Dejar espacio a la poesía



Chary Sánchez Carbonell

12/07/2023

Hoy quiero compartir con vosotros este poema que me ha llegado a través de un e-mail, es un poema que, aunque se le atribuye a Charles Chaplin parece ser que es de la escritora norteamericana Kim McMillen.



Foto de Álvaro Serrano en Unsplash
McMillen escribía a mano pensamientos como esos cada vez que aprendía a amar una nueva cosa de sí misma y los compartía como cartas a sus amigos más queridos. La autora escribió suficientes pensamientos para llenar un libro con ellos, fue su hija a su muerte quien los recopiló todos en un libro titulado “When I Loved Myself Enough”.
 
Indistintamente de quién escribió el poema, lo más importante no es el mensajero, sino el propio mensaje, y es que este maravilloso poema refleja ese punto de inflexión en que la vida nos atrapa y nos ayuda a confrontarnos con nosotros mismos. Paso a paso, aprendemos a acercarnos a nuestra propia desnudez y en ese estado nos damos permiso para ser como somos. Muchas veces acercarnos a esa exposición da miedo, y es por eso por lo que hacemos de todo, generalmente para no sentirla.

Aunque la vida siempre está de nuestra parte, cómo dice el poeta Holderlin “Dónde está el peligro también crece lo que salva” y es que el amor hacía uno mismo, aunque sutilmente es un hecho que está presente en cada experiencia que vivimos y nos ayuda a darnos cuenta, para ir soltando “lastre” y que pueda emerger ese amanecer luminoso que disipa la oscuridad y aporta mayor luz y claridad a nuestro nuevo día.

“No debemos tener miedo a confrontarnos…hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas”.

​CUANDO ME AMÉ DE VERDAD

Foto de Danilo Ćalić en Unsplash
Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y, entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… Autoestima.
 
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… Autenticidad.
 
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… Madurez.
 
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona solo para alcanzar aquello que deseo, aun sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… Respeto.
 
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… Amor hacia uno mismo.
 
Cuando me amé de verdad, dejé de temer al tiempo libre y desistí de hacer grandes planes. Abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé que eso es... Simplicidad y Sencillez.
 
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y así erré menos veces. Hoy sé que eso es... Humildad.
 
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… Plenitud.
 
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero…, cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… ¡Saber vivir!.






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