Foto de Kristijan Arsov en Unsplash
“Cada vez que nos negamos a recorrer el camino que la vida nos pone delante; cada vez que huimos de las dificultades; cada vez que dejamos de amar por temor a ser heridos; cada vez que retiramos nuestra mano ante alguien que nos pide ayuda; cada vez que nuestros ojos se cierran para no ver la realidad que nos rodea; cada vez que nuestros oídos se abren a los ruidos pero no a la música; cada vez que nuestros pies nos llevan hacia el fango y no hacemos nada por evitarlo; cada vez que el color de una piel nos condiciona; cada vez que sentimos que un dios nos limita; cada vez que sonreímos solo por compromiso; cada vez que la muerte de un ser vivo nos deja indiferentes; cada vez que la mirada limpia de un niño no nos conmueve; cada vez que nos negamos a nosotros mismos; cada vez que no SOMOS..., simplemente estamos muriendo”.
Caminar por una gran ciudad como es Madrid, por ejemplo, puede convertirse en un espectáculo de luz, de olores diversos, de sonidos y también de ruidos; de gente hablando diferentes idiomas, unos vestidos como si fuera el mes de agosto y otros como si fuera el de enero… Gente caminando deprisa como si temieran perder el tren y otra gente caminando despacio, como disfrutando del paisaje urbano que ofrece esta gran ciudad.
Desde los años 50 del siglo pasado, Madrid se convirtió en una ciudad de acogida de miles de familias que llegaban buscando salir de la miseria presente en sus lugares de origen y que había sido provocada por la guerra civil. Gente de toda España, gente de toda condición, tanto profesional como familiar o cultural… y Madrid les abrió los brazos. Hoy día, la Comunidad de Madrid está siendo visitada por millones de personas venidas de todo el mundo y también ha vuelto a ser un lugar de acogida de migrantes llegados tanto de África como de Hispanoamérica e incluso de Asia.
Este incremento de ciudadanos ha hecho necesaria una ampliación de servicios que permitiera atender las necesidades de todos ellos, sobre todo en sanidad, transportes, centros educativos… Es curioso observar, por ejemplo, a las personas que viajan en Metro. El porcentaje de viajeros de origen no español representan más o menos el 75 por ciento, mientras que en los años 80 del siglo pasado ese porcentaje no llegaba como mucho al 20 por ciento. Eso significa que Madrid está abierto a todo el mundo y que los madrileños no tenemos visos de ser ni xenófobos, ni racistas, ni reivindicamos cosas que no deseemos para el resto del país.
Los madrileños tenemos fama de ser gente amable y acogedora, comprometida con su ciudad y con el resto de la Comunidad, que tiene un gran sentido de la libertad y de la justicia, como se vio en los acontecimientos del 2 de mayo de 1808. El “Levantamiento del 2 de Mayo de 1808 ” es el nombre por el que se conocen los hechos acontecidos esa fecha en la ciudad de Madrid contra la invasión francesa de España. Posteriormente a que se reprimiera la protesta por las fuerzas napoleónicas presentes en la ciudad, por todo el país se extendió una ola de proclamas de indignación y llamamientos públicos a la insurrección armada que desembocarían en la Guerra de la Independencia Española.
Como se ve, Madrid ha sido y es un crisol de culturas, de exposición de todo tipo de representantes del género humano, de amor al arte y a la naturaleza, como lo demuestran la gran cantidad de museos y de parques y jardines que la adornan, siendo el marco ideal para que, quienes viven y disfrutan de ella, tengan la oportunidad de reflexionar acerca de su papel como ciudadanos del mundo y que, como escribía al principio de este artículo, dejen de mirarse el propio ombligo y liberen su mente de prejuicios sobre aspectos de la convivencia que a nadie benefician.
Caminar por una gran ciudad como es Madrid, por ejemplo, puede convertirse en un espectáculo de luz, de olores diversos, de sonidos y también de ruidos; de gente hablando diferentes idiomas, unos vestidos como si fuera el mes de agosto y otros como si fuera el de enero… Gente caminando deprisa como si temieran perder el tren y otra gente caminando despacio, como disfrutando del paisaje urbano que ofrece esta gran ciudad.
Desde los años 50 del siglo pasado, Madrid se convirtió en una ciudad de acogida de miles de familias que llegaban buscando salir de la miseria presente en sus lugares de origen y que había sido provocada por la guerra civil. Gente de toda España, gente de toda condición, tanto profesional como familiar o cultural… y Madrid les abrió los brazos. Hoy día, la Comunidad de Madrid está siendo visitada por millones de personas venidas de todo el mundo y también ha vuelto a ser un lugar de acogida de migrantes llegados tanto de África como de Hispanoamérica e incluso de Asia.
Este incremento de ciudadanos ha hecho necesaria una ampliación de servicios que permitiera atender las necesidades de todos ellos, sobre todo en sanidad, transportes, centros educativos… Es curioso observar, por ejemplo, a las personas que viajan en Metro. El porcentaje de viajeros de origen no español representan más o menos el 75 por ciento, mientras que en los años 80 del siglo pasado ese porcentaje no llegaba como mucho al 20 por ciento. Eso significa que Madrid está abierto a todo el mundo y que los madrileños no tenemos visos de ser ni xenófobos, ni racistas, ni reivindicamos cosas que no deseemos para el resto del país.
Los madrileños tenemos fama de ser gente amable y acogedora, comprometida con su ciudad y con el resto de la Comunidad, que tiene un gran sentido de la libertad y de la justicia, como se vio en los acontecimientos del 2 de mayo de 1808. El “Levantamiento del 2 de Mayo de 1808 ” es el nombre por el que se conocen los hechos acontecidos esa fecha en la ciudad de Madrid contra la invasión francesa de España. Posteriormente a que se reprimiera la protesta por las fuerzas napoleónicas presentes en la ciudad, por todo el país se extendió una ola de proclamas de indignación y llamamientos públicos a la insurrección armada que desembocarían en la Guerra de la Independencia Española.
Como se ve, Madrid ha sido y es un crisol de culturas, de exposición de todo tipo de representantes del género humano, de amor al arte y a la naturaleza, como lo demuestran la gran cantidad de museos y de parques y jardines que la adornan, siendo el marco ideal para que, quienes viven y disfrutan de ella, tengan la oportunidad de reflexionar acerca de su papel como ciudadanos del mundo y que, como escribía al principio de este artículo, dejen de mirarse el propio ombligo y liberen su mente de prejuicios sobre aspectos de la convivencia que a nadie benefician.