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Es apasionante la vida, es un crisol de posibilidades inmensas, un mar de ideas que tienen el impulso de asociarse con otras y convertirse en luz y después en moléculas, en órganos, en sistemas, en organismos, en humanidades, en planetas, en sistemas solares, en galaxias, en universos… en vida nuevamente en un ciclo constante y permanente.
Da un poco de vértigo ¿verdad?, pero sólo cuando te lo imaginas, cuando es solo una teoría o un pensamiento, porque cuando entras en el proceso de creación, cuando te conviertes en creador y te asocias con la vida, sus circunstancias, las personas que forman parte de tu mismo decorado; cuando dejas atrás la zona de comodidad que representa lo conocido y te aventuras por nuevos territorios, cuando te abres a lo nuevo y alineas lo que intuyes con tus deseos, con tus pensamientos y conectas con tu fuerza interior; cuando finalmente haces que tus manos se pongan en marcha, cuando das los pasos hacia adelante para llevar a cabo todo ese proyecto que un día fue utopía porque quieres que sea una realidad, el resultado te sorprende, te sobrecoge, te maravilla y te sientes pequeño y grande a la vez como la más ínfima de las subpartículas pero que contiene en su interior el inmenso potencial que la hará convertirse algún día en un universo manifestado.
Yo siempre he entendido aquella fase bíblica de que estábamos hechos a imagen y semejanza de Dios desde ese punto de vista, aludiendo al potencial creador que anida en todo ser humano, esa es nuestra “semejanza” con ese Todo del que formamos parte a la vez.
Da un poco de vértigo ¿verdad?, pero sólo cuando te lo imaginas, cuando es solo una teoría o un pensamiento, porque cuando entras en el proceso de creación, cuando te conviertes en creador y te asocias con la vida, sus circunstancias, las personas que forman parte de tu mismo decorado; cuando dejas atrás la zona de comodidad que representa lo conocido y te aventuras por nuevos territorios, cuando te abres a lo nuevo y alineas lo que intuyes con tus deseos, con tus pensamientos y conectas con tu fuerza interior; cuando finalmente haces que tus manos se pongan en marcha, cuando das los pasos hacia adelante para llevar a cabo todo ese proyecto que un día fue utopía porque quieres que sea una realidad, el resultado te sorprende, te sobrecoge, te maravilla y te sientes pequeño y grande a la vez como la más ínfima de las subpartículas pero que contiene en su interior el inmenso potencial que la hará convertirse algún día en un universo manifestado.
Yo siempre he entendido aquella fase bíblica de que estábamos hechos a imagen y semejanza de Dios desde ese punto de vista, aludiendo al potencial creador que anida en todo ser humano, esa es nuestra “semejanza” con ese Todo del que formamos parte a la vez.
Utopías, visiones y proyectos
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Yo también tuve una vez un sueño que estoy segura de que es compartido por millones de personas: alcanzar una sociedad armónica, donde la justicia, la libertad, la paz, el amor y la verdad fueran el marco de referencias de una humanidad capaz de colocar a las personas por encima de las cosas, capaz de buscar el bien común por encima del individual.
Ese sueño intentamos hacerlo realidad cada uno en la medida de sus posibilidades y atentos a las señales y oportunidades que la vida nos ofrece. No hay aportaciones pequeñas o grandes, no hay proyectos importantes y otros insignificantes, solo hay una opción: o tu disposición es sumar, crear, innovar, hacer crecer, cultivar, mejorar, etc. o tu disposición es justamente la contraria: conformarse, sentirse víctima, esperar que cambien las circunstancias, mantenerse en la comodidad, conservar a ultranza lo conseguido. En definitiva, quedarse quieto esperando que haya mejor ocasión para implicarse porque las circunstancias actuales no son las más adecuadas.
Todo proceso de creación comienza con una idea en la que crees con convicción y con pasión, los siguientes pasos son: convertirla en un objetivo, buscar los medios para llevarla a cabo, elegir la estrategia más adecuada, conseguir los recursos, descubrir las herramientas, abrirte a las aportaciones de los demás, trabajar en equipo… y aceptar que es preciso conceder un tiempo para ver la idea primigenia convertirse en una realidad.
Me gustaría contaros la historia de un proyecto que puede ser ilustrativo de este proceso.
Casi, casi podría comenzar como si se tratara de un cuento:
Ese sueño intentamos hacerlo realidad cada uno en la medida de sus posibilidades y atentos a las señales y oportunidades que la vida nos ofrece. No hay aportaciones pequeñas o grandes, no hay proyectos importantes y otros insignificantes, solo hay una opción: o tu disposición es sumar, crear, innovar, hacer crecer, cultivar, mejorar, etc. o tu disposición es justamente la contraria: conformarse, sentirse víctima, esperar que cambien las circunstancias, mantenerse en la comodidad, conservar a ultranza lo conseguido. En definitiva, quedarse quieto esperando que haya mejor ocasión para implicarse porque las circunstancias actuales no son las más adecuadas.
Todo proceso de creación comienza con una idea en la que crees con convicción y con pasión, los siguientes pasos son: convertirla en un objetivo, buscar los medios para llevarla a cabo, elegir la estrategia más adecuada, conseguir los recursos, descubrir las herramientas, abrirte a las aportaciones de los demás, trabajar en equipo… y aceptar que es preciso conceder un tiempo para ver la idea primigenia convertirse en una realidad.
Me gustaría contaros la historia de un proyecto que puede ser ilustrativo de este proceso.
Casi, casi podría comenzar como si se tratara de un cuento:
Érase una vez…
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Un grupo de personas inconformistas, buscadores de respuestas, investigadores del alma humana, aventureros y exploradores de los senderos no hollados, con afán desmitificador y el deseo de desentrañar misterios que decidieron unirse para llevar adelante todo ese ramillete de inquietudes aportando la experiencia vital y profesional que cada uno tenía en su campo formando un grupo de trabajo e investigación multidisciplinar.
Durante los primeros años su búsqueda los llevó a profundizar en la psique humana, intentando conocer la mente y sus distintas manifestaciones, las potencialidades innatas, las capacidades dormidas como consecuencia de una educación limitativa. Investigaron y experimentaron con los distintos estados de conciencia, bebieron de las fuentes de la ciencia, pero también recogieron la sabiduría ancestral de los pueblos, la cultura, el sentimiento de espiritualidad, la trascendencia, la expresión de la religiosidad a través de las principales vías de conocimiento intentando, con todo ello, alcanzar una visión global que ampliara la dimensión del ser humano.
El proceso se prolongó durante veinte años. Evidentemente, a lo largo del tiempo algunos de los miembros de ese grupo de trabajo fueron cambiando, con lo que se producía un constante enriquecimiento con las nuevas aportaciones.
Hasta que llegó un momento en que se dieron cuenta de que los objetivos que les habían reunido se habían agotado, algunos proyectos surgidos habían llegado a su fin y otros se encontraban en una vía muerta donde no podían avanzar más.
Y entonces surgió una propuesta insólita: poner el foco de investigación en el corazón, descubrir sus potencialidades, sus capacidades, averiguar por qué todas las civilizaciones antiguas, los rishis, los profetas y los sabios de todos los tiempos habían señalado al corazón como la fuente del conocimiento innato, de la sabiduría, la puerta de entrada a la espiritualidad y la conexión con la fuente.
Así que se pusieron a trabajar volviendo la mirada hacia el interior para conectar con ese potencial, obviando el papel intrascendente al que la civilización occidental había asignado al corazón: una bomba que impulsa la sangre (desde el punto de vista biológico), un órgano donde se asentaba el romanticismo y las emociones superficiales, la sede del enamoramiento (visión que nos ofrecían las películas de Hollywood).
Fue en septiembre de 1999 cuando comenzaron a trabajar, primero recogiendo referencias históricas, leyendas, conocimiento de pueblos indígenas, los legados de las distintas culturas de la antigüedad, los cuentos, las canciones, la transmisión oral de las costumbres y creencias pero también del mundo de las energías, de los descubrimientos de la biología y de otros campos y descubrieron cosas sorprendentes. Después comenzaron las prácticas, los ejercicios, las puestas en escena para poder experimentar lo que hasta entonces eran hipótesis de trabajo, aportando cada uno la visión que se ofrecía desde su desarrollo profesional o su experiencia personal.
La investigación grupal se prolongó a lo largo de 10 años y durante ese tiempo también el colectivo sufrió cambios importantes entre sus miembros, aunque fueron capaces de mantenerse unidos alrededor del primer objetivo: descubrir las potencialidades del corazón.
Durante los primeros años su búsqueda los llevó a profundizar en la psique humana, intentando conocer la mente y sus distintas manifestaciones, las potencialidades innatas, las capacidades dormidas como consecuencia de una educación limitativa. Investigaron y experimentaron con los distintos estados de conciencia, bebieron de las fuentes de la ciencia, pero también recogieron la sabiduría ancestral de los pueblos, la cultura, el sentimiento de espiritualidad, la trascendencia, la expresión de la religiosidad a través de las principales vías de conocimiento intentando, con todo ello, alcanzar una visión global que ampliara la dimensión del ser humano.
El proceso se prolongó durante veinte años. Evidentemente, a lo largo del tiempo algunos de los miembros de ese grupo de trabajo fueron cambiando, con lo que se producía un constante enriquecimiento con las nuevas aportaciones.
Hasta que llegó un momento en que se dieron cuenta de que los objetivos que les habían reunido se habían agotado, algunos proyectos surgidos habían llegado a su fin y otros se encontraban en una vía muerta donde no podían avanzar más.
Y entonces surgió una propuesta insólita: poner el foco de investigación en el corazón, descubrir sus potencialidades, sus capacidades, averiguar por qué todas las civilizaciones antiguas, los rishis, los profetas y los sabios de todos los tiempos habían señalado al corazón como la fuente del conocimiento innato, de la sabiduría, la puerta de entrada a la espiritualidad y la conexión con la fuente.
Así que se pusieron a trabajar volviendo la mirada hacia el interior para conectar con ese potencial, obviando el papel intrascendente al que la civilización occidental había asignado al corazón: una bomba que impulsa la sangre (desde el punto de vista biológico), un órgano donde se asentaba el romanticismo y las emociones superficiales, la sede del enamoramiento (visión que nos ofrecían las películas de Hollywood).
Fue en septiembre de 1999 cuando comenzaron a trabajar, primero recogiendo referencias históricas, leyendas, conocimiento de pueblos indígenas, los legados de las distintas culturas de la antigüedad, los cuentos, las canciones, la transmisión oral de las costumbres y creencias pero también del mundo de las energías, de los descubrimientos de la biología y de otros campos y descubrieron cosas sorprendentes. Después comenzaron las prácticas, los ejercicios, las puestas en escena para poder experimentar lo que hasta entonces eran hipótesis de trabajo, aportando cada uno la visión que se ofrecía desde su desarrollo profesional o su experiencia personal.
La investigación grupal se prolongó a lo largo de 10 años y durante ese tiempo también el colectivo sufrió cambios importantes entre sus miembros, aunque fueron capaces de mantenerse unidos alrededor del primer objetivo: descubrir las potencialidades del corazón.
¡Atrévete a salir de la caverna!
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En mayo de 2009 el grupo de investigación y trabajo decidió poner en marcha proyectos basados en los descubrimientos que habían realizado, creando talleres teórico/prácticos para distintos colectivos que se pudieran beneficiar de la activación de los recursos que proporcionaba el corazón. Atendiendo y cubriendo todas las áreas sociales (educación, salud, empresa, asociaciones, Ong´s, administraciones locales, ayuntamientos, concejalías, talleres especiales de empleo, colectivos con dificultades… y un largo etcétera.
Este mes de mayo se cumplen 10 años y es el momento de hacer balance, mirar atrás y recoger los frutos de las semillas plantadas. Es hora de reflexionar observando la trayectoria recorrida y de apreciar los resultados obtenidos, que han superado con creces las más elevadas expectativas.
Ha sido un largo camino de 10 años para algunos, de 9 para otros y de 8 para algunos más. Un camino en el que nos hemos encontrado con muchas personas y situaciones que nos han ayudado a ver aspectos de nosotros mismos que permanecían en la sombra. Esas actitudes, creencias y comportamientos hemos podido trabajarlos y transformarlos gracias a nuestra intención de ser más conscientes y a nuestro empeño en evolucionar, en sacar la mejor versión de nosotros mismos, pero también gracias a las referencias, apoyos y ayudas que los otros compañeros caminantes nos han proporcionado. (testimonio de un Caminante).
Seguimos fieles al axioma de un sabio proverbio africano: “Si quieres llegar pronto ve solo, pero si quieres llegar lejos ve acompañado”. Todo el planteamiento de objetivos a alcanzar con cada colectivo se apoya en la experiencia en grupo. Sabemos el potencial enorme que supone caminar en juntos pues, por una parte, nos permite identificar de forma rápida nuestras herramientas y recursos personales, pero además nos da la oportunidad de poner en práctica todo lo aprendido de forma inmediata con los compañeros que están al lado.
Ha sido una experiencia vital tremendamente rica y transformadora para todos y nosotros nos sentimos muy orgullosos de haber podido observar las profundas transformaciones (cambios encadenados) que se han producido en las personas que han participado en los talleres a lo largo de los años en un proceso abierto y circular en el que cada cual podía incorporarse en el momento que deseara y abandonar cuando sintiera que los objetivos que buscaba ya estaban cubiertos.
Lo más hermoso ha sido comprobar que el Camino del Corazón se ha ido haciendo a partir de unas propuestas y escenarios que los facilitadores ofrecíamos, pero el “contenido” real lo ponía cada Caminante aportando sus propias experiencias de vida. Lo que leemos o escuchamos terminamos olvidándolo algún día con el paso del tiempo o cuando dirigimos la mirada hacia otros lugares de interés. Sin embargo, lo que “vivimos” permanecerá con nosotros siempre… He ahí el gran poder de transformación del Camino del Corazón.
Algunos resultados alcanzados:
El despertar de una inteligencia no condicionada por la educación limitativa recibida. Alcanzar un estado de conciencia superior. Generar coherencia cardiaca que hace trabajar a todos los sistemas biológicos de forma coordinada y armónica. Potenciar capacidades mentales (creatividad, memoria, toma de decisiones, autoestima, asertividad, tendencia a la cooperación… por citar solo algunas) Eliminación del estrés. Sanación del trauma. Conexión con la naturaleza. Mejora en la comunicación con los demás. Aprendizaje por comprensión no por dolor. Sincronización entre los impulsos del corazón y los de la mente. Interpretación de la realidad de una manera distinta. Sentido de una ética global acorde con el ser humano del siglo XXI. Vivir sin miedo. Este mes de mayo se cumplen 10 años y es el momento de hacer balance, mirar atrás y recoger los frutos de las semillas plantadas. Es hora de reflexionar observando la trayectoria recorrida y de apreciar los resultados obtenidos, que han superado con creces las más elevadas expectativas.
Ha sido un largo camino de 10 años para algunos, de 9 para otros y de 8 para algunos más. Un camino en el que nos hemos encontrado con muchas personas y situaciones que nos han ayudado a ver aspectos de nosotros mismos que permanecían en la sombra. Esas actitudes, creencias y comportamientos hemos podido trabajarlos y transformarlos gracias a nuestra intención de ser más conscientes y a nuestro empeño en evolucionar, en sacar la mejor versión de nosotros mismos, pero también gracias a las referencias, apoyos y ayudas que los otros compañeros caminantes nos han proporcionado. (testimonio de un Caminante).
Seguimos fieles al axioma de un sabio proverbio africano: “Si quieres llegar pronto ve solo, pero si quieres llegar lejos ve acompañado”. Todo el planteamiento de objetivos a alcanzar con cada colectivo se apoya en la experiencia en grupo. Sabemos el potencial enorme que supone caminar en juntos pues, por una parte, nos permite identificar de forma rápida nuestras herramientas y recursos personales, pero además nos da la oportunidad de poner en práctica todo lo aprendido de forma inmediata con los compañeros que están al lado.
Ha sido una experiencia vital tremendamente rica y transformadora para todos y nosotros nos sentimos muy orgullosos de haber podido observar las profundas transformaciones (cambios encadenados) que se han producido en las personas que han participado en los talleres a lo largo de los años en un proceso abierto y circular en el que cada cual podía incorporarse en el momento que deseara y abandonar cuando sintiera que los objetivos que buscaba ya estaban cubiertos.
Lo más hermoso ha sido comprobar que el Camino del Corazón se ha ido haciendo a partir de unas propuestas y escenarios que los facilitadores ofrecíamos, pero el “contenido” real lo ponía cada Caminante aportando sus propias experiencias de vida. Lo que leemos o escuchamos terminamos olvidándolo algún día con el paso del tiempo o cuando dirigimos la mirada hacia otros lugares de interés. Sin embargo, lo que “vivimos” permanecerá con nosotros siempre… He ahí el gran poder de transformación del Camino del Corazón.
Algunos resultados alcanzados:
Los Caminos se hacen más fáciles de recorrer a medida que son transitados por más caminantes. Ahora es el momento de abrir nuevas rutas en las que la mente nos ayuda a fijar el objetivo, pero es el corazón el que nos dice cómo alcanzarlo.
¿Quieres recorrer con nosotros EL CAMINO DEL CORAZÓN?