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He leído el artículo AUN ESTAMOS A TIEMPO del último número de la revista y me gustaría compartir con vosotros dos descubrimientos que hice a raíz de su lectura.
Normalmente cuando algo te interesa estás atenta a todo lo que se pueda relacionar con ello, tal vez por eso me fijé en detalles que quizá en otro momento me hubieran pasado desapercibidos.
El primero tuvo lugar un día del pasado mes de septiembre. Vivo en una urbanización en un pueblo de la sierra de Madrid. Me dirigí a tomar el autobús y mientras esperaba en la parada sentada en el banco bajo la marquesina de cristal me di cuenta de que los paneles se utilizaban para colocar toda clase de anuncios de gente ofreciéndose para trabajar, mercadillos ecologistas, actividades de todo tipo… Mientras esperaba al autobús leí los anuncios. Había algunas personas y otras más fueron llegando.
Entonces reparé en que el suelo estaba lleno de papeles, bolsas, cartones, hojas de esos periódicos gratuitos que se leen y se dejan después en cualquier lugar, alguna lata vacía de refresco… Tal vez el aire había arremolinado en aquel lugar una buena cantidad de basura. Al lado había una papelera que estaba medio llena.
Tenía tiempo y había algo que hacer. Reconozco que se me cruzó un pensamiento: “Ya vendrá el camión del Ayuntamiento y lo limpiará”, pero en esa ocasión no hice caso y sin decir una palabra me puse a recoger papeles y a echarlos a la papelera. La gente me miraba extrañada y nadie dijo nada. Cuando terminé y mi mirada se cruzó con alguna de esas personas me dio la impresión de que sentían un poco de vergüenza por no haberse atrevido a hacer lo mismo, como si en el fondo hubieran querido ponerse a la tarea de recoger, pero les diera un cierto pudor hacerlo. Sonreí y pensé para mis adentros… “Estos al menos durante unos días no tirarán ningún papel y quién sabe, a lo mejor el próximo día que se encuentren todo tan sucio alguno de ellos se atreve a recogerlo mientras hace tiempo esperando al autobús”.
No he vuelto a ver la parada del autobús sucia desde entonces, la papelera suele estar llena y el lugar está limpio y ordenado.
Sé que es una cosa pequeña, como tantas otras que se harán en muchos sitios por muchas personas anónimas, pero el resultado me ha hecho que pensar ¿Qué tal vez sea casualidad?, ¿Qué el Ayuntamiento puede haber incrementado el servicio de limpieza?, no tengo noticias… Yo prefiero pensar que una acción por pequeña que sea puede desencadenar una corriente positiva que en estos tiempos puede ser terriblemente contagiosa.
Normalmente cuando algo te interesa estás atenta a todo lo que se pueda relacionar con ello, tal vez por eso me fijé en detalles que quizá en otro momento me hubieran pasado desapercibidos.
El primero tuvo lugar un día del pasado mes de septiembre. Vivo en una urbanización en un pueblo de la sierra de Madrid. Me dirigí a tomar el autobús y mientras esperaba en la parada sentada en el banco bajo la marquesina de cristal me di cuenta de que los paneles se utilizaban para colocar toda clase de anuncios de gente ofreciéndose para trabajar, mercadillos ecologistas, actividades de todo tipo… Mientras esperaba al autobús leí los anuncios. Había algunas personas y otras más fueron llegando.
Entonces reparé en que el suelo estaba lleno de papeles, bolsas, cartones, hojas de esos periódicos gratuitos que se leen y se dejan después en cualquier lugar, alguna lata vacía de refresco… Tal vez el aire había arremolinado en aquel lugar una buena cantidad de basura. Al lado había una papelera que estaba medio llena.
Tenía tiempo y había algo que hacer. Reconozco que se me cruzó un pensamiento: “Ya vendrá el camión del Ayuntamiento y lo limpiará”, pero en esa ocasión no hice caso y sin decir una palabra me puse a recoger papeles y a echarlos a la papelera. La gente me miraba extrañada y nadie dijo nada. Cuando terminé y mi mirada se cruzó con alguna de esas personas me dio la impresión de que sentían un poco de vergüenza por no haberse atrevido a hacer lo mismo, como si en el fondo hubieran querido ponerse a la tarea de recoger, pero les diera un cierto pudor hacerlo. Sonreí y pensé para mis adentros… “Estos al menos durante unos días no tirarán ningún papel y quién sabe, a lo mejor el próximo día que se encuentren todo tan sucio alguno de ellos se atreve a recogerlo mientras hace tiempo esperando al autobús”.
No he vuelto a ver la parada del autobús sucia desde entonces, la papelera suele estar llena y el lugar está limpio y ordenado.
Sé que es una cosa pequeña, como tantas otras que se harán en muchos sitios por muchas personas anónimas, pero el resultado me ha hecho que pensar ¿Qué tal vez sea casualidad?, ¿Qué el Ayuntamiento puede haber incrementado el servicio de limpieza?, no tengo noticias… Yo prefiero pensar que una acción por pequeña que sea puede desencadenar una corriente positiva que en estos tiempos puede ser terriblemente contagiosa.
Photo by Roberta Sorge on Unsplash
Pues bien, hace días visitando a un familiar en el hospital, escuché a una mujer que visitaba al enfermo de la cama de al lado hablar sobre el proyecto que estaba poniendo en marcha su hija junto con dos amigas más: Habían organizado la recogida de los aceites utilizados en los bares y restaurantes de su barrio, cobraban por supuesto por el servicio. Fabricaban jabón con el aceite recogido que después vendían a los propios restaurantes y ya estaban ampliando a otros locales del barrio.
Me pareció una idea fabulosa en la que todos salían ganando. Las chicas habían creado una empresa y tenían buenas perspectivas de futuro. Los dueños de los bares se quitaban un problema de encima y se comprometían a comprar el jabón… Pero sobre todo ganaba el medio ambiente.
Creo que en muchas cuestiones relacionadas con los problemas medioambientales los ciudadanos de a pie tenemos algo que hacer porque como dice Eduardo Galeano:
“Y, al fin y al cabo
Actuar sobre la realidad y cambiarla
Aunque sea un poquito,
Es la única manera de probar
que la realidad es transformable”.
Creo que esa propuesta de actuar localmente y pensar globalmente hay que llevarla a todos los órdenes de nuestra vida. Implicarnos en lo que tenemos cerca y está a nuestro alcance, sin dejar de presionar a los responsables de las instituciones para que tomen medidas que pongan solución a los problemas que tenemos.
Gracias por despertar mi interés.
Maite Santiago (Cerceda, Madrid)
Página web www.madrecoraje.org
Me pareció una idea fabulosa en la que todos salían ganando. Las chicas habían creado una empresa y tenían buenas perspectivas de futuro. Los dueños de los bares se quitaban un problema de encima y se comprometían a comprar el jabón… Pero sobre todo ganaba el medio ambiente.
Creo que en muchas cuestiones relacionadas con los problemas medioambientales los ciudadanos de a pie tenemos algo que hacer porque como dice Eduardo Galeano:
“Y, al fin y al cabo
Actuar sobre la realidad y cambiarla
Aunque sea un poquito,
Es la única manera de probar
que la realidad es transformable”.
Creo que esa propuesta de actuar localmente y pensar globalmente hay que llevarla a todos los órdenes de nuestra vida. Implicarnos en lo que tenemos cerca y está a nuestro alcance, sin dejar de presionar a los responsables de las instituciones para que tomen medidas que pongan solución a los problemas que tenemos.
Gracias por despertar mi interés.
Maite Santiago (Cerceda, Madrid)
Página web www.madrecoraje.org