Imagen de Angeles Balaguer en Pixabay
No os pedimos que desaparezcan los problemas, sino coraje y solidaridad para atenderlos. Necesitamos toda la mutua comprensión que sepan acarrear vuestras jorobas. Nos consta que no es poca. En los tiempos de grandes desafíos como los que vivimos ahora, necesitamos aguzar la capacidad de comprendernos los unos a los otros. Las diferentes recetas a las crisis se complementen, no nos enfrenten; nos inviten a comprender la cuota de razón que conlleva de habitual la buena voluntad ajena.
No llenéis nuestras casas de cosas, llenad más bien nuestros corazones de una comprensión sincera y amorosa. Hoy más que nunca mutua compasión entre los humanos. Nuestras diferentes formas de pensar, de encarar el ahora y sus retos, no deriven en conflicto. Amor para con la Tierra nuestra Madre entre las primeras devociones humanas, pues ha sido esa destrucción de la Naturaleza la que en mayor medida nos ha traído el mal que ahora llena los noticiarios. Sólo ese atento cuidado, nos permitirá salir del apuro en el que nos encontramos.
En el Enero del Brexit ya consumado, os pedimos más interrogantes sobre todo género de fronteras. Si sobran en la política, también están de más en el territorio de la fe. Gocemos de arrodillarnos ante otros altares. Os pedimos anhelo de comunión, de que credos, razas y naciones sumen almas y voluntades. Perdure y se contagie a otros continentes el ejemplo de la Europa unida. Más pronto que tarde podamos olvidar nuestros pasaportes, más pronto que tarde no los debamos mostrar en ninguna aduana. En la hora de los populismos desbocados, en el momento que algunos líderes tratan de hechizar a sus naciones para que sean más grandes que las otras, aguzad el sentido de igualdad humana, de conciencia planetaria. Deseo, por lo tanto, que todas las naciones sean grandes, que se ayuden unas a otras para ser igualmente enriquecedoras de este planeta tan diverso y hermoso. Que podamos comprender que todas estas nuevas y sorprendentes posibilidades de comunicación nos fueron en realidad otorgadas para construir un mundo de hermanos.
Ayudadnos también a bajar el termostato de la Tierra. Que la temperatura no aumente, los hielos no se derritan, las especies no se extingan, sobre todo que los humanos no se sigan muriendo de hambre. Los cayucos a los mares sólo por ocio, tras la brisa marina, tras la inmensidad oceánica, nunca jamás por un agujero en el estómago. Que nadie acaricie en el bolsillo con pena la llave de su ya lejana casa. Respiradores, por lo tanto, para todos, aliento de vida para quienes no tienen qué llevarse a la boca, para quienes padecen pandemias más controlables que la del COVID, para quienes soportan azotes cuyo remedio está al alcance de nuestra mano. Rompamos, con cereal de a euro el kilo, el confinamiento de la miseria, la servidumbre de la penuria. Los últimos de la tierra, sólo disparen contra los terribles enemigos de la escasez y la indigencia. Yemen, Etiopía, Siria… abran los telediarios con la rúbrica de una paz duradera.
Que no se demoren futuras misivas aligeradas de dolor humano. Llenemos más pronto que tarde los buzones de urgida aurora.
Vuestra sabiduría de Oriente nos ayude a discernir lo sostenible del urgido remiendo, las soluciones auténticas y duraderas de los parches coyunturales. De cualquiera de las maneras, que la libertad siempre prevalezca. Que nadie imponga a nadie en razón de sus criterios; que nadie obligue a introducir en su cuerpo lo que no desea. Que vuestro conocimiento de otros mundos ahuyente el miedo a la muerte. Forjados vosotros en largas travesías, abridnos a la visión del periplo de una Vida que no trunque un diminuto virus, que no contemple fin. Si vuestra estrella nunca dejó de brillar, si nunca se desmoronó de los cielos, también que estos deseos alcancen su celeste bóveda. Si vuestra magia no se ha apagado, si ha perdurado de generación en generación, ayudarnos a superar esta enfermedad que ha detenido al mundo.
Esta hora tan singular, lustra si cabe más los zapatos que os ponemos, alarga la carta de nuestros sentidos anhelos. Nunca posamos la mirada en el Oriente con tanta expectativa, ni aguardamos con tanto fervor vuestra llegada. Queridos Magos de Oriente, venid pronto, que todos estos obsequios intangibles bajen por todas las chimeneas tangibles; que las sonrisas congeladas en Marzo lleguen a todos los labios, que el alimento llegue a todas las mesas y la esperanza a todos los corazones. Siempre gracias.
No llenéis nuestras casas de cosas, llenad más bien nuestros corazones de una comprensión sincera y amorosa. Hoy más que nunca mutua compasión entre los humanos. Nuestras diferentes formas de pensar, de encarar el ahora y sus retos, no deriven en conflicto. Amor para con la Tierra nuestra Madre entre las primeras devociones humanas, pues ha sido esa destrucción de la Naturaleza la que en mayor medida nos ha traído el mal que ahora llena los noticiarios. Sólo ese atento cuidado, nos permitirá salir del apuro en el que nos encontramos.
En el Enero del Brexit ya consumado, os pedimos más interrogantes sobre todo género de fronteras. Si sobran en la política, también están de más en el territorio de la fe. Gocemos de arrodillarnos ante otros altares. Os pedimos anhelo de comunión, de que credos, razas y naciones sumen almas y voluntades. Perdure y se contagie a otros continentes el ejemplo de la Europa unida. Más pronto que tarde podamos olvidar nuestros pasaportes, más pronto que tarde no los debamos mostrar en ninguna aduana. En la hora de los populismos desbocados, en el momento que algunos líderes tratan de hechizar a sus naciones para que sean más grandes que las otras, aguzad el sentido de igualdad humana, de conciencia planetaria. Deseo, por lo tanto, que todas las naciones sean grandes, que se ayuden unas a otras para ser igualmente enriquecedoras de este planeta tan diverso y hermoso. Que podamos comprender que todas estas nuevas y sorprendentes posibilidades de comunicación nos fueron en realidad otorgadas para construir un mundo de hermanos.
Ayudadnos también a bajar el termostato de la Tierra. Que la temperatura no aumente, los hielos no se derritan, las especies no se extingan, sobre todo que los humanos no se sigan muriendo de hambre. Los cayucos a los mares sólo por ocio, tras la brisa marina, tras la inmensidad oceánica, nunca jamás por un agujero en el estómago. Que nadie acaricie en el bolsillo con pena la llave de su ya lejana casa. Respiradores, por lo tanto, para todos, aliento de vida para quienes no tienen qué llevarse a la boca, para quienes padecen pandemias más controlables que la del COVID, para quienes soportan azotes cuyo remedio está al alcance de nuestra mano. Rompamos, con cereal de a euro el kilo, el confinamiento de la miseria, la servidumbre de la penuria. Los últimos de la tierra, sólo disparen contra los terribles enemigos de la escasez y la indigencia. Yemen, Etiopía, Siria… abran los telediarios con la rúbrica de una paz duradera.
Que no se demoren futuras misivas aligeradas de dolor humano. Llenemos más pronto que tarde los buzones de urgida aurora.
Vuestra sabiduría de Oriente nos ayude a discernir lo sostenible del urgido remiendo, las soluciones auténticas y duraderas de los parches coyunturales. De cualquiera de las maneras, que la libertad siempre prevalezca. Que nadie imponga a nadie en razón de sus criterios; que nadie obligue a introducir en su cuerpo lo que no desea. Que vuestro conocimiento de otros mundos ahuyente el miedo a la muerte. Forjados vosotros en largas travesías, abridnos a la visión del periplo de una Vida que no trunque un diminuto virus, que no contemple fin. Si vuestra estrella nunca dejó de brillar, si nunca se desmoronó de los cielos, también que estos deseos alcancen su celeste bóveda. Si vuestra magia no se ha apagado, si ha perdurado de generación en generación, ayudarnos a superar esta enfermedad que ha detenido al mundo.
Esta hora tan singular, lustra si cabe más los zapatos que os ponemos, alarga la carta de nuestros sentidos anhelos. Nunca posamos la mirada en el Oriente con tanta expectativa, ni aguardamos con tanto fervor vuestra llegada. Queridos Magos de Oriente, venid pronto, que todos estos obsequios intangibles bajen por todas las chimeneas tangibles; que las sonrisas congeladas en Marzo lleguen a todos los labios, que el alimento llegue a todas las mesas y la esperanza a todos los corazones. Siempre gracias.