Photo by Noorulabdeen Ahmad on Unsplash
A veces, se oyen cosas como: «No me entrego totalmente en las relaciones porque no quiero que me rompan el corazón» o «sufre mi corazón cuando no me quieren como yo quiero...». En realidad, el corazón no sufre, sólo ama, sólo sabe amar; la que sufre es la mente, que es la que crea expectativas, la que no sabe encajar los contratiempos amorosos o de otra índole. Y que “te rompan el corazón” no deja de ser una frase retórica que, a veces, es utilizada como excusa para evitar las relaciones personales.
El corazón está súper protegido, aunque es cierto que un shock emocional puede provocar alteraciones cardiovasculares, pero eso es el aspecto físico, lo otro, lo del dolor emocional del corazón, no es cierto, porque el corazón genera amor, está diseñado para generar amor, ninguna otra emoción puede interferir en ese propósito, amar y sentir amor, esa es su función. Los contratiempos cardíacos son los que han dado pie a lo mencionado anteriormente. La muerte de un ser querido, por ejemplo, puede provocar un infarto de miocardio, de la misma manera que las frustraciones laborales pueden provocar una úlcera de estómago. Todo ello está ubicado bajo el paraguas de lo “psicosomático”, aspecto de la medicina poco estudiado por no saber exactamente cómo relacionar los conflictos mentales o emocionales con las alteraciones físicas que provocan, aunque los médicos son testigos diariamente de la estrecha relación que existe entre la mente y el cuerpo físico.
Otro ejemplo de lo que acabo de comentar son los placebos. Basta que el enfermo crea que la pastilla que toma le va a curar, para que su cuerpo genere las sustancias adecuadas para que el efecto positivo se produzca, aunque la pastilla en cuestión solo sea un comprimido de sacarosa…
Puesto que la mente es la que quiere controlarlo todo, no es de extrañar que, cuando ponemos toda nuestra energía en una relación, esté esperando una compensación de igual magnitud por parte de la persona a la que te has entregado, y cuando eso no sucede, por las razones que sean, aparecen los celos, los reproches, las obsesiones, los malos entendidos... Todo producto de nuestra mente, no de nuestro corazón. Sin embargo, es en nuestro corazón donde está guardada una copia de nuestro Programa de Vida. Actúa como el apuntador del teatro que, metido en su concha, ayuda a los actores que se han olvidado del texto para que la función pueda continuar. Por eso, si necesitamos referencias ante cualquier situación que aparezca en nuestra vida, es al corazón a quien hay que pedírselas, porque él tiene en su interior las razones del por qué has nacido y te puede ayudar a andar por la vida por el camino correcto.
Todos los seres vivos, incluidos animales y plantas, necesitamos que nos quieran y necesitamos querer, eso es algo consustancial con el ser humano, lo necesitamos incluso para sobrevivir. Aquellos que se retiran a vivir como un ermitaño en la montaña, o que se encierran en su casa y no quieren relacionarse con nadie -como nos piden actualmente, echando la culpa a la pandemia del Coronavirus-, están atacando literalmente a su estructura mental, energética y física, porque es bien sabido que cuando una célula se aísla del órgano al que pertenece, al poco tiempo muere aunque esté muy bien alimentada; se supone que eso sucede porque deja de cumplir la función para la que había nacido, igual que quien no quiere relacionarse con los demás.
Somos seres gregarios, nos necesitamos los unos a los otros y no hay mejor manera de relacionarse, que dejando fluir el amor que genera nuestro corazón; la mente es el vehículo para generar los acercamientos... y también los alejamientos, así que ya sabes: el corazón no sufre, solo ama, de él te puedes fiar, amigo/a lector.
El corazón está súper protegido, aunque es cierto que un shock emocional puede provocar alteraciones cardiovasculares, pero eso es el aspecto físico, lo otro, lo del dolor emocional del corazón, no es cierto, porque el corazón genera amor, está diseñado para generar amor, ninguna otra emoción puede interferir en ese propósito, amar y sentir amor, esa es su función. Los contratiempos cardíacos son los que han dado pie a lo mencionado anteriormente. La muerte de un ser querido, por ejemplo, puede provocar un infarto de miocardio, de la misma manera que las frustraciones laborales pueden provocar una úlcera de estómago. Todo ello está ubicado bajo el paraguas de lo “psicosomático”, aspecto de la medicina poco estudiado por no saber exactamente cómo relacionar los conflictos mentales o emocionales con las alteraciones físicas que provocan, aunque los médicos son testigos diariamente de la estrecha relación que existe entre la mente y el cuerpo físico.
Otro ejemplo de lo que acabo de comentar son los placebos. Basta que el enfermo crea que la pastilla que toma le va a curar, para que su cuerpo genere las sustancias adecuadas para que el efecto positivo se produzca, aunque la pastilla en cuestión solo sea un comprimido de sacarosa…
Puesto que la mente es la que quiere controlarlo todo, no es de extrañar que, cuando ponemos toda nuestra energía en una relación, esté esperando una compensación de igual magnitud por parte de la persona a la que te has entregado, y cuando eso no sucede, por las razones que sean, aparecen los celos, los reproches, las obsesiones, los malos entendidos... Todo producto de nuestra mente, no de nuestro corazón. Sin embargo, es en nuestro corazón donde está guardada una copia de nuestro Programa de Vida. Actúa como el apuntador del teatro que, metido en su concha, ayuda a los actores que se han olvidado del texto para que la función pueda continuar. Por eso, si necesitamos referencias ante cualquier situación que aparezca en nuestra vida, es al corazón a quien hay que pedírselas, porque él tiene en su interior las razones del por qué has nacido y te puede ayudar a andar por la vida por el camino correcto.
Todos los seres vivos, incluidos animales y plantas, necesitamos que nos quieran y necesitamos querer, eso es algo consustancial con el ser humano, lo necesitamos incluso para sobrevivir. Aquellos que se retiran a vivir como un ermitaño en la montaña, o que se encierran en su casa y no quieren relacionarse con nadie -como nos piden actualmente, echando la culpa a la pandemia del Coronavirus-, están atacando literalmente a su estructura mental, energética y física, porque es bien sabido que cuando una célula se aísla del órgano al que pertenece, al poco tiempo muere aunque esté muy bien alimentada; se supone que eso sucede porque deja de cumplir la función para la que había nacido, igual que quien no quiere relacionarse con los demás.
Somos seres gregarios, nos necesitamos los unos a los otros y no hay mejor manera de relacionarse, que dejando fluir el amor que genera nuestro corazón; la mente es el vehículo para generar los acercamientos... y también los alejamientos, así que ya sabes: el corazón no sufre, solo ama, de él te puedes fiar, amigo/a lector.