Confinamiento y desescalada mundial



Mari Ángeles Cuñat

10/06/2020

Es preferible pensar que estamos en una distopía temporal, para no proyectarse en un futuro donde no moverse de casa (o tener un movimiento dirigido) sería una forma de doblegarnos basada en el miedo.
Debido a esta crisis sanitaria global, nos damos cuenta de qué es lo esencial y de qué se puede prescindir, y este estado de alarma ha situado a la sanidad universal por encima de cualquier bien material y de consumo.



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La responsabilidad colectiva es necesaria ante cualquier forma de amenaza y hay que anteponerla a todo por el bien común, naturalizando el miedo como medida de prudencia y asumir que no son buenos tiempos.
 
Este compromiso social empieza cuando ponemos en el centro el cuidado por la vida, que nos auto-cuidemos sabiendo que en cada acto estamos decidiendo el trato que nos estamos dando y el que deseamos recibir, y, llegado el caso que enfermemos, poder garantizarnos un sistema de salud solvente.
 
Hace tiempo que se hacen hipótesis, especulaciones y estudios sobre cómo se manipula a la población y formas de controlarla. Sabemos hasta dónde son capaces de llegar algunas mentes maquiavélicas y con poder, pero precisamente para defenderse de ellas, es urgente generar una visión del mundo mucho más humanista; esto empezaría por no tratar de ponerse en el lugar de esas formas de pensar, ni siquiera para analizar su modus operandi porque requeriría de un mínimo de empatía, y en estos momentos es importante sentir y pensar en lo que se desea y no perderse en lo indeseable.

¿Aprovechamos la oportunidad?

Lo indeseable puede llegar a ser destructivo, y como cualquier especie, luchamos por la supervivencia. Que además de seres, nos sentimos también humanos, y este sentirse humano conlleva solidaridad, bondad y amor, porque son los principios que nos hacen evolucionar y que son estos los valores donde obtener la fortaleza para convivir y sobreponerse de las catástrofes.
 
La historia, que muchas veces se repite, enseña que durante y después de las depresiones, se implantan nuevas maneras de estar en el mundo, y suele ser en detrimento de la libertad y de los derechos que se han ido conquistando.
 
Vislumbramos una “nueva normalidad”, dicen que es transitoria y también dicen que nada volverá a ser igual. Depende del enfoque que le queramos dar. Lo que no se pone en cuestión es que vienen cambios, otros tiempos.
 
Llevamos días sin salir de casa. Impacta mirar por la ventana y ver las calles vacías de gentes. La vida humana confinada en casa entre las paredes que hemos construido.
 
Mientras, los mares, las montañas, la fauna y la flora se recuperan y brillan al margen de nuestras miradas, vemos los paisajes a través de las pantallas y los disfrutamos, conscientes de que la tierra necesita descansar una temporada de nuestros pasos- Y con estas sensaciones placenteras de pensar en la naturaleza nos estamos beneficiando de la salud que ella nos aporta. Es tanto el agradecimiento que le debemos.

Lo que echamos de menos

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En general, estamos en total predisposición de permanecer confinados mientras sea necesario. Ya acostumbrados a este silencio de ciudad. Un silencio que al principio ensombrecía el ambiente, y al poco tiempo se ha hecho hermoso, porque se puede escuchar cantar a los pájaros y dormir más profundamente.
 
Nos hacen falta los besos y los abrazos, ahí se intercambian energías que nos animan el alma. De momento podemos obtenerlas con los sueños y con la confianza de que el distanciamiento social acabará pasando de un modo u otro. Será así, porque todo pasa, y esto también pasará. Y seguramente que después extrañaremos este silencio, silencio que ya se ha convertido en nuestro amigo y al que más adelante echaremos de menos e iremos a buscarlo.
 
Es probable que salgamos confusos de esta crisis. Querremos acercarnos a las otras personas, ahora que la prudencia nos obliga a temerlas. Se impondrán nuevas leyes que conducirán a otras costumbres. Las transformaciones traen consigo el dolor, las pérdidas y la recomposición, es un camino arduo que hemos de recorrer, y habrá confrontaciones y también discordia. Los múltiples y diversos intereses tendrán que encontrar otros escenarios para desarrollarse. Y las personas nos reorientaremos, seguro que, con la solidaridad, el amor y la unidad porque en toda civilización son los valores sobre los que se construye la vida.
 
No es presuntuoso señalar que la situación actual se veía venir. Que es insostenible esta sociedad global y capitalizada, sin más inteligencia que la del dinero. ¿Y estamos donde estamos a causa de un virus que seguro lleva habitando en algunos animales durante siglos? Porque ahora nos come la moral a los humanos, cuando no, la vida.
 
¿Y cuánto tiempo vamos a necesitar para vivir de un modo más sostenible, próximo y natural? ¿Quién está ya a punto? Es para alegrarse por la oportunidad que tenemos de hacer otro replanteamiento socio-económico, que ya se venía pidiendo a gritos. Pero también es para entristecerse, porque transferiremos a los niños y niñas el mundo que no hemos sabido conservar.

Vivir con mayor consciencia

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De estos días nadie se olvidará. Ha llegado una especie de apocalipsis, parece ser que inesperada, a la vez, se podía intuir que estaba cerca. Y para sobrellevar este modo de vida acelerada, estresante y contaminada, cada cual haciendo lo que podía.
 
En mi caso, que no iba a contar, pero lo cuento por si a alguien le sirviera, aun sabiendo que a cada individuo les va bien unas cosas u otras dependiendo de sus creencias o costumbres. Cuento, en mi caso que ya estaba besando y abrazando a mi gente querida con más frecuencia, o nutriéndome de cualquier forma de arte, y también durante los sueños que me trasladan a los bosques, a tocar los árboles, a oler las flores o a descalzarme en la tierra. Y cuando se podía ir, iba a la naturaleza a vivirlo de verdad.
 
Estos mecanismos ahora me doy cuenta de que hay que activarlos y hacerlo más intensamente, no hace falta esfuerzo, cada cual, a su manera, basta con el deseo por un mundo limpio y mejor. Que proyectarse tiene el poder de ser semilla para el futuro.
 
Que los sueños son posibles realidades y elevan la mirada hacia una sociedad más sencilla y humana. Brevemente, es generar aquello en lo que se cree. ¿Qué semillas tenemos en nuestra mente y corazón? Y cómo queremos que germinen.
 
Consistiría en que cada ser humano tomemos las riendas de nuestra arquitectura individual y conjunta. Defender la comunidad cuidando lo esencial. Cultivar la armonía y la confianza, que sintonizar con ellas en colectividad, también nos ayuda a descubrir lo que queremos si todavía no lo sabemos.
 
La naturaleza nos muestra que hay que saber esperar, utilizar los distintos ritmos y las oscilaciones, ya que son las condiciones que mantienen el ecosistema en niveles óptimos. Es ahora cuando el planeta está en la UCI y las políticas llegan hasta donde llegan. Se requiere la participación de todo el mundo. Nuestras manos añoran sentir otras manos de familiares, amigos. Esta parte emocional no habrá ley que la derogue, que el amor siempre encuentra caminos para su expresión. Este distanciamiento será pasajero, sabiendo que desde este instante seguimos igual de juntas y juntos que siempre.
 
Todas las épocas terminan cuando se cuentan en pasado. Saldremos del confinamiento con el cabello más revuelto y seguro que volverán a abrir las peluquerías, y llegarán los encuentros, también el bullicio. Afortunadamente la desescalada ya se ha iniciado adentro de las casas con nuestras reflexiones, las vivencias y el compromiso de superarnos. Pasando de la fase del papel higiénico a la fase de la satisfacción, por darnos cuenta que estamos ayudando a que el planeta se recupere y que habrá más belleza y cuidado del que ya tenemos. Deseo.






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