El despertar



Autor desconocido

06/10/2019



Photo by Federico Fioravanti on Unsplash

Reconoces que es hora de parar las esperanzas falsas y de esperar que algo cambie, que la felicidad o la seguridad, aparezcan mágicamente por encima del horizonte.


Reconoces que en el mundo real no siempre hay finales felices donde se comen perdices, sino que cualquier garantía de felicidad sólo comienza contigo, y que en ese proceso de aceptación nace un estado de serenidad.


Paras de quejarte y echarle la culpa a los otros por las cosas que te hicieron a ti o no hicieron por ti y aprendes que la única cosa con lo que puedes contar es con lo inesperado.


Paras de juzgar y apuntar con el dedo y comienzas a aceptar a las personas tal y como son y hacer la vista gorda a sus pequeñas faltas, y en este proceso nace un sentido de paz y de estar contento.


Aprendes a abrirte a nuevos mundos y a diferentes puntos de vista. Empiezas a reevaluar y redefinir quién eres y cuáles son tus valores.


Aprendes que hay poder y gloria en crear y contribuir y paras de maniobrar por la vida sólo como un mero consumidor buscando el próximo chute.


Aprendes que principios como ser honesto y de elevado carácter no son ideales de épocas pasadas sino el cemento que sostiene los cimientos donde construir tu vida.


Aprendes que no lo sabes todo y que no es tu trabajo salvar al mundo y que no se enseña a un cerdo a cantar. Aprendes que la única cruz que llevas es la que escoges tú mismo y que a los mártires los queman en la hoguera.


Aprendes sobre el amor. Aprendes a mirar las relaciones tal como son y no como tú quisieras que sean. Aprendes que estar solo no tiene porqué indicar soledad.


Paras de intentar controlar a las personas, situaciones y resultados. Aprendes a distinguir entre culpabilidad y responsabilidad, así como de la importancia de establecer límites y saber decir “no”


Paras de reprimir e ignorar tus propias necesidades y sentimientos.


Aprendes que tu cuerpo realmente es tu templo. Empiezas a cuidarlo y a tratarlo con respeto. Comes conforme a una dieta equilibrada, bebes agua pura y dedicas tiempo al ejercicio. De la misma forma que la comida anima al cuerpo, la risa alimenta al alma y así eliges dedicar más tiempo a reír y jugar.


Aprendes que mayormente en la vida uno obtiene lo que merece y que tú cumples tus propias profecías con lo que piensas, sientes y crees.


Aprendes a ser agradecido y a disfrutar de las cosas sencillas que damos por hecho, cosas con que millones de personas en la Tierra sólo sueñan: una nevera con comida, agua pura, una buena cama, una ducha de agua caliente.


Ahora empiezas a asumir responsabilidad por ti mismo y prometes no traicionarte y nunca resignarte a menos de lo que desea realmente tu corazón.


Al fin, con un corazón valiente, adoptas tu postura, respiras profundo y empiezas a diseñar lo mejor que puedes la vida que deseas vivir.

 


Enviado por José María Arroyo







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