Cuestión de evolución III: El Neocórtex



Luis Arribas Mercado

30/06/2021

Para finalizar con este tema, en esta ocasión hablaremos de la última adquisición (por el momento) que la Naturaleza ha dispuesto para la conformación de la personalidad del ser humano: el neocórtex.



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Hace aproximadamente cien millones de años aparecieron los primeros mamíferos superiores. La evolución del cerebro dio un salto cuántico. Por encima del bulbo raquídeo y del sistema límbico la Naturaleza puso el neocórtex, el cerebro racional.
 
En nuestro cerebro se aloja todo lo que somos, lo que sentimos y, más aún, lo que podemos llegar a ser. Gran parte de nuestro éxito evolutivo se debe precisamente al neocórtex, esa región más nueva y extensa que ha hecho posible procesos tan sofisticados como la comunicación, la escritura, la sociabilidad, la creatividad o la toma de decisiones.
 
A los instintos, impulsos y emociones de los cerebros de reptil y del sistema límbico, se añadió de esta forma la capacidad de pensar de forma abstracta y, más allá de la inmediatez del momento presente, de comprender las relaciones globales existentes y de desarrollar un “yo consciente” y una compleja vida emocional.
 
Hoy en día la corteza cerebral, la nueva y más importante zona del cerebro humano, recubre y engloba las más viejas y primitivas. Esas regiones no han sido eliminadas, sino que permanecen debajo, sin ostentar ya el control indisputado del cuerpo, pero aún activas.
 
La corteza cerebral no solamente ésta es el área más accesible del cerebro: sino que es también la más distintivamente humana. La mayor parte de nuestro pensar o planificar y del lenguaje, imaginación, creatividad y capacidad de abstracción, proviene de esta región cerebral.
 
Así, pues, el neocórtex nos capacita no sólo para solucionar ecuaciones de álgebra, para aprender una lengua extranjera, para estudiar la Teoría de la Relatividad o desarrollar la bomba atómica. Proporciona también a nuestra vida emocional una nueva dimensión.

No hay dos cerebros iguales

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Según expone la psicóloga Valeria Sabater en su artículo “Neocórtex: estructura y funciones”, David Eagleman, escritor y célebre neurocientífico de la Universidad de Stanford, señala que “cada cerebro es único y singular como un copo de nieve. No hay dos iguales: reflejan el resultado de nuestras experiencias, conductas y ocupaciones. Sin embargoa nivel estructural todos somos el resultado de ese desarrollo filogenético excepcional, donde el neocórtex se alza sin duda como nuestro mayor éxito como especie”.
 
Conformado por una gran cantidad de surcos, seis capas y dos milímetros de grosor, contiene cerca de 30.000 millones de neuronas. Es una capa neuronal que recubre sobre todo los lóbulos frontales, cuyo desarrollo y especialización destaca en primates y, cómo no, en el ser humano.

Lenguaje y escritura

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El lenguaje, como sabemos, es una capacidad humana que nos sitúa por encima del resto de especies (si bien es cierto que algunas aves también pueden hablar, lo que muestran es mera imitación y no un sentido auténtico de comunicación).
 
Por otro lado, el proceso lector y escritor también responde a una serie de complejos procesos que se dan en el neocórtex. Estamos sin duda ante una capacidad altamente sofisticada donde podemos asociar símbolos escritos y orales con un significado.
 
Amor y venganza, altruismo e intrigas, arte y moral, sensibilidad y entusiasmo van mucho más allá de los rudos modelos de percepción y de comportamiento espontáneo del sistema límbico.
 
Por otro lado -esto se puso de manifiesto en experimentos con pacientes que tenían el cerebro dañado-, esas sensaciones quedarían anuladas sin la participación del cerebro emocional. Por sí mismo, el neocórtex sólo sería un buen ordenador de alto rendimiento.
 
Los lóbulos prefrontales y frontales juegan un especial papel en la asimilación neocortical de las emociones. Como “manager” de nuestras emociones, asumen dos importantes tareas:
En primer lugar, moderan nuestras reacciones emocionales, frenando las señales del cerebro límbico. En segundo lugar, desarrollan planes de actuación concretos para situaciones emocionales. Mientras que la amígdala del sistema límbico proporciona los primeros auxilios en situaciones emocionales extremas, el lóbulo prefrontal se ocupa de la delicada coordinación de nuestras emociones.
 
Gracias al neocórtex podemos relacionarnos con el mundo que nos rodea, con las personas que conforman nuestro entorno familiar o de relaciones sociales, con nuestro trabajo, nuestros gustos o la manera en que afrontamos los problemas o circunstancias que vivimos en el día a día. El neocórtex es lo que nos hace humanos en comparación con el resto del mundo animal del que formamos parte y también es la puerta de entrada a una etapa de nuestra personalidad aún más compleja que nos está esperando en un futuro no muy lejano donde facultades, que hoy son consideradas como ciencia ficción, se harán presentes de una manera natural como la telepatía, la telekinesia, la intuición o las percepciones extrasensoriales.






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