Agua que fluye



Rafael Ruiz Centeno

04/07/2018

Al acabar la última página y cerrar el informe no lo podía creer. Me tomé algún tiempo intentando rescatar de mi memoria algo que corroborara lo que acababa de leer. Pero no recordé nada concreto, tan sólo pequeñas referencias ambiguas que no tenían la fuerza suficiente para admitir como verdadero lo leído.



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Al acabar la última página y cerrar el informe no lo podía creer. Me tomé algún tiempo intentando rescatar de mi memoria algo que corroborara lo que acababa de leer. Pero no recordé nada concreto, tan sólo pequeñas referencias ambiguas que no tenían la fuerza suficiente para admitir como verdadero lo leído. ¿Cómo era posible que algo así fuera cierto? ¿No se trataría acaso de una fabulación? ¿Una broma quizá? Sí, podría ser, pero en ese caso ¿qué sentido tendría que fuera dirigida a mí? ¿Por qué a mí? Mi memoria voló entonces varios meses atrás, cuando toda esta historia se inició…
 
Paseaba temprano por el bosque de La Alhambra, en Granada, disfrutando de sus brumas matinales e intentando aspirar ese halo de misterio, esa magia perdida en el tiempo, esas vibraciones tan especiales que la envuelven cuando fijé mi atención en un hombre de mediana edad que, al retroceder para tomar una foto de los olmos majestuosos que tanto abundan allí, perdió contacto con el sendero en el que ambos estábamos y empezó a rodar ladera abajo, arrastrando arbustos y frenando su inesperada bajada el golpear con una de sus piernas en un castaño centenario que evitó que su caída fuera aún más peligrosa y prolongada.
 
Cuando conseguí que, apoyándose en mí y con algún que otro pequeño esfuerzo de los dos, nos sentáramos en un banco, me ofrecí para conseguir ayuda médica, pero él, con una mueca de dolor y con un tobillo que se hinchaba por momentos, me sonrió levemente y declinó mi ofrecimiento. “Pero sí te voy a pedir que me ayudes a llegar a una fuente que hemos visto más abajo” recuerdo que me dijo. Una vez allí contemplé como, parsimoniosamente, se dedicó a lavar su tobillo mojándolo una y otra vez con el agua fría que extendía sobre él con su mano, mientras permanecía en silencio y con los ojos cerrados.
 
Después, mientras le acompañaba despacio bajando hacia la ciudad, y al comentarme que se sentía mucho mejor pensé que había conseguido rebajar la hinchazón por la temperatura fría del agua y así se lo expuse. “Claro, eso es evidente, pero en realidad el agua tiene una multitud de beneficios que aún no conocemos bien” me contestó con voz serena y enigmática. “¿Beneficios que no conocemos?” pregunté con cierta incredulidad. “Ajá, eso es. Mira yo soy investigador científico y acabo de participar en una investigación que, si te soy sincero, ha sido el trabajo más apasionante de los que he realizado en toda mi carrera”.
 
Y mientras yo reprimía mi impaciencia por saber esos supuestos beneficios, él fue contándome como a raíz de un congreso en el que había coincidido con varios amigos, científicos como él, se gestó de una forma “casual” un trabajo multidisciplinar sobre el elemento más abundante y más característico de nuestro planeta, el agua. “Ha sido un trabajo maravilloso, un estudio que, aunque no ha estado patrocinado por ninguna organización ni estamento oficial, hemos enfocado sabiendo que se trataba de algo realmente importante, hemos reunido desde científicos hasta místicos de diversos países, y el resultado es asombroso, espectacular. Al menos así me lo parece a mí, y estoy seguro de que a ti pasará lo mismo, porque… tú quieres conocer el estudio ¿verdad?” me preguntó mientras su sonrisa se hacía más abierta y evidente.
 
Y ahora, varios meses después, con el informe en mis manos y con toda la información circulando a la velocidad de la luz dentro de mi cabeza, no sabía como tomarlo. Quizá lo mejor sea que me aprenda bien todo esto, que lo asimile, y que empiece a comprobarlo en el terreno de la práctica, pensé. Y abrí al azar de nuevo el informe.

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El agua es, como ya se sabe, el líquido en el que se sustenta la vida. Gran parte del cuerpo está formado por agua y también sabemos que es el medio en el cual se desarrollan la práctica totalidad de las reacciones químicas, pero además el agua es un acumulador de energía vital y como tal tiene una gran capacidad para percibir energías.  Pero ¿qué tipo de energías es capaz de absorber y acumular? En principio el agua, en su estado natural, se carga de energía vital que procede del medio ambiente y del sol y se acumula en ella, pero su gran sensibilidad hace que pueda recibir cualquier vibración que se enfoque en ella. Si le enviamos pensamientos de una determinada cualidad los acogerá en función del potencial de ese sentimiento. Se ha comprobado que quizá una de las funciones más básicas y más fáciles de realizar se produce cuando ese agua es portadora de energía blanca, y en este caso su función será la de limpiar, purificar y descontaminar, pudiendo ser usada entonces como portadora de salud. Pero además de introducir energía en el cuerpo también puede ser un disolvente para extraer otras del mismo. Se recomienda una práctica sencilla consistente en tomar un vaso de agua y enviarle energía de salud. Esto se puede hacer visualizando como se envía al agua una energía blanca luminosa de salud que se recibe por el centro de la bóveda craneana y que se emite por el centro de las palmas de las manos. Unos pocos minutos bastarán y después se puede beber esa agua lentamente, y se comprobará como se mejora la vitalidad del organismo.
 
Mejorar la vitalidad del organismo simplemente al enviar un pensamiento al agua, ¿sin tomar complejos vitamínicos o minerales, sin hacer ejercicio físico, sin dietas estrictas? No puede ser tan fácil, recuerdo que pensé. Y abrí el estudio por otra página.
 
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Es importante volver a incidir en este punto. El agua puede recibir la energía negativa, la energía desquilibrada o estancada en alguna parte del cuerpo, en algún órgano dañado, para después ser devuelta purificada al organismo. Se trata de un proceso de transmutación que se hace con energía de amor, que podríamos imaginar que parte del corazón y cuya tonalidad parece ser blanca plateada. Se trataría de acercar un recipiente con agua limpia al órgano dañado de la persona enferma y apelando a nuestros más auténticos sentimientos de amistad, de camaradería, de comprensión, de amor por esa persona, pedir que esa energía desequilibrada o estancada se concentre en el líquido, que se irá tiñendo de algún color hasta que esté ya toda concentrada en ella. Imaginando como un rayo de luz blanca plateada parte de nuestro corazón, pediremos que la energía invierta su polaridad, que se convierta en el mejor remedio para esa dolencia, en un remedio potente y personalizado mientras visualizamos como el rayo de luz procede a ir aclarando la tonalidad del agua, hasta volver a ser cristalina y transparente. El paciente deberá beber lentamente ese agua, a pequeños sorbos, y la mejoría resultará sorprendente en un corto espacio de tiempo. Se ha constatado como hay terapeutas y grupos que están obteniendo resultados espectaculares con esta técnica. En algunos casos se le pide al paciente que vaya bebiendo diariamente algún sorbo de este preparado porque, si bien parte de la carga energética se va perdiendo con el tiempo; sin embargo, al ingerirla así se refuerza el efecto con el pensamiento de sanación. Esta técnica será muy oportuna cuando se trate de disolver energías atascadas, normalizar acúmulos energéticos desquilibrados, pero no cuando la dolencia o el órgano dañado lo esté así por falta de energía. El principio esencial es el poder transmutador del agua y la sensibilidad para acoger energía y la intención sanadora del que la usa.
 
¿Agua convertida en la medicina más potente que pueda existir para determinadas dolencias? ¿Seguro que participaron científicos en este estudio? Y si lo hicieron, ¿qué tipo de científicos eran? Porque yo no conozco muchos de ese estilo. Bueno, mejor seguir leyendo…

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El agua es la corriente de vitalidad energética que recorre la tierra para fecundarla y darle vida. Hay un continuo ciclo del agua desde los océanos a través de la atmósfera. Se difunde por las nubes y se carga de energía cósmica para derramarse en la tierra y fecundarla. Por eso el agua de lluvia es un agua muy energética, pero no en las ciudades, ya que suele arrastrar las impurezas de la atmósfera a la que limpia de residuos y de pensamientos negativos, sino en el campo. El agua recoge también las energías telúricas, de ahí las propiedades sanadoras de los manantiales. El agua de los ríos, al correr, va recogiendo la vitalidad de la tierra y por tanto es muy vital. Cuando se impregna en la tierra adquiere una vibración local característica que las personas más sensibles son capaces de distinguir. El agua del mar tiene propiedades de gran potencial energético y resulta muy salutífera. 
 
Vaya, y yo que pensaba que el agua era solo agua…
 
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El agua tiene una propiedad para limpiar y disolver ya conocida, pero no solo a nivel externo sino también a nivel interno. El agua bebida de forma abundante y a pequeños sorbos, con la conciencia puesta en que se está recibiendo un don de purificación puede librar de muchas enfermedades y dolencias. Y si se quiere aumentar la carga energética del agua basta con moverla, con trasvasar varias veces el agua de un vaso a otro para potenciar su energía, sus vibraciones. Hoy día se hacen estudios en los que se puede constatar la influencia de esa transmisión de conciencia al agua para aumentar los efectos acumuladores y regeneradores de la misma. Uno de ellos es ya muy conocido a nivel mundial, y se trata de emitir pensamientos de diversa índole a un recipiente con agua para congelarla inmediatamente después, y comprobar la diferente geometría de los cristales formados. Otro de ellos se basa en la diferencia de crecimiento observada en dos plantas regadas con agua, una de ellas previamente energetizada y otra no. Las diferencias son ostensibles. Aquí recomendamos un ejercicio que se puede realizar fácilmente en cualquier domicilio, y se trataría de energetizar el agua de una bañera para tomar un baño después. Cualquiera comprobará los efectos altamente positivos de ello.
 
Bueno, esto ya es otra cosa, estudios rigurosos, resultados palpables, comprobación empírica. Mucho mejor así, ¿verdad?
 
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El “agua de vida”, de la que hablan algunos místicos de diferentes partes de nuestro planeta, es un agua de tipo interdimensional que porta la esencia de vida del universo. Es un agua que regenera y transmuta, y es de procedencia espiritual, manifestándose en los planos mentales y energéticos, pero no de forma directa en el plano físico. Se podría intentar acercarla a través de una meditación en la que habría que enfocar sentimientos de amor universal sobre el agua física y después beberla para que su beneficio llegara a las células del cuerpo. Aunque su utilidad tendría más que ver con la elevación espiritual, con la iluminación si se quiere llamar así, más que con la salud.
 
En realidad, tampoco está tan mal esto de la mística, confieso que empieza a atraerme todo ese mundo.
 
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Las criaturas etéricas que energetizan el agua han sido conocidas por muchos pueblos que les han dado nombres diferentes como ninfas u otros. De hecho estas criaturas o devas constructores de los elementos eran visibles para la mayoría de la gente que tenía cuerpos menos densos que los actuales y de ahí su fama. Estas ondinas son de muchas categorías evolutivas desde las más elementales a las más desarrolladas, que guían a las demás. Las ondinas son visibles sobre todo allí donde el agua está en movimiento porque se recrean acompañando el fluir de las fuentes o ríos y son muy plásticas y cambiantes en sus formas. Se puede intentar observarlas donde el agua fluya con constancia, en medio del bosque, en jardines, en fuentes… Para ello hay que observar los movimientos del agua, dejarse llevar por su ritmo y en algún momento se puede tener vislumbres de ellas, pues les gusta hacerse visibles a los que sienten simpatía por ellas.  No tienen forma humana ni una forma constante ya que están fluyendo y cambiando sin parar a imagen de los pensamientos, y no tienen ego ni individualidad, no se sienten separadas sino unidas a un fluir universal al que no oponen resistencia. Son seres interdimensionales.
 
Devas, ninfas, ondinas… Todo un mundo mágico que en nuestros días parece destinado a vivir sólo en la imaginación de algunos soñadores o en la inocencia de los niños. Un mundo de pociones milagrosas y de elixires maravillosos que se perdieron en la noche los tiempos… y nosotros ya hemos dejado de ser niños ¿o no?
 
Rafael Ruíz Centeno
(https://herbolarioplenitud.es/






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