y bacteriólogo de la Universidad de Berkeley, California, investigó con plantas, ratas, insectos, conejos y cobayas cómo la influencia de los iones positivos afectaba a la química de todos los organismos vivos. Ya en 1960 publicó un estudio revolucionario en el Journal of General Physiology en el que demostraba que el exceso de iones positivos causaba un aumento de producción de serotonina en los mamíferos lo que daba origen a una hiperactividad que más tarde desembocaba en estados de agotamiento, ansiedad y depresión. Esta hormona es segregada normalmente por el cuerpo en situaciones de estrés o alteraciones psíquicas y se la conoce como “la hormona del humor”. Pues bien, el estudio del Dr. Krueger terminaba demostrando que los iones negativos -producto de la Naturaleza- tenían los mismos efectos tranquilizadores y de reducción de serotonina pero sin las consecuencias perjudiciales de los tranquilizantes químicos. De hecho, se ha demostrado experimentalmente que toda persona que se mantenga en una atmósfera con carga de iones negativos logra -en apenas un par de días- reducir un 25% el nivel de serotonina en sangre.

FACTORES QUE ELEVAN LA CONCENTRACIÓN DE IONES POSITIVOS (Perjudiciales para la salud)

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Factores naturales:
La radioactividad natural. Se encuentran en la corteza terrestre sustancias radiactivas que desprenden partículas que además de tener carga positiva generan iones a su paso por la atmósfera. Las tormentas. En las horas y días anteriores a que se desencadene una tormenta existe una elevada carga positiva en la atmósfera. La fase de luna llena. Cuando la Luna en su movimiento de traslación se aproxima a la Tierra produce un acercamiento de la ionosfera -capa superior de la atmósfera- que tiene una elevada concentración de iones producidos por radiaciones cósmicas. Los vientos. Determinados vientos procedentes de zonas secas y cálidas transportan numerosos iones positivos que no son atraídos hacia la Tierra por la resistencia del aire al carecer éste de humedad.
 
 
Factores derivados del desarrollo industrial:
La contaminación atmosférica. El funcionamiento del aire acondicionado. El uso de tejidos de fibras sintéticas. La proximidad a pantallas de televisión.
El uso de determinados aparatos eléctricos.

FACTORES QUE ELEVAN LA CONCENTRACIÓN DE IONES NEGATIVOS (Beneficiosos para la salud)

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La función clorofílica que desarrollan las plantas durante el día desprende numerosos electrones que pronto se adhieren a los átomos de oxígeno formando iones negativos. La formación de pequeñísimas gotas de agua libera numerosos electrones. Este fenómeno es conocido por el Efecto Lenard y se presenta cuando el agua está sometida a una fuerte agitación: cascadas, olas del mar, lluvia intensa.

EFECTOS DE LOS IONES NEGATIVOS EN EL ORGANISMO

Mejora de dolencias del sistema respiratorio: bronquitis, sinusitis, asma bronquial, alergias, etc. La presencia de iones negativos en el aire favorece la eliminación de la mucosidad que retiene las impurezas del aire (polvo, humo, contaminación, microorganismos) y además se facilita la purificación de la sangre venosa. Aumento de la capacidad de reacción visual. Mayor dinamismo y bienestar general. Disminución de la fatiga y dolores musculares. Aumento de la actividad sexual. Disminución de los niveles de lípidos y colesterol. Se elimina la agresividad y la ansiedad. Tiene efectos analgésicos. Regula la tensión arterial. Acción sobre las afecciones de la piel por causas alérgicas. Rejuvenecimiento general físico y mental. Recuperación de la memoria. Reducción de esclerosis celular. Mejora en aparato digestivo: úlceras gástricas. Cardiología: prevención de enfermedades coronarias, infarto de miocardio y angina de pecho. Mejora de enfermedades de origen metabólico: obesidad, gota, reumatismo crónico y exceso de colesterol.






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