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Pero mientras me den permiso de vivir con libre albedrío, pienso disfrutar del vigor y de la alegría que aún animan mi cuerpo, haciendo bonitos paseos, disfrutando del aire marino, de la compañía de mis buenos amigos y transmitiendo lo que pueda ayudar a vivir mejor a cualquier ser humano. Cada cual lo interpretará a su manera, y bien está.
Me siento muy feliz en esta nueva etapa, aunque me ha costado vivir en el confinamiento “sin vida alrededor”. Siento que ha llegado un gran momento para la humanidad. Lo tenemos todo en nuestras manos para aprender a vivir de una manera más saludable y feliz, tanto para nosotros mismos como para la tierra que nos sostiene, si la cuidamos mejor que hasta ahora…
Doy gracias pues a Dios, por darnos una nueva oportunidad. Muchos de nosotros ya hemos ido reflexionando, desde hace tiempo, cómo agradecer todo lo que nos ha sido dado, y nos hemos propuesto ser más respetuosos hacia nuestro planeta, hacia todo ser viviente, inclusive nosotros mismos…
Me siento muy feliz en esta nueva etapa, aunque me ha costado vivir en el confinamiento “sin vida alrededor”. Siento que ha llegado un gran momento para la humanidad. Lo tenemos todo en nuestras manos para aprender a vivir de una manera más saludable y feliz, tanto para nosotros mismos como para la tierra que nos sostiene, si la cuidamos mejor que hasta ahora…
Doy gracias pues a Dios, por darnos una nueva oportunidad. Muchos de nosotros ya hemos ido reflexionando, desde hace tiempo, cómo agradecer todo lo que nos ha sido dado, y nos hemos propuesto ser más respetuosos hacia nuestro planeta, hacia todo ser viviente, inclusive nosotros mismos…
La sabiduría del cuerpo
Photo by Kira auf der Heide on Unsplash
No me tome a mal que haya renunciado a los tratamientos (excepto a la heparina). Considero que mi cuerpo sabe muy bien lo que me transmite y le voy a hacer caso. La felicidad interior será el mejor medicamento. Yo soy una ignorante en ciencias; el instinto y la intuición son los que determinan mis decisiones.
Si yo creyese estar perdida, no duraría mucho. Cuando salí del hospital el 8 de mayo, tuve una caída muy aparatosa, pero supe enseguida que no me había lastimado ningún órgano seriamente. No obstante, mi pie derecho me dolía mucho, y al levantarme –con ayuda-, me costó mantenerme en equilibrio, no sabía dónde podría situar mi peso, me había hecho daño entre los dedos del pie y el empeine. En un santiamén supe que esto me obligaba, ante todo, a buscar mi equilibrio perdido. Todo lo demás quedaba en segundo lugar. Y así, en tres días con el pie hinchado, sin poder conducir y caminando con dificultad, mi centro interior volvió a su sitio poco a poco, mientras que el pie se iba deshinchando.
Fue una caída más que oportuna, me salvó de un peligro grande: la pérdida de confianza en mí misma. Me hizo consciente del estado verdadero de mi organismo. Me hizo escuchar el CANTO DE LAS CELULAS.
Ahora pues, sigo mi pauta tal como lo aprendí después del ictus. Luchando a diario por mi salud, haciendo mucho trabajo mental y adaptando mi modo de vida poco a poco, según las indicaciones de mi cuerpo, que es muchísimo más sabio que yo…
Me costó mucho comprender el porqué de mi terrible caída de hace un año, sobre el congelador de un supermercado. No solo lo pasé fatal en la recuperación, porque veía que no me volvían las fuerzas. Me intrigaba el que ya seis meses antes de la caída sobre el congelador, tuviera síntoma de fiebres etc.
Luego en el otoño del 19 que pasé una temporada larga con mucho sufrimiento del alma, debido a la enfermedad de una buena amiga. Fue un dolor muy agudo. Poco después salió la primera “pupa” en mi pecho. Pero decidí abrirme a mi terapeuta en diciembre. Comprendí que me costaba enormemente contarle lo que me pasaba, pese a la gran confianza que le tengo desde hace años. Me causó un auténtico corte de digestión, al entregarle mi “informe”. Pero después de superar un episodio realmente peligroso, empecé a mejorar muy sensiblemente. Y desde Navidad puedo dormir (después de más de tres años de malas noches). Mi tripa tiene bienestar por las noches y no me siento pesada después de comer.
Si yo creyese estar perdida, no duraría mucho. Cuando salí del hospital el 8 de mayo, tuve una caída muy aparatosa, pero supe enseguida que no me había lastimado ningún órgano seriamente. No obstante, mi pie derecho me dolía mucho, y al levantarme –con ayuda-, me costó mantenerme en equilibrio, no sabía dónde podría situar mi peso, me había hecho daño entre los dedos del pie y el empeine. En un santiamén supe que esto me obligaba, ante todo, a buscar mi equilibrio perdido. Todo lo demás quedaba en segundo lugar. Y así, en tres días con el pie hinchado, sin poder conducir y caminando con dificultad, mi centro interior volvió a su sitio poco a poco, mientras que el pie se iba deshinchando.
Fue una caída más que oportuna, me salvó de un peligro grande: la pérdida de confianza en mí misma. Me hizo consciente del estado verdadero de mi organismo. Me hizo escuchar el CANTO DE LAS CELULAS.
Ahora pues, sigo mi pauta tal como lo aprendí después del ictus. Luchando a diario por mi salud, haciendo mucho trabajo mental y adaptando mi modo de vida poco a poco, según las indicaciones de mi cuerpo, que es muchísimo más sabio que yo…
Me costó mucho comprender el porqué de mi terrible caída de hace un año, sobre el congelador de un supermercado. No solo lo pasé fatal en la recuperación, porque veía que no me volvían las fuerzas. Me intrigaba el que ya seis meses antes de la caída sobre el congelador, tuviera síntoma de fiebres etc.
Luego en el otoño del 19 que pasé una temporada larga con mucho sufrimiento del alma, debido a la enfermedad de una buena amiga. Fue un dolor muy agudo. Poco después salió la primera “pupa” en mi pecho. Pero decidí abrirme a mi terapeuta en diciembre. Comprendí que me costaba enormemente contarle lo que me pasaba, pese a la gran confianza que le tengo desde hace años. Me causó un auténtico corte de digestión, al entregarle mi “informe”. Pero después de superar un episodio realmente peligroso, empecé a mejorar muy sensiblemente. Y desde Navidad puedo dormir (después de más de tres años de malas noches). Mi tripa tiene bienestar por las noches y no me siento pesada después de comer.
Las lecciones aprendidas
Photo by Nils Stahl on Unsplash
Comprendí que tanto la terrible caída, como los achaques posteriores, habían sucedido para HACER VISIBLE algo que llevaba conmigo desde hace mucho tiempo.
Efectivamente, ahora recuerdo síntomas que debían estar causados por la enfermedad latente. La caída y los sufrimientos psíquicos (debidos a una excesiva empatía, en algunos casos), habían hecho aflorar finalmente lo que tenía que salir a la luz.
Mi terapeuta, en varias ocasiones, me dijo de ir al médico. Comprendí que le superaba la responsabilidad, que no era de su incumbencia. Y cuando, por fin, a mediados de febrero, llegué al punto de sentirme mucho más fuerte y vital, entonces pedí cita al SERMEVA.
Yo venía haciendo mucho trabajo mental para resolver, entre otras cosas, un antiguo conflicto con mi madre. Yo le quería perdonar de todo corazón el dolor que me había causado en mi juventud. Y más culpable me sentía yo de haberle hecho mucho daño. Así que repetía una y otra vez que le perdonaba, porque ella no sabía lo que había causado. Pero no me pude sacar la espina del corazón hasta hace muy poco.
Fue gracias a la actitud del Dr. Delgado -que me causó un cabreo monumental- cuando caí en la cuenta… y ahora siento un alivio enorme, pensando en mi madre pues hiciera lo que hiciera creo que su objetivo era protegerme. Así hoy puedo decir: “Te perdono, porque TÚ LO HICISTE PARA BIEN”. Por fin, le puedo mirar a los ojos (aunque ya está en otras dimensiones), lo que cuenta es que nos miramos como adultas con sentido de responsabilidad, pero que tomamos decisiones a veces equivocadas como cualquier ser humano… Con tanto amor que se pueden perdonar los fallos, de todo corazón.
Yo misma, me equivoqué en más de una ocasión terriblemente, pero ahora también me puedo perdonar, por fin. Estoy segura de que este grandísimo alivio tendrá su efecto benéfico en mi cuerpo. Y pase lo que pase, me quede de vida lo que me quede, agradeceré siempre haber tenido la gran oportunidad de ver claro y quitarme aquel conflicto de encima.
Dios dirá, y mi confianza será clave en cuanto me reste de vida.
Aparte de informar a unos pocos amigos, que comprenden intuitivamente mi manera de ser, he preferido callarme el tema de enfermedad, porque realmente me siento bien, y esto es lo que cuenta. No quiero interferencias, ni “ayes” ni preocupaciones, que me repercutirían negativamente. Voy a pasar por este proceso de manera discreta, mientras pueda. Sé que he vivido mucho más tiempo de lo que pensaba con la enfermedad y quiero aprovechar el bienestar conseguido gracias al apoyo de mi buen terapeuta, para seguir siendo feliz. Vale la pena tener paciencia y confianza… lo tengo comprobado.
Gracias querida doctora, por su paciencia conmigo y buen humor. Cuento con su apoyo para sentirme bien.
Con un cordial saludo,
Efectivamente, ahora recuerdo síntomas que debían estar causados por la enfermedad latente. La caída y los sufrimientos psíquicos (debidos a una excesiva empatía, en algunos casos), habían hecho aflorar finalmente lo que tenía que salir a la luz.
Mi terapeuta, en varias ocasiones, me dijo de ir al médico. Comprendí que le superaba la responsabilidad, que no era de su incumbencia. Y cuando, por fin, a mediados de febrero, llegué al punto de sentirme mucho más fuerte y vital, entonces pedí cita al SERMEVA.
Yo venía haciendo mucho trabajo mental para resolver, entre otras cosas, un antiguo conflicto con mi madre. Yo le quería perdonar de todo corazón el dolor que me había causado en mi juventud. Y más culpable me sentía yo de haberle hecho mucho daño. Así que repetía una y otra vez que le perdonaba, porque ella no sabía lo que había causado. Pero no me pude sacar la espina del corazón hasta hace muy poco.
Fue gracias a la actitud del Dr. Delgado -que me causó un cabreo monumental- cuando caí en la cuenta… y ahora siento un alivio enorme, pensando en mi madre pues hiciera lo que hiciera creo que su objetivo era protegerme. Así hoy puedo decir: “Te perdono, porque TÚ LO HICISTE PARA BIEN”. Por fin, le puedo mirar a los ojos (aunque ya está en otras dimensiones), lo que cuenta es que nos miramos como adultas con sentido de responsabilidad, pero que tomamos decisiones a veces equivocadas como cualquier ser humano… Con tanto amor que se pueden perdonar los fallos, de todo corazón.
Yo misma, me equivoqué en más de una ocasión terriblemente, pero ahora también me puedo perdonar, por fin. Estoy segura de que este grandísimo alivio tendrá su efecto benéfico en mi cuerpo. Y pase lo que pase, me quede de vida lo que me quede, agradeceré siempre haber tenido la gran oportunidad de ver claro y quitarme aquel conflicto de encima.
Dios dirá, y mi confianza será clave en cuanto me reste de vida.
Aparte de informar a unos pocos amigos, que comprenden intuitivamente mi manera de ser, he preferido callarme el tema de enfermedad, porque realmente me siento bien, y esto es lo que cuenta. No quiero interferencias, ni “ayes” ni preocupaciones, que me repercutirían negativamente. Voy a pasar por este proceso de manera discreta, mientras pueda. Sé que he vivido mucho más tiempo de lo que pensaba con la enfermedad y quiero aprovechar el bienestar conseguido gracias al apoyo de mi buen terapeuta, para seguir siendo feliz. Vale la pena tener paciencia y confianza… lo tengo comprobado.
Gracias querida doctora, por su paciencia conmigo y buen humor. Cuento con su apoyo para sentirme bien.
Con un cordial saludo,
Elizabeth Bhullmann
Mayo 2020