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Cuando la rutina se rompe, cuando nos tropezamos física o mentalmente, cuando la vida nos presenta un problema de difícil solución, cuando lo que ocurre fuera de nuestra zona de confort se hace presente en nuestro día a día, como una pandemia, una guerra cruel y despiadada o la pérdida de un ser querido… es cuando nos preguntamos qué sentido tiene todo lo que estamos viviendo o cómo lo estamos viviendo.
Algunas veces me paro a pensar qué sentido tiene la actitud de muchas personas que creen que cuando se termina su vida laboral ya se ha terminado también su ilusión por disfrutar de cuanto le depara la vida, sus ganas de aprender, su deseo de conocer el mundo o cuando menos el territorio donde viven y creen que dejar su trabajo es sinónimo de inutilidad. Tienen asumido que el trabajo era la razón de su existencia y se sientan en una butaca para ver la televisión o leer un libro creyendo que, al hacerlo, están disfrutando de la vida.
Gente que ya no es joven pero tampoco vieja, que en la actualidad un recién jubilado tiene por delante un buen tramo de vida para darse cuenta, entre otras cosas, de que la empresa donde trabajaba no se ha hundido cuando él dejó de prestar sus servicios en ella, que su cuerpo aún necesita ejercicio, ganas de viajar, de hacer el amor, de compartir la sabiduría que ha ido acumulando a lo largo de los años…
Algunas veces me paro a pensar qué sentido tiene la actitud de muchas personas que creen que cuando se termina su vida laboral ya se ha terminado también su ilusión por disfrutar de cuanto le depara la vida, sus ganas de aprender, su deseo de conocer el mundo o cuando menos el territorio donde viven y creen que dejar su trabajo es sinónimo de inutilidad. Tienen asumido que el trabajo era la razón de su existencia y se sientan en una butaca para ver la televisión o leer un libro creyendo que, al hacerlo, están disfrutando de la vida.
Gente que ya no es joven pero tampoco vieja, que en la actualidad un recién jubilado tiene por delante un buen tramo de vida para darse cuenta, entre otras cosas, de que la empresa donde trabajaba no se ha hundido cuando él dejó de prestar sus servicios en ella, que su cuerpo aún necesita ejercicio, ganas de viajar, de hacer el amor, de compartir la sabiduría que ha ido acumulando a lo largo de los años…
Volver a empezar
Photo by Hans Loebermann on Unsplash
Después de pasar varios años sin realizar los cursos o las terapias que han sido el compromiso que asumí durante muchos años con el objetivo de dar a conocer otras formas de tratar los problemas de salud, puedo asegurar que mientras uno siga creyendo que aún tiene mucho que aprender y que compartir, la vida seguirá dándote la energía necesaria para que ese objetivo se pueda llevar a buen término. Fueron años difíciles donde la posibilidad de morir estaba muy presente pero durante ese periodo nunca dejé de creer que me recuperaría lo suficiente como para volver a disfrutar del contacto con los demás, fueran enfermos o participantes en los diferentes talleres que volvía a poner en práctica acompañado de mi esposa María Pinar Merino, talleres dirigidos todos ellos a aquellos seres humanos que viven con el deseo profundo de transformar su visión de la vida y alcanzar un nivel mayor de felicidad fruto de esa transformación.
Por último, me gustaría transmitir un pensamiento que tuve la oportunidad de compartir en el libro “Entre nosotros” y que refleja todo lo mencionado hasta ahora:
"Cada vez que nos negamos a recorrer el camino que la vida nos pone delante; cada vez que huimos de las dificultades; cada vez que dejamos de amar por temor a ser heridos; cada vez que retiramos nuestra mano ante alguien que nos pide ayuda; cada vez que nuestros ojos se cierran para no ver la realidad que nos rodea; cada vez que nuestros oídos se abren a los ruidos pero no a la música; cada vez que nuestros pies nos llevan hacia el fango y no hacemos nada por evitarlo; cada vez que el color de una piel nos condiciona; cada vez que un dios nos limita; cada vez que sonreímos por compromiso; cada vez que la muerte de un ser vivo nos deja indiferentes; cada vez que la mirada limpia de un niño no nos conmueve; cada vez que nos negamos a nosotros mismos; cada vez que no SOMOS..., simplemente estamos muriendo.”
Por último, me gustaría transmitir un pensamiento que tuve la oportunidad de compartir en el libro “Entre nosotros” y que refleja todo lo mencionado hasta ahora:
"Cada vez que nos negamos a recorrer el camino que la vida nos pone delante; cada vez que huimos de las dificultades; cada vez que dejamos de amar por temor a ser heridos; cada vez que retiramos nuestra mano ante alguien que nos pide ayuda; cada vez que nuestros ojos se cierran para no ver la realidad que nos rodea; cada vez que nuestros oídos se abren a los ruidos pero no a la música; cada vez que nuestros pies nos llevan hacia el fango y no hacemos nada por evitarlo; cada vez que el color de una piel nos condiciona; cada vez que un dios nos limita; cada vez que sonreímos por compromiso; cada vez que la muerte de un ser vivo nos deja indiferentes; cada vez que la mirada limpia de un niño no nos conmueve; cada vez que nos negamos a nosotros mismos; cada vez que no SOMOS..., simplemente estamos muriendo.”