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En estos momentos, hay personas que se han quedado en el primer significado de la palabra y ahí han conectado con el mayor de todos los miedos: el miedo a la muerte, pero que se manifiesta a través de cientos de pequeños miedos, cercanos, asequibles, conocidos, quizás compañeros de viaje desde hace muchos años. Todo ese mundo de emociones negativas aparece en nuestro día a día vestido con diferentes trajes: desconfianza, inseguridad, vulnerabilidad, impotencia, victimismo, fragilidad, falta de libertad, culpa, rabia, resentimiento, injusticia, queja...
Muchas de estas personas están gestionando sus emociones de distintas formas: una reacción es defenderse atacando a todo lo que hay alrededor, con quejas y críticas hacia todo y todos, buscando a alguien a quién culpar por lo que estaba pasando, por la mala gestión, por las decisiones equivocadas, por los errores cometidos, etc. etc. etc. y cuando buscamos a quien repartir las culpas ya sabemos que siempre lo encontramos.
Otro mecanismo de defensa es refugiarse en el papel de víctimas y así escuchamos testimonios de personas que aluden al karma, a un castigo de la madre Tierra por las agresiones a que la sometemos, a la manipulación que hacen los laboratorios, las corporaciones, los gobiernos, los medios de comunicación, etc. etc. etc. Y estas personas resuenan con esos mensajes que pueblan las redes sociales, en donde hay conspiraciones y gobiernos en la sombra, donde los poderes ocultos, que son los que de verdad “manejan el mundo”, han urdido todo un plan para someter a la ciudadanía y convertirnos a todos en esclavos.
Y también hay un sector, bastante amplio, de personas que piden ayuda a las entidades de todo tipo… y no me refiero a redes de meditación u oración, que son absolutamente valiosas en ésta y en cualquier situación sino a esas dependencias que se crean esperando que vengan los seres de las estrellas, los pleyadianos, los de Sirio, los del rayo de color tal o cual, los del multiuniverso diverso (parece de broma pero lo llaman así) y que hacen extraños ritos para invocar la sabiduría y el poder de esos seres pidiéndoles que vengan a solucionar la papeleta que tenemos entre manos. En estos días he escuchado cosas increíbles para una mente humana con un mínimo de sensatez y criterio.
Muchas de estas personas están gestionando sus emociones de distintas formas: una reacción es defenderse atacando a todo lo que hay alrededor, con quejas y críticas hacia todo y todos, buscando a alguien a quién culpar por lo que estaba pasando, por la mala gestión, por las decisiones equivocadas, por los errores cometidos, etc. etc. etc. y cuando buscamos a quien repartir las culpas ya sabemos que siempre lo encontramos.
Otro mecanismo de defensa es refugiarse en el papel de víctimas y así escuchamos testimonios de personas que aluden al karma, a un castigo de la madre Tierra por las agresiones a que la sometemos, a la manipulación que hacen los laboratorios, las corporaciones, los gobiernos, los medios de comunicación, etc. etc. etc. Y estas personas resuenan con esos mensajes que pueblan las redes sociales, en donde hay conspiraciones y gobiernos en la sombra, donde los poderes ocultos, que son los que de verdad “manejan el mundo”, han urdido todo un plan para someter a la ciudadanía y convertirnos a todos en esclavos.
Y también hay un sector, bastante amplio, de personas que piden ayuda a las entidades de todo tipo… y no me refiero a redes de meditación u oración, que son absolutamente valiosas en ésta y en cualquier situación sino a esas dependencias que se crean esperando que vengan los seres de las estrellas, los pleyadianos, los de Sirio, los del rayo de color tal o cual, los del multiuniverso diverso (parece de broma pero lo llaman así) y que hacen extraños ritos para invocar la sabiduría y el poder de esos seres pidiéndoles que vengan a solucionar la papeleta que tenemos entre manos. En estos días he escuchado cosas increíbles para una mente humana con un mínimo de sensatez y criterio.
Una oportunidad
Photo by Anh Nguyen on Unsplash
Pero también hay mucha, mucha, mucha gente en todo el mundo de distintas ideologías, religiones, estrato social, formación, raza, etc. que ha visto en lo que estamos viviendo una oportunidad para aprender a conectar consigo mismos, para reflexionar poniendo en el punto de mira su escala de valores, para tomar conciencia de sus necesidades de este momento, para recuperar sus ideales olvidados, para pararse y respirar olvidándose de una frase que ha estado presente en su vida con intensidad: “No tengo tiempo”… El tiempo nos ha llegado a todos, como un regalo inesperado… y algunos no saben qué hacer con él.
Vivimos situaciones nuevas que nos han obligado a cambiar nuestros hábitos… y todos sabemos que lo que más seguridad proporciona a un ser humano es la repetición de las mismas rutinas. Ahora algunos, los que pueden, trabajan desde casa, otros se atreven a probar suerte incursionando en la cocina, otros leen, otros meditan, otros escriben, otros juegan, otros aprenden algo nuevo (Internet se ha convertido en una amplia oferta de posibilidades de cursos gratuitos de todo tipo), otros hablan con los miembros de la familia de todo tipo de temas, otros juegan con los niños, hay quien pinta o dibuja dando rienda suelta a su creatividad, hay quien baila o canta, hay quien contempla, hay quien reza, quien llora con desconsuelo o quien mira al horizonte dibujando en su cara una ligera sonrisa de esperanza…
Ahora hay tiempo para todo, pero eso sí, dentro de tu espacio y de tus posibilidades. Es terrible escuchar testimonios de personas que han sufrido pérdida de algún ser querido, que han perdido su trabajo, que tienen dificultades al no tener ingresos para pagar el alquiler… los más vulnerables ven agravarse su situación. Pero en paralelo y con una fuerza que nos sorprende cada día, surgen iniciativas solidarias de apoyo, de ayuda, de compartir lo que hay… y no solo me refiero a los servicios sociales que han puesto en marcha ayuntamientos, Ong´s y asociaciones sino a ofertas de ayuda, apoyo y asistencia para cubrir las necesidades que surgen en la comunidad, en el barrio o en el pueblo.
Y vemos que cada ser humano, en momentos de dificultad, es capaz de sacar la mejor versión de sí mismo; aparece la colaboración, la hermandad, la solidaridad, la comprensión, el coraje, el espíritu de servicio, la compasión, la gratitud y la consciencia de que es necesario tomarse de la mano, mirar en la misma dirección y encaminar nuestros pasos hacia objetivos comunes.
Todo el mundo coincide que es tiempo de replantearnos creencias y paradigmas, de cuestionar un modelo de bienestar, una forma de vivir que hemos aceptado como la mejor… He oído estos días muchas veces la frase: “Resulta que me he dado cuenta de que para vivir necesito muchas menos cosas de las que creía” o algo similar. Cosas que hace apenas un mes eran imprescindibles hoy son innecesarias y, en cambio, otras a las que no teníamos tanto aprecio se han convertido en fundamentales para nuestra supervivencia, como es la comunicación con los que amamos, el mantenimiento de los vínculos que nos fortalecen, la nutrición afectiva que nos llega de familia y amigos o el ampliar la mirada para abarcar un círculo más amplio en nuestras relaciones.
Vivimos situaciones nuevas que nos han obligado a cambiar nuestros hábitos… y todos sabemos que lo que más seguridad proporciona a un ser humano es la repetición de las mismas rutinas. Ahora algunos, los que pueden, trabajan desde casa, otros se atreven a probar suerte incursionando en la cocina, otros leen, otros meditan, otros escriben, otros juegan, otros aprenden algo nuevo (Internet se ha convertido en una amplia oferta de posibilidades de cursos gratuitos de todo tipo), otros hablan con los miembros de la familia de todo tipo de temas, otros juegan con los niños, hay quien pinta o dibuja dando rienda suelta a su creatividad, hay quien baila o canta, hay quien contempla, hay quien reza, quien llora con desconsuelo o quien mira al horizonte dibujando en su cara una ligera sonrisa de esperanza…
Ahora hay tiempo para todo, pero eso sí, dentro de tu espacio y de tus posibilidades. Es terrible escuchar testimonios de personas que han sufrido pérdida de algún ser querido, que han perdido su trabajo, que tienen dificultades al no tener ingresos para pagar el alquiler… los más vulnerables ven agravarse su situación. Pero en paralelo y con una fuerza que nos sorprende cada día, surgen iniciativas solidarias de apoyo, de ayuda, de compartir lo que hay… y no solo me refiero a los servicios sociales que han puesto en marcha ayuntamientos, Ong´s y asociaciones sino a ofertas de ayuda, apoyo y asistencia para cubrir las necesidades que surgen en la comunidad, en el barrio o en el pueblo.
Y vemos que cada ser humano, en momentos de dificultad, es capaz de sacar la mejor versión de sí mismo; aparece la colaboración, la hermandad, la solidaridad, la comprensión, el coraje, el espíritu de servicio, la compasión, la gratitud y la consciencia de que es necesario tomarse de la mano, mirar en la misma dirección y encaminar nuestros pasos hacia objetivos comunes.
Todo el mundo coincide que es tiempo de replantearnos creencias y paradigmas, de cuestionar un modelo de bienestar, una forma de vivir que hemos aceptado como la mejor… He oído estos días muchas veces la frase: “Resulta que me he dado cuenta de que para vivir necesito muchas menos cosas de las que creía” o algo similar. Cosas que hace apenas un mes eran imprescindibles hoy son innecesarias y, en cambio, otras a las que no teníamos tanto aprecio se han convertido en fundamentales para nuestra supervivencia, como es la comunicación con los que amamos, el mantenimiento de los vínculos que nos fortalecen, la nutrición afectiva que nos llega de familia y amigos o el ampliar la mirada para abarcar un círculo más amplio en nuestras relaciones.
Organizar el día
Fíjate un plan de acción, abierto, pero escribe en una lista las cosas que consideras importantes. Haz prácticas de meditación, mindfulness, auto-observación, silencio, conciencia plena, respiración consciente… El sentimiento de sentirte útil es fundamental, cada día haz algo por otros, ayuda con la compra, con palabras, dedicándoles un tiempo o cocinando para ellos. Haz ejercicio. El cuerpo está hecho para moverse y al hacerlo generamos endorfinas que nos ayudan con nuestros procesos mentales: camina, sube y baja escaleras, baila, haz gimnasia, estiramientos… Cuida tu entorno manteniéndolo ordenado y limpio. Deshazte de lo que ya no utilizas, aprovecha para tirar lo que te sobra, seguro que a alguien puede serle útil, y así creas espacios vacíos. Haz igual vaciando tu pensamiento de creencias y pensamientos viejos y obsoletos. Busca a lo largo del día momentos de silencio exterior e interior. Deja fluir tu creatividad en cualquier área: escribe, pinta, dibuja, cocina, diseña, crea... Aprende algo nuevo cada día, repasa ese idioma que estás olvidando, busca información sobre técnicas que ayuden a desarrollar tu potencial. Agradece al final del día tres cosas buenas que hayas apreciado a lo largo de la jornada. Comunícate con tus seres queridos, selecciona las lecturas. En estos días llegan whatsapp de todo tipo y, al igual que elegimos qué comer, igualmente debemos elegir qué información consumir. Vive el momento presente con consciencia, educa tu mente para apreciar lo que sucede en el aquí y el ahora. Di en voz alta por la mañana al despertar, afirmaciones positivas que den esperanza y luz. No pases demasiadas horas frente al ordenador, la contaminación electromagnética afecta al sistema inmunológico. Para descargarte de esas ondas camina descalzo, si puedes por la tierra o el césped o por tu casa; date una ducha, sumerge tus pies en agua caliente y frótalos con un cepillito. Aliméntate saludablemente. Crea pausas, cambia de actividad, no te focalices sólo en una cosa.