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Desde que comenzó está triste pandemia (COVID19) está nueva realidad virtual y desvirtualizada, nos sentimos víctimas de los miedos inducidos, acrecentados y asumidos por nosotros mismos. El miedo, ese jinete que cabalga a lomos de otros miedos fomentados y difundidos como arma de dominio, no nos deja dos segundos de pensamiento reposado, certero, sino que nos sumerge en las dudas, en la discusión con muestras propias ideas y creencias, antepone conceptos y nos hace ser cada día distintos, diferentes; algo así como apuntarnos al último pensamiento que llega. Podemos cambiar de opinión varias veces al día, dar la vuelta a los pensamientos y decir blanco donde ayer dijimos negro.
La desinformación constante y sesgada es el acontecer adoctrinado de los medios al servicio de quienes pagan, porque se trata de ejercer control y desbarajuste para poder gobernar un mundo globalizado en el miedo y el servilismo económico mediante el postulado de la salud.
Quien se negaría, o se niega, al estado de estar bien, de sentirse atendido ante la enfermedad, de inmunizarse ante los otros, aunque los otros caigan en el intento por falta de medios o por vulnerabilidad. Nos quieren hacer caer en la idea del “sálvese quien pueda”, como si la tercera parte de la población mundial debiera desaparecer por una selección forzosa de pandemia de la cual no hay noticias claras del cómo, cuándo y dónde.
Ciertamente, en este viaje las alforjas de los distintos gobiernos y regiones del mundo han de estar llenas y aprovisionadas si quieren salvar a sus ciudadanos residentes, residentes porque el concepto “frontera” está adquiriendo un nuevo y desconocido término de franja cerrada e insalvable.
Quienes no se resignan a pensar y compartir los postulados de la OMS, sus patrocinadores y gobiernos adheridos comienzan a ser mal vistos, espiados y a la vez señalados como enemigos del progreso y la ciencia, el pensamiento único se abre y toma fuerza en un mundo en el que la pluralidad debería ser la forma abierta de enriquecimiento de ideas e investigación.
La desinformación constante y sesgada es el acontecer adoctrinado de los medios al servicio de quienes pagan, porque se trata de ejercer control y desbarajuste para poder gobernar un mundo globalizado en el miedo y el servilismo económico mediante el postulado de la salud.
Quien se negaría, o se niega, al estado de estar bien, de sentirse atendido ante la enfermedad, de inmunizarse ante los otros, aunque los otros caigan en el intento por falta de medios o por vulnerabilidad. Nos quieren hacer caer en la idea del “sálvese quien pueda”, como si la tercera parte de la población mundial debiera desaparecer por una selección forzosa de pandemia de la cual no hay noticias claras del cómo, cuándo y dónde.
Ciertamente, en este viaje las alforjas de los distintos gobiernos y regiones del mundo han de estar llenas y aprovisionadas si quieren salvar a sus ciudadanos residentes, residentes porque el concepto “frontera” está adquiriendo un nuevo y desconocido término de franja cerrada e insalvable.
Quienes no se resignan a pensar y compartir los postulados de la OMS, sus patrocinadores y gobiernos adheridos comienzan a ser mal vistos, espiados y a la vez señalados como enemigos del progreso y la ciencia, el pensamiento único se abre y toma fuerza en un mundo en el que la pluralidad debería ser la forma abierta de enriquecimiento de ideas e investigación.
Un nuevo modelo de convivencia
Photo by Arturo Rey on Unsplash
Parece ser que se trata de que asumamos nuestro propio confinamiento, que asumamos la vida del trabajo a casa y de casa al trabajo como forma de pasar los días. Que consumamos productos alimenticios controlados por las grandes corporaciones económicas, que nos convirtamos en meros objetos de producción y consumo en esta cadena interrelacionada de seres callados, sumisos y necesarios hasta un cierto punto. Nadie que no consuma y no pueda producir para el sistema sobra en este nuevo orden; pero lo más duro es que comenzamos a asumir de una manera casi voluntaria las ideas más devastadoras del liberalismo actual que ha cambiado pandemias por guerras y vacunas por pan.
En la nueva normalidad tendremos altos y bajos, tendremos que saber “vivir en esta disyuntiva del sinvivir”. Aprender formas de comportamiento y prevención, aunque parezca que éstas van contra nuestra actitud de vida y pensamiento democrático. Somos las víctimas de “lo tomas o lo dejas”, del hasta aquí hemos llegado, no hay más caminos que conduzcan a Roma.
Seguir con la cotidianidad, el trabajo, los amigos la familia de una forma precavida, sincera, sin miedo, porque éste nos conduce a la culpa, los “balones fuera” de culpabilizar a otros de lo que en realidad podría ser nosotros mismos. No se trata de buscar culpables, de dar nombres, de hacer responsables que nos dejen soñar con nuestra salud perfecta. La solidaridad entre todos, el buen hacer responsable se ha convertido en una seña de identidad, no dejemos que el árbol de nuestro ego dificulte la visión de conjunto de los días venideros.
Sigamos observando, opinando, discerniendo, siendo seres libre-pensadores que no abandonan los sueños, que viven en un colectivo común, que no señalan ni se sienten señalados. Si no cabemos todos no cabe nadie en este mundo capaz de producir para más del doble de habitantes de los que somos en el planeta, quieren hacernos ver que sobra más de una tercera parte porque no son consumidores con contraparte económica al servicio de los poderosos.
Triste realidad la que nos toca vivir, mundo manipulado que abre la franja insalvable del dolor instaurada en el miedo, en el dominio de los unos sobre los otros, con el gran objetivo sumiso de la salud, porque todos queremos estar sanos, malvivir y “salvarnos de la quema”.
“Gobernar a base de miedo es muy eficaz. El miedo hace que no se reaccione, el miedo hace que no se siga adelante. El miedo es mucho más fuerte casi, desgraciadamente, que el altruismo, que el amor, que la bondad. El miedo nos lo están dando todos los días en los medios de comunicación. ” (José Luis Sampedro.)
En la nueva normalidad tendremos altos y bajos, tendremos que saber “vivir en esta disyuntiva del sinvivir”. Aprender formas de comportamiento y prevención, aunque parezca que éstas van contra nuestra actitud de vida y pensamiento democrático. Somos las víctimas de “lo tomas o lo dejas”, del hasta aquí hemos llegado, no hay más caminos que conduzcan a Roma.
Seguir con la cotidianidad, el trabajo, los amigos la familia de una forma precavida, sincera, sin miedo, porque éste nos conduce a la culpa, los “balones fuera” de culpabilizar a otros de lo que en realidad podría ser nosotros mismos. No se trata de buscar culpables, de dar nombres, de hacer responsables que nos dejen soñar con nuestra salud perfecta. La solidaridad entre todos, el buen hacer responsable se ha convertido en una seña de identidad, no dejemos que el árbol de nuestro ego dificulte la visión de conjunto de los días venideros.
Sigamos observando, opinando, discerniendo, siendo seres libre-pensadores que no abandonan los sueños, que viven en un colectivo común, que no señalan ni se sienten señalados. Si no cabemos todos no cabe nadie en este mundo capaz de producir para más del doble de habitantes de los que somos en el planeta, quieren hacernos ver que sobra más de una tercera parte porque no son consumidores con contraparte económica al servicio de los poderosos.
Triste realidad la que nos toca vivir, mundo manipulado que abre la franja insalvable del dolor instaurada en el miedo, en el dominio de los unos sobre los otros, con el gran objetivo sumiso de la salud, porque todos queremos estar sanos, malvivir y “salvarnos de la quema”.
“Gobernar a base de miedo es muy eficaz. El miedo hace que no se reaccione, el miedo hace que no se siga adelante. El miedo es mucho más fuerte casi, desgraciadamente, que el altruismo, que el amor, que la bondad. El miedo nos lo están dando todos los días en los medios de comunicación. ” (José Luis Sampedro.)