Foto de Reuben Mcfeeters en Unsplash
La sociedad está marcada por un síndrome bipolar, no hay término medio. Las noticias que publican los medios de comunicación de masas nos muestran un pasado de errores y conflictos que nos ha traído un presente marcado por el miedo y la desconfianza y nos aventura un futuro de precariedad, sacrificio y renuncias… pero en el otro extremo logran abrirse paso a través de las redes sociales pequeñas noticias que son como relámpagos de luz que atraviesan apenas durante un instante la oscuridad, pero nos recuerdan que la luz sigue ahí.
Por un lado, tenemos el “sistema que”, aunque agonizante, se resiste a desaparecer. Continúan los casos de corrupción, de engaños, de abusos de poder, continúan las noticias de manipulación de la opinión pública, de represión. Continuamos asistiendo atónitos a la actividad de los políticos, de las corporaciones, de las instituciones, de las plataformas de inversión y financieras que toman decisiones que afectan a la vida y a los derechos de millones de personas en todo el mundo…
Y por otro, leemos iniciativas civiles pequeñas que empiezan a dar los primeros resultados arrojando chispazos de luz a este mundo de sombras. A través de Internet llegan noticias de terrenos cedidos por la administración o los ayuntamientos para que los vecinos los transformen en huertos, grupos de jóvenes que recuperan pueblos abandonados, innovadores que construyen eco- aldeas autosostenibles, emprendedores de “negocios” insólitos que se abren paso en un mundo gestionado por una economía basada en otros parámetros, docentes que se unen para practicar en sus aulas una educación diferente, enseñando a los niños a ser resilientes y ciudadanos preparados para un futuro distinto, madres que se ponen de acuerdo para establecer turnos cuidando de sus hijos porque no pueden pagar los precios de las guarderías, bolsas de intercambio de servicios, bancos de tiempo, mercadillos solidarios donde cada uno dona lo que no necesita y se lleva lo que le hace falta, vecinos que comparten sus vehículos, especialistas en reciclar, reutilizar y reducir el consumo, asociaciones de barrio o de pueblo que atienden los servicios sociales de su comunidad gracias a la colaboración de los vecinos, personas que ceden sus pisos vacíos a familias desahuciadas de forma gratuita o por un alquiler simbólico, y un larguísimo etcétera, familias que abren sus casas dispuestas a acoger a los que huyen de la guerra...
Por un lado, tenemos el “sistema que”, aunque agonizante, se resiste a desaparecer. Continúan los casos de corrupción, de engaños, de abusos de poder, continúan las noticias de manipulación de la opinión pública, de represión. Continuamos asistiendo atónitos a la actividad de los políticos, de las corporaciones, de las instituciones, de las plataformas de inversión y financieras que toman decisiones que afectan a la vida y a los derechos de millones de personas en todo el mundo…
Y por otro, leemos iniciativas civiles pequeñas que empiezan a dar los primeros resultados arrojando chispazos de luz a este mundo de sombras. A través de Internet llegan noticias de terrenos cedidos por la administración o los ayuntamientos para que los vecinos los transformen en huertos, grupos de jóvenes que recuperan pueblos abandonados, innovadores que construyen eco- aldeas autosostenibles, emprendedores de “negocios” insólitos que se abren paso en un mundo gestionado por una economía basada en otros parámetros, docentes que se unen para practicar en sus aulas una educación diferente, enseñando a los niños a ser resilientes y ciudadanos preparados para un futuro distinto, madres que se ponen de acuerdo para establecer turnos cuidando de sus hijos porque no pueden pagar los precios de las guarderías, bolsas de intercambio de servicios, bancos de tiempo, mercadillos solidarios donde cada uno dona lo que no necesita y se lleva lo que le hace falta, vecinos que comparten sus vehículos, especialistas en reciclar, reutilizar y reducir el consumo, asociaciones de barrio o de pueblo que atienden los servicios sociales de su comunidad gracias a la colaboración de los vecinos, personas que ceden sus pisos vacíos a familias desahuciadas de forma gratuita o por un alquiler simbólico, y un larguísimo etcétera, familias que abren sus casas dispuestas a acoger a los que huyen de la guerra...
No tengo tiempo
Foto de Andrik Langfield en Unsplash
Aunque no lo queremos utilizar como excusa, tal vez estamos viviendo lo que escuchamos o leemos por todas partes: la percepción de una aceleración del tiempo que se refleja en lo que se conoce como Resonancia Schumann y que nos habla de que la frecuencia vibratoria del espectro radioeléctrico de la Tierra que normalmente se situaba en torno a los 7.83 Hz, en las últimas décadas ha subido hasta acercarse a los 12 Hz. Según parece eso produce la sensación de que los días son más cortos y que hay menos tiempo o éste va más deprisa, algunas fuentes afirman que la percepción que tenemos es que un día dura realmente 16h en lugar de las 24 habituales.
Nuestra revista sigue abriendo sus páginas a noticias positivas, a propuestas que nos ayuden a comprender lo que nos sucede y lo que sucede a nuestro alrededor, intentamos ofrecer perspectivas diferentes y herramientas para descubrir nuestros recursos internos, consejos para afrontar los desafíos de cada día… y cuantas propuestas llegan a nuestra redacción para que tanto a nivel personal como social podamos alcanzar una vida más plena y un mundo más justo, más pacífico, más sostenible.
Nuestra revista sigue abriendo sus páginas a noticias positivas, a propuestas que nos ayuden a comprender lo que nos sucede y lo que sucede a nuestro alrededor, intentamos ofrecer perspectivas diferentes y herramientas para descubrir nuestros recursos internos, consejos para afrontar los desafíos de cada día… y cuantas propuestas llegan a nuestra redacción para que tanto a nivel personal como social podamos alcanzar una vida más plena y un mundo más justo, más pacífico, más sostenible.
Recuperar la conexión en tres áreas
Foto de Tijs van Leur en Unsplash
Quizá en estos tiempos se hace más necesario que nunca recuperar la conexión con todo aquello que nos proporciona salud, equilibrio, paz interior, felicidad… y para ello hay que dirigir la atención en tres direcciones: El primero sería volver a conectarnos con la naturaleza, buscar momentos para pasear por una pradera, un parque, un bosque, una playa o lo que tengamos a mano. Sentir la naturaleza, buscar con la mirada horizontes amplios porque cuando nuestros ojos pueden mirar lejos, bien lejos, en nuestro cerebro se abren posibilidades para saltarnos las limitaciones que nos imponen nuestras creencias o los demás.
Algunos estudios han demostrado que las personas que residen en las ciudades tienen más dificultad para afrontar desafíos y superar retos que aquellas que viven en el campo donde abarcan un horizonte abierto. Según parece esa visión amplia crea estructuras cerebrales que facilitan la toma de decisiones y una menor carga de miedos.
También hay que cuidar y mantener la conexión con los demás, disfrutar del contacto con las personas cercanas, deleitarnos con una buena conversación, compartir ideas, sueños, objetivos, abrirnos a los cambios y generar confianza en nosotros mismos, en los demás y en la vida.
Y por supuesto buscar, cada día, un tiempo de soledad, de silencio, de recogimiento, de introspección donde podamos sentir lo que hay dentro de nosotros, donde podamos crear un espacio de intimidad y sosiego que permita que nuestra mente y nuestro corazón se encuentren y aúnen sus potencialidades para ayudarnos a dar la mejor respuesta posible en la gestión de nuestras circunstancias. Escuchar al Ser Interno, descubrir si los pasos que estamos dando van orientados en la dirección que realmente queremos o nos hemos desviado de nuestro propósito.
Tres direcciones que nos impulsarán más lejos, más alto y más dentro.
Algunos estudios han demostrado que las personas que residen en las ciudades tienen más dificultad para afrontar desafíos y superar retos que aquellas que viven en el campo donde abarcan un horizonte abierto. Según parece esa visión amplia crea estructuras cerebrales que facilitan la toma de decisiones y una menor carga de miedos.
También hay que cuidar y mantener la conexión con los demás, disfrutar del contacto con las personas cercanas, deleitarnos con una buena conversación, compartir ideas, sueños, objetivos, abrirnos a los cambios y generar confianza en nosotros mismos, en los demás y en la vida.
Y por supuesto buscar, cada día, un tiempo de soledad, de silencio, de recogimiento, de introspección donde podamos sentir lo que hay dentro de nosotros, donde podamos crear un espacio de intimidad y sosiego que permita que nuestra mente y nuestro corazón se encuentren y aúnen sus potencialidades para ayudarnos a dar la mejor respuesta posible en la gestión de nuestras circunstancias. Escuchar al Ser Interno, descubrir si los pasos que estamos dando van orientados en la dirección que realmente queremos o nos hemos desviado de nuestro propósito.
Tres direcciones que nos impulsarán más lejos, más alto y más dentro.
¿Y yo qué puedo hacer?
Foto de eniko kis en Unsplash
Y una vez que hemos conseguido una cierto equilibrio o coherencia es el momento de plantearnos acciones que puedan tener una mayor resonancia social. ¿Y yo que puedo hacer? es la pregunta que uno se plantea cuando comprende que no puede ser un mero espectador de lo que está sucediendo, y a partir de ahí la respuesta de la persona no se hace esperar, cuando se hace consciente de que ésta tremenda crisis global que estamos viviendo, nos está dando la oportunidad de sacar lo mejor de nosotros mismos, de sentirnos parte de una familia humana y atender a las necesidades de los miembros más desfavorecidos, de innovar, de ser creativos, de inventar nuevas formas de pensamiento, de comunicación, de relación, de encontrar salida a las viejas situaciones con ingenio y solidaridad, de saltarnos los cauces del sistema para buscar los propios recursos.
Son momentos de activar nuestra fuerza interior, de despertar la inteligencia dormida del corazón que es la clave para enfrentarse al miedo que, desde el otro lado, intenta asaltarnos una y otra vez convirtiéndonos en seres indefensos y manipulables. Es tiempo de recuperar los valores humanos, pero no como una mera ideología sino como una lanzadera que nos permita unirnos a otras manos para caminar en grupo y plasmar en el mundo real lo intuido.
Dicen los científicos de última generación que crece aquello donde tus pones la atención, pues bien, pasemos de las noticias catastrofistas que vomitan los periódicos, la televisión y la radio y miremos con atención, cariño y confianza esas pequeñas iniciativas que se están abriendo paso: Gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, está cambiando el mundo. ¿Te apuntas?.
Son momentos de activar nuestra fuerza interior, de despertar la inteligencia dormida del corazón que es la clave para enfrentarse al miedo que, desde el otro lado, intenta asaltarnos una y otra vez convirtiéndonos en seres indefensos y manipulables. Es tiempo de recuperar los valores humanos, pero no como una mera ideología sino como una lanzadera que nos permita unirnos a otras manos para caminar en grupo y plasmar en el mundo real lo intuido.
Dicen los científicos de última generación que crece aquello donde tus pones la atención, pues bien, pasemos de las noticias catastrofistas que vomitan los periódicos, la televisión y la radio y miremos con atención, cariño y confianza esas pequeñas iniciativas que se están abriendo paso: Gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, está cambiando el mundo. ¿Te apuntas?.