A vueltas con el ego



Luis Arribas Mercado

18/02/2025

He hablado y escrito en bastantes oportunidades acerca del papel que juega la mente en el proceso evolutivo del ser humano. La mente nos permite estructurar nuestro entorno, desarrollar nuestra personalidad, utilizar nuestro libre albedrío y proyectar nuestro futuro.



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Es muy difícil que el ser humano mantenga la atención durante todo el tiempo que permanece en vigilia. A pesar de su capacidad para «darse cuenta» de cuanto le rodea, su mente funciona de forma difusa, de la misma manera a como emiten la luz las lámparas incandescentes, que lo hacen en todas direcciones. Sólo consigue concentrar su mente cuando algo despierta su interés. Las técnicas de meditación y concentración tratan de conseguir que la mente funcione de una manera más atenta, más consciente y que sus pensamientos se estructuren y se concentren, como lo hacen los haces de fotones de los rayos láser.

De esa manera, la mente tendrá acceso a niveles de información superiores, pues será capaz de decodificar cuanto se encuentre en esos niveles. El holograma universal está disponible para todos cuantos hagan el esfuerzo de decodificar su contenido y, por analogía, es sabido que los hologramas fotográficos se decodifican por medio de la luz láser.

Pero no todo consiste en saber concentrar los pensamientos; lo más importante es su calidad, la energía que emiten, pues aunque la mente esté muy concentrada, si la energía que genera no tiene un carácter positivo, la información que decodificará será de similar vibración, no alcanzando, por tanto, los niveles de información que se podrían obtener.

Los egos, sobre todo, son los principales causantes de que la energía que genera nuestra mente no sea la adecuada. Los egos terminan por desestructurar la energía mental, llegando a generar problemas psíquicos de diversa índole, como aislamiento, depresión e incluso esquizofrenia.

Es, por tanto, el ego mal entendido el que puede provocar que la mente no pueda realizar sus funciones de una manera adecuada, por ejemplo, el egoísmo, la egolatría o el egocentrismo son solo unos ejemplos de la mala forma en que el ego se puede llegar a manifestar.

En muchas tradiciones espirituales y filosóficas, el ego se refiere a la identificación excesiva con el «yo» personal, la imagen que uno tiene de sí mismo. Aquí, el ego es visto como una barrera para el crecimiento espiritual, ya que impide la conexión con una conciencia más profunda o universal.

El ego está asociado con el orgullo, la vanidad, el miedo y la competencia. La superación del ego, en estos contextos, es a menudo vista como un camino hacia la iluminación o la auto-transformación.

En el lenguaje común, cuando hablamos del ego, a menudo nos referimos a la autoimagen, el orgullo o el sentido exagerado de importancia personal. Cuando alguien tiene «un gran ego», generalmente se entiende que tiene una actitud arrogante o inflada sobre sí mismo.

En la psicología analítica de Jung, el ego tiene un papel central pero distinto. Para Jung, el ego es la parte consciente de la psique, es decir, el «yo» que está en contacto con el mundo exterior, responsable de nuestras percepciones, pensamientos y decisiones conscientes.

Sin embargo, Jung veía al ego como solo una parte de un sistema mucho más amplio y complejo que incluye lo que él llamaba el inconsciente. Para él, la psique humana está formada por varias capas y estructuras, y el ego es solo una de ellas, no la totalidad de lo que somos.

El ego como la parte consciente de la psique: Para Jung, el ego es la parte de la personalidad que conocemos de manera directa. Es nuestra identidad cotidiana, lo que pensamos que somos, nuestra conciencia del mundo exterior. Es el «yo» con el que interactuamos de manera inmediata. Jung consideraba que nuestra psique está dividida en dos grandes partes: el consciente y el subconsciente. El ego es consciente, pero la mayor parte de nuestra psique pertenece al subconsciente. A diferencia de Freud, que le daba mayor importancia al ello y sus impulsos, Jung estaba más interesado en la interacción entre el ego y el subconsciente, ya que es allí donde se encuentran los elementos más profundos y arquetípicos de la psique humana.

Jung desarrolló el concepto de individuación, que es el proceso a través del cual una persona llega a integrar todas las partes de su psique (consciente y subconsciente) para convertirse en un individuo completo. Durante este proceso, el ego no desaparece, sino que se transforma. La individuación implica que el ego aprenda a integrarse con el subconsciente, lo que permite el crecimiento personal y espiritual. Esto lleva a un ego más amplio, menos rígido, y capaz de aceptar la complejidad de la psique humana.

Asimismo, Jung introdujo el concepto de las «sombras», que son los aspectos reprimidos o no reconocidos de nosotros mismos que permanecen en el subconsciente. Durante la individuación, uno debe confrontar y reconocer estas sombras para lograr la totalidad de la personalidad. El ego juega un papel en este proceso, ya que debe estar dispuesto a mirar y aceptar las partes oscuras o rechazadas de uno mismo.

El concepto de «Self» (el Sí mismo) es fundamental en la teoría junguiana. El Self es la totalidad de la psique, que incluye tanto lo consciente como lo subconsciente. Mientras que el ego es solo una parte de la personalidad, el Self es la totalidad y la unidad del ser. El proceso de individuación, en última instancia, busca que el ego se alinee y se reconozca como una parte dentro de esta totalidad más grande.

En resumen, Jung no veía el ego como algo negativo per se, sino como una parte necesaria de la psique consciente. Lo que para él era importante era que el ego no se volviera rígido o aislado, sino que se expandiera a través del proceso de individuación, integrando los aspectos inconscientes y permitiendo un desarrollo más profundo y completo de la personalidad.

Es fascinante cómo, mientras Freud veía el ego como un mediador entre los deseos y la moral, Jung lo veía como un componente de un sistema mucho más amplio, que necesita evolucionar para lograr la integración del ser completo.






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